Callejero
Miembro Activo
En la taberna de un puerto donde el pretérito es flor,
la nostalgia marca el tempo, los minutos, deshonor.
Como pátina maldita; cual grotesco maquillaje,
huellas de añejo dolor son su estampa y equipaje.
Entre sueños que no son, se burlan de aquel coraje,
las olas que mar adentro despintaron el paisaje.
Algo del ayer susurra si se le acerca un extraño;
con el tiento del que miente y valentía de huraño.
Lo dejó la vida atrás como el tic tac al rumor;
un cabo suelto, un segundo, un guiño en el oleaje
y sus pilares cedieron en la noche de aquel año.
~
El Niño Viejo le llaman, pero ya no le hace daño,
desde que huelen a ron las muescas de aquel viaje
y con mil brindis sagrados, se adoctrinó perdedor.
Hicieron Baco y Morfeo sus planes para un engaño
y al viejo niño vistieron con el sayo de lo antaño.
Sobre un rancio mostrador, con la ilusión por peaje:
un náufrago, una botella, y en la botella un mensaje,
ese, que tan solo ven los Quijotes sin linaje...
otra vez zarpó su vida, una vez más, sin pasaje;
y en la taberna de un puerto, donde el tiempo es confesor,
un vaso achica las penas del cáliz de un soñador.
~~
la nostalgia marca el tempo, los minutos, deshonor.
Como pátina maldita; cual grotesco maquillaje,
huellas de añejo dolor son su estampa y equipaje.
Entre sueños que no son, se burlan de aquel coraje,
las olas que mar adentro despintaron el paisaje.
Algo del ayer susurra si se le acerca un extraño;
con el tiento del que miente y valentía de huraño.
Lo dejó la vida atrás como el tic tac al rumor;
un cabo suelto, un segundo, un guiño en el oleaje
y sus pilares cedieron en la noche de aquel año.
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El Niño Viejo le llaman, pero ya no le hace daño,
desde que huelen a ron las muescas de aquel viaje
y con mil brindis sagrados, se adoctrinó perdedor.
Hicieron Baco y Morfeo sus planes para un engaño
y al viejo niño vistieron con el sayo de lo antaño.
Sobre un rancio mostrador, con la ilusión por peaje:
un náufrago, una botella, y en la botella un mensaje,
ese, que tan solo ven los Quijotes sin linaje...
otra vez zarpó su vida, una vez más, sin pasaje;
y en la taberna de un puerto, donde el tiempo es confesor,
un vaso achica las penas del cáliz de un soñador.
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