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¡orita le hacemos frente a los federales!!!

CONSEJO PARA EL MAL DE AMORES

¡ORITA LE HACEMOS FRENTE A LOS FEDERALES!!!
Un día, ya entrada la mañana, Pacholo, salió de su casa. Caminaba lento, Iba todo desencajado, ni siquiera miró a su derredor. Pensamos que se debía a su enfermedad de carácter neurológico, no severo, ya que para su tratamiento se tomaba: ”una tableta antes de cada alimento y otras dos pastillitas de quién sabe qué cosa”, según nos había platicado.

“Pacholo, vivía con sus tíos; humilde familia que lo estimaban y sabedores de su enfermedad optaron por darle un cuartito con una ventana pequeña que daba a la calle, allá por la colonia Hidalgo, cerca de “Los Lavaderos”. Su modesta vivienda se encontraba en la parte alta a la entrada de la vecindad, subiendo la escalera de ladrillo y cemento.

“Pero en esta ocasión, Pacholo, andaba de capa “caida”; su amada lo había cortado. Se le veía desahuciado y no sabia ya que hacer. Ni el sol le calentaba.

“Sin ella, no era vida, hasta las ganas de trabajar había perdido, sobre todo el apetito, pues en aquella ocasión solamente se desayunó: “una torta con tamal, dos campechanas, una concha, una chilindrina y un chimisclán”.

“Dolido por el abandono de su amada, para aliviar su dolor nada más se sirvió “un plato con frijoles, le puso dos huevos estrellados, dos chiles jalapeños en vinagre y una cucharadita de chiles serranos fritos, que devoró con cinco tortillas”.

“Después, como habíamos dicho: salió de su casa todo desencajado y sin rumbo fijo. Su idea era vagar para ver si el destino se compadecía de él; llevaba la ilusión de que al regresar a su domicilio posiblemente había noticias de que la “Licha, regresó o definitivamente ya lo mandó al cuerno”.

“Entró a la iglesia que está a la vuelta de su casa; “se santiguó, rezó, meditó y posiblemente le pidió al Todopoderoso que la ingrata regresara, pues era el amor de su vida”.

“Debido a que la vecindad estaba cerca del Cerro de Loreto, decidió caminar por allá. Le dio vuelta a Los Fuertes”, subió hasta la parte más alta del Cerro de Guadalupe, sin saber qué camino seguir. No recuerda qué tiempo anduvo deambulando por ahí, entonces decidió volver.

“A su regresó se encontró con: el Negro”, “ Rubén”, “el Pato”, “el Matadura”, “Leonel”, “Toño, el Patagorda” y otros”. Entrañables amigos y como dice el dicho: “en las buenas y las malas se conoce a los amigos”. ¡Pero, qué amigos!!!

“Éstos sabían de su enfermedad, pero no de su tragedia amorosa y como a escasos metros de ahí se encontraba el “encierro”, de Luis Flores, (mayor centro distribuidor de pulques), se lo jalaron. Tal vez por su estado de ánimo no opuso resistencia.

“No acostumbrado a las bebidas alcohólicas, con tres vasos de pulque ya estaba “cuete”. Gracias al pulquito decidió sincerarse con los amigos, les platicó su pena y le echó más a la bebida. El pulque, aunque sabroso, requería del clásico desempance y se fueron a la cantina de “La tía”, ya que también estaba ahí cerca.

“Con los pulques y el desempance, Pocholo, se puso tan alegre como es de imaginar. Le dio por cantar, por bailar y naturalmente que por llorar.

“Como decíamos, no acostumbrado a las bebidas alcohólicas, con lo ya ingerido estaba más que “cuete”, y comprendiéndolo, él mismo, decidió emprender la retirada. No faltó quien dijera: “hay que ir a dejarlo a su casa…”, pero se negó. Se sentía muy macho y podía solo.

“Con dificultad llegó a su domicilio; su tía se dio cuenta del estado en que venía y pegó el grito al cielo, llamó a Panchito, su robusto esposo y como tenía mucha fuerza logró subirlo, casi cargando para meterlo a su cuarto.

“Le preguntaron: “… ¿Qué es lo que te sucedió…?

“Éste, posiblemente al mirar la sorpresa y preocupación de sus familiares, “…cuete, cuete, pero no tonto, bien que se dio cuenta y empezó a hacer la tragedia de su vida.

“…Empezó a gritar y a llorar por la ingrata; decía: “…que, era un desdichado, un infeliz.., “…que a nadie le importaba nada y… “… que iba a desbarrancarse para dejar de sufrir…”, además de otras babosadas..


“La familia, alarmada; no sabían que hacer; pero Panchito, sí sabia de este tipo de “dramas” y “más de borrachos”, lo sujetó con fuerza; lo metió a su cuarto y como pudo lo tendió en su cama, la cual estaba pegada a la pared que a un costado tenia, ---como ya lo habíamos mencionado---, una ventana pequeña con vista a la calle. “Panchito, quiso someterlo; empezaron a forcejear. Con el movimiento del forcejeo y sobre la cama, Pocholo, por los efectos de la borrachera y al mirar la pequeña ventana, se imaginó que viajaba en el vagón de un tren; sintió su vaivén y con el ruido de la cama se figuró el movimiento del ferrocarril, lo que le dio más semejanza a su alucinación.

“Pocholo,
además de imaginarse que viajaban en el ferrocarril; ---al momento del forcejeo y la sacudida fuerte---, por razones que desconocemos se sintió todo un revolucionario, incluso, hasta se miró, él y a Panchito, con carrilleras.

“Todo frenético gritaba: “… ¡Nos van a atacar los federales, Panchito, toma la carabina 30 30, no nos vamos a dejar...! ¡Pero avisa que hay que ir más aprisa porque ya vienen y nos alcanzan…”!

“Panchito, no sabia, si atender a Pocholo, porque a lo mejor, este baboso intentaba arrojarse por la ventana, ---aunque no cabía---; ver a su familia que estaba muy alarmada y espantada, o de plano, él mismo sambutir a este loco por la minúscula ventana.

"¡Panchito, pensaba: ¡Ora sí que estoy lucido con este tarado…! Él, con sus alucinaciones hasta se está mirando y sintiendo revolucionario” y de paso, hasta a mí también...!

“Fue un momento crucial por la gravedad del asunto, pero todo tiene un límite; Panchito, se enojó y le dijo: “ven acá, “hijo de la fregada”, orita mismo, le hacemos frente a los federales”. Lo levantó en vilo, lo metió al baño, abrió la regadera y ¡zas! lo bañó con agua fría.

“Poco a poco, Pacholo, se fue tranquilizando; lo desnudaron, le pusieron ropa seca y como corderito se dejó conducir a la cama otra vez. Todo tranquilo, sin más alucinaciones, titiritando de frío, lo sujetaron sobre la cama y se quedó profundamente dormido.

“Pasados los días, Pocholo, no quería dar la cara, pues estaba apenado por haber hecho pasar un mal rato a esa admirable familia. De la “Licha”, ya ni se acordó.

“Lo que Pocholo, ni esta familia habían tomado en cuenta es, que ese día, éste había ingerido, como era costumbre su “medicina antes de cada alimento”, consistente en “una tableta y otras dos pastillitas de “quién sabe qué cosa”, y este condenado, se “cruzò”, pues la medicina consistía en algunos barbitúricos que no se llevan con las bebidas embriagantes.

“Ya vimos las consecuencias”.

Autor: Rafael Calderón Negrete. (Puebla, México)

Seudónimo: Jurcan Uriarte Pontleca.
21/06/2016 Derechos de Autor Reservados.©
 
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Mi hermosa Maru, Caballo Negro. Es un honor saber y mirar que lees estas humildes letras. Quiero, por conducto tuyo agradecer las atenciones prestadas para este humilde bardo, ya que por razones ajenas a su voluntad en dos semanas no pude abrir esta página, pero gracias a DIos y a Uds., Formidable equipo de Versos Compàrtidos ya estamos nuevamente por aquí Muchas gracias a todos.
 

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