Jurcan Uriarte Pontleca
Miembro Conocido
[FONT="] ¡BENDITO PERRO! [/FONT][FONT="](increíble pero cierto)[/FONT][FONT="] [/FONT]
[FONT="] [/FONT] [FONT="] [/FONT] [FONT="]Laborando en una planta petroquímica, “Tacho”, tuvo un altercado con David --- compañero operador ---, ocasionando esto un encuentro a puñetazos, para terminar de lavar la afrenta se encontrarían a la salida de la planta terminado el turno. No acostumbrado a las bravatas, “Tacho”, tendría que cumplir, era por honor, y así, a la hora de salida ya el contrincante esperaba ansioso afuera de la planta. A escasos cien metros de ahí se dirigieron al lugar conocido como “La Ciénega”, que estaba poblada por altos árboles, al parecer álamos y formaba un pequeño bosquecillo. Una vez, en dicho lugar, el adversario de “Tacho” lo arremetió a puñetazos, razón que obligó a defenderse. A leguas se advertía que “Tacho” estaba temeroso, pues su adversario tenía fama de bravo golpeador, ya había nacido en un barrio de fama popular y eso lo ponía a pensar que llevaba las de perder; no podía impedir el encuentro, ya que sería la comidilla de toda la planta por “sacón” o “miedoso”, como se acostumbra decir, pero ni modo, todo por el honor. Esto sucedía un día de 1969, en la Ciudad de Puebla de los Ángeles, México.[/FONT] [FONT="] [/FONT] [FONT="]Una vez trenzados en el intercambio de trompadas, apareció un perro color gris claro, de los que se conocen como “raza corriente”, y de pronto se lanzó contra David, el adversario, mordisqueándole las piernas, pantorrillas y jaloneándole las valencianas del pantalón. Esta situación se repitió en distintas ocasiones. Lo increíble del hecho es que el perro solamente arremetía contra David. Quién sabe cuantas veces, éste, azuzó al animal, a puntapiés y pedradas para que se alejara y la contienda continuara o lo dejara en paz. “Tacho”, estaba a punto de desfallecer, su respiración se dificultaba, estaba demasiado agitado y jadeante, pese a la afortunadamente aparición de ese “bendito animal”, quien milagrosamente ayudó a “Tacho”. Feliz e indescriptible fue el momento en que el adversario pusiera un “hasta aquí”, al encuentro a puñetazos, diciendo: “¡Tacho!, mejor lo dejáramos para otra ocasión”. [/FONT] [FONT="] ¡Gracias Dios mío y bendito perro! pensó “Tacho”, al instante. Cada quien tomó sus pertenencias y abandonaron el lugar. “Tacho”, jamás ha podido explicar la razón del por qué, un perro que nunca había visto fue su salvador. [/FONT]
[FONT="] [/FONT] [FONT="] [/FONT] [FONT="]Laborando en una planta petroquímica, “Tacho”, tuvo un altercado con David --- compañero operador ---, ocasionando esto un encuentro a puñetazos, para terminar de lavar la afrenta se encontrarían a la salida de la planta terminado el turno. No acostumbrado a las bravatas, “Tacho”, tendría que cumplir, era por honor, y así, a la hora de salida ya el contrincante esperaba ansioso afuera de la planta. A escasos cien metros de ahí se dirigieron al lugar conocido como “La Ciénega”, que estaba poblada por altos árboles, al parecer álamos y formaba un pequeño bosquecillo. Una vez, en dicho lugar, el adversario de “Tacho” lo arremetió a puñetazos, razón que obligó a defenderse. A leguas se advertía que “Tacho” estaba temeroso, pues su adversario tenía fama de bravo golpeador, ya había nacido en un barrio de fama popular y eso lo ponía a pensar que llevaba las de perder; no podía impedir el encuentro, ya que sería la comidilla de toda la planta por “sacón” o “miedoso”, como se acostumbra decir, pero ni modo, todo por el honor. Esto sucedía un día de 1969, en la Ciudad de Puebla de los Ángeles, México.[/FONT] [FONT="] [/FONT] [FONT="]Una vez trenzados en el intercambio de trompadas, apareció un perro color gris claro, de los que se conocen como “raza corriente”, y de pronto se lanzó contra David, el adversario, mordisqueándole las piernas, pantorrillas y jaloneándole las valencianas del pantalón. Esta situación se repitió en distintas ocasiones. Lo increíble del hecho es que el perro solamente arremetía contra David. Quién sabe cuantas veces, éste, azuzó al animal, a puntapiés y pedradas para que se alejara y la contienda continuara o lo dejara en paz. “Tacho”, estaba a punto de desfallecer, su respiración se dificultaba, estaba demasiado agitado y jadeante, pese a la afortunadamente aparición de ese “bendito animal”, quien milagrosamente ayudó a “Tacho”. Feliz e indescriptible fue el momento en que el adversario pusiera un “hasta aquí”, al encuentro a puñetazos, diciendo: “¡Tacho!, mejor lo dejáramos para otra ocasión”. [/FONT] [FONT="] ¡Gracias Dios mío y bendito perro! pensó “Tacho”, al instante. Cada quien tomó sus pertenencias y abandonaron el lugar. “Tacho”, jamás ha podido explicar la razón del por qué, un perro que nunca había visto fue su salvador. [/FONT]