Escribo pensando en ti, en tus manos invisibles sondeando mis palabras, descubriendo mi interior, alborotando mi vida, estrechando mi esencia.
Fuimos universo, cielo y mar. Jardín para nuestros deseos.
¡Oh amor! Cuánto cabía en tantas letras dulces el canto del amanecer, los colores del alba que nos vestía con su repentino adiós para recordarnos de la realidad, de nuestra cotidianidad.
Quisiera abrazarte…tender mis ramas hacia tu horizonte claro y adorarte bajo la silueta de la luna. Susurrarte palabras quedas a tu oído, zambullirme en tus ojos hasta alcanzar la luz del sol.
Nos hallábamos enamorados, chiquillos locos. Dos niños inocentes buscando el misterio del amor.
Hoy es jueves y tu recuerdo surge como el más bello acorde. Interminable como la melodía que toca mi corazón, para exacerbar tu nombre que se ha tatuado en la médula de mi existencia.
Querido mío, si supieras de mi adoración, de mi profundo amor. De todas la veces que he orado por ti. Del sacrificio que es no tenerte a mi lado y seguir viviendo. De andar sola y descalza.
La vida no me alcanza para expresar mi querer en estas líneas. Nunca será suficiente, nunca será tanto.
Deseo que mi pensamiento te abrace. Nada es como creer y desear que todo pueda ser posible. Que los milagros existen cada día. Y que tú me recordarás al finalizar esté escrito que ha nacido de las raíces de mi alma, de mi sangre, de mi ser que te besa en está agónica lejanía.
Te amo Ícaro. Siempre te amaré.
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