Víctor
Moderador de Poesía Jocosa
Un niño es el milagro de la vida
que se produce en la divina entraña
de la mujer, la madre bendecida,
que a su belleza no mancilla y daña;
por el contrario, la hace más florida
como la verde faz de la montaña.
Prodigio envuelto en el albor de armiño,
con la expresión sublime del cariño.
Es un ángel viviente que sublima
a todo cuanto existe en este mundo;
es la blancura que tiñó la cima
de la montaña con amor profundo,
desde la cual a la creación reanima,
con un fulgor divino y rubicundo,
y se posa feliz sobre la tierra,
como expresión de paz y no de guerra.
Es su mirada limpia y nazarena,
y aunque parezca breve y diminuto,
es la conjugación de un alma buena,
de un espíritu claro e impoluto,
que siempre da perdón y no condena,
y nos prodiga amor cada minuto.
Es, en fin, el más noble sentimiento,
más hermoso que el mismo firmamento.
Por eso al convivir con las criaturas,
se debe eternizar cada momento
para jugar con ellas, con dulzura;
porque inspiran un hondo sentimiento
de alegría, de anhelo, de ternura,
de ilusión, esperanzas y de aliento.
Son luces que iluminan la existencia
y nos llenan de amor con su presencia...
que se produce en la divina entraña
de la mujer, la madre bendecida,
que a su belleza no mancilla y daña;
por el contrario, la hace más florida
como la verde faz de la montaña.
Prodigio envuelto en el albor de armiño,
con la expresión sublime del cariño.
Es un ángel viviente que sublima
a todo cuanto existe en este mundo;
es la blancura que tiñó la cima
de la montaña con amor profundo,
desde la cual a la creación reanima,
con un fulgor divino y rubicundo,
y se posa feliz sobre la tierra,
como expresión de paz y no de guerra.
Es su mirada limpia y nazarena,
y aunque parezca breve y diminuto,
es la conjugación de un alma buena,
de un espíritu claro e impoluto,
que siempre da perdón y no condena,
y nos prodiga amor cada minuto.
Es, en fin, el más noble sentimiento,
más hermoso que el mismo firmamento.
Por eso al convivir con las criaturas,
se debe eternizar cada momento
para jugar con ellas, con dulzura;
porque inspiran un hondo sentimiento
de alegría, de anhelo, de ternura,
de ilusión, esperanzas y de aliento.
Son luces que iluminan la existencia
y nos llenan de amor con su presencia...