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Un cuento para dormir a mi niña (Décimas encadenadas)

Un cuento te he de contar
bajo el sauce que allí llora,
donde una bella señora
poemas vino a dejar.
Las caracolas del mar,
los grillos y las sirenas,
las aves, las azucenas,
los duendes y los castores,
escucharon los primores
de alegres líricas plenas.

Resoplaban las ballenas,
el sol, la tarde encendía
y la luna fue una espía
brotando por las almenas.
La brisa soplaba apenas
sobre la arena dorada,
meciéndola cual si un hada
la tuviera seducida,
donde una estrella atrevida
brilla aún enamorada.

Ella miraba asombrada
los seres que se reunían,
las flores que le traían
de forma tan delicada.
¿Por qué era tan venerada?
¿por qué mostraban respeto?
el bosque estaba repleto,
se calló la golondrina,
la tortuga tan cansina
sacó su cuello coqueto.

Su voz de acento discreto,
sonaba muy tierna, pura,
desgranando con ternura
los poemas sin libreto.
Todo aparecía quieto
atento a su recitar,
sus palabras al volar
eran un bello tesoro,
que no precisaba el oro
para allí poder brillar.

Ese mágico lugar
se ha convertido en sagrado,
en altar inmaculado
para la diosa del mar.
Pronto te habré de llevar
hasta ese sitio de ensueño,
donde tu rezo pequeño
le dejarás conmovida,
para cuando estés dormida
ella vele por tu sueño.

Con este beso en tu ceño
me despido hasta mañana,
que ya viene tu guardiana
a vigilar con empeño.
El viento del sur es dueño
de tu paisaje florido,
el que cuida tu latido,
quién por ti se emociona,
que yo, niña juguetona,
soy el guardián de tu nido.
 

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