Matilde Maisonnave
Miembro Conocido
¡Sé que me amaste!
Cómo nos amamos aquél día,
abejas parecíamos,
un colmenar de miel cubierto.
Sucumbimos.
Tan dulce era tu sonrisa,
tan disparatada mi locura,
aquella pobre carpa se caía.
Dos niños jugando en la cornisa...
Tambaleaba mi alma y el farol
con peligro de caer sobre nosotros.
Ternura fresca de tus brazos,
caricia salobre de tus besos,
con la fuerza del mar
me arrastrabas a tu arena.
Tu juventud, tu alegría,
tu sonrisa mía.
Tu adoración florecía en mí.
¡Más no podía amarte!
Fuiste el primer fruto prohibido
cambiando infierno por edén.
Amor de días y noches,
sin juergas ni derroches;
de encuentros bajo estrellas,
amigas fulgurando coquetas.
Amor de sol ardiente
quemándonos la piel,
caliente el corazón, los sueños
entretejiendo ilusiones.
Pasaste por mi vida, por mis ojos,
por mi cuerpo y mis espinas...
Con ellas me dejaste
susurraste no estar solo...
-¡Te adoro!- dijiste, con los ojos rojos.
¡Sé que me amaste!
Matilde Maisonnave
Cómo nos amamos aquél día,
abejas parecíamos,
un colmenar de miel cubierto.
Sucumbimos.
Tan dulce era tu sonrisa,
tan disparatada mi locura,
aquella pobre carpa se caía.
Dos niños jugando en la cornisa...
Tambaleaba mi alma y el farol
con peligro de caer sobre nosotros.
Ternura fresca de tus brazos,
caricia salobre de tus besos,
con la fuerza del mar
me arrastrabas a tu arena.
Tu juventud, tu alegría,
tu sonrisa mía.
Tu adoración florecía en mí.
¡Más no podía amarte!
Fuiste el primer fruto prohibido
cambiando infierno por edén.
Amor de días y noches,
sin juergas ni derroches;
de encuentros bajo estrellas,
amigas fulgurando coquetas.
Amor de sol ardiente
quemándonos la piel,
caliente el corazón, los sueños
entretejiendo ilusiones.
Pasaste por mi vida, por mis ojos,
por mi cuerpo y mis espinas...
Con ellas me dejaste
susurraste no estar solo...
-¡Te adoro!- dijiste, con los ojos rojos.
¡Sé que me amaste!
Matilde Maisonnave