Araciel Abaddon
Miembro Conocido
La llama de mi corazón, me mantiene vivo y con pasión, sigue encendida pues de niño ya sentía su fuego de un futuro mucho mejor y con amor.
De niño disfrute de mi pequeña y débil llama que empezaba a crecer, y disfrute de esa llamada de la pasión que sentía por cualquier mujer mucho mayor que yo.
Me picaba muy fácilmente, y sentía mi fuego interior, como me llamaba y me pedía amor.
No podía amar, demasiado joven sin estar preparado para hacer la función de adulto aun, mi cuerpo estaba debilitado por mi joven edad, pero pedía pasión que me consolaba yo, sin sembrar aun seco y sin mojar.
Con 8 años ya sabía y sentía mi corazón, como se aceleraba por cualquier amor.
Era muy feliz sintiendo mi llama encendida, pues sabía que tenía que luchar por ella, y echarle lecha al fuego, para reavivar mi fuego para que creciera más.
Con 9 y 10 años ya intente probar esta pasión con otra niña de mi edad, que buscaba su llama como yo, a escondidas en el bosque, o en su habitación, con sus padres paseando y solos ella y yo.
Ella se quejaba de dolor, y yo no gozaba, pues no había suficiente fuego en mi pasión, y mi llama se debilitaba sin fuerza ni causa para seguir con aquella débil pasión, pues los nervios de mi novedad, no permitía desarrollar mi fuerza para poder amar.
¿Qué habrá sido de aquella niña y mi primera aventura, que ahora mujer será?, ¡se acordara de mi, o se reirá?...
Muchas aventuras empezaron en mi corta edad, y cuando amar podía conseguir, sembraba antes de hora fuera solo por mirar lo que tenía desnuda delante de mí, sin tocar ni abrazar, mi llama apagada estaba sin probar el amor de verdad del sexo opuesto a mí.
Con mi juventud reforzada mi llama, y aprendiendo apasionado con mujeres mayores que yo, aprendí como amar a chicas de mi edad, y de adulto me reforzaron la enseñanza mujeres maduras que saben del amor mejor que yo, enseñándome placeres que desconocía mi corazón, y aumento esa llama reforzando mi razón, para luchar solo por el amor.
Ame con toda mis fuerzas y pasiones que encendían mi ser, durante años de tres a seis veces por día y la noche también, que amanecía desnudo y para reponerme desayunaba con amor de nuevo y con enorme placer, seguía amando hasta quedarme de nuevo relajado y soñando con más amores que yo podía buscar para seguir desatando pasiones con mi fuerza sin límites de aventura y pasión.
Ahora maduro y con problemas de salud, mi llama se apago, pero sabía que se podía encender de nuevo, pero como un volcán dormido me quede durante diez largos años.
Ahora ya curado y recuperado con buena salud, mi llama se encendió de nuevo y con la misma intensidad que en antaño, eso sí, más sabia y veterana que antes, el volcán despertó preparado para arrojar su lava, y apasionar fogosamente el corazón de una mujer.
Pero el fuego se quedo abandonado, por causa de mi piel que pierde brillo y da miedo a la joven mujer que asusta sin remedio, pues piensa que no hay amor, solo ilusión de hombre maduro sin condición de deseo ni pasión, y no es así, pues mi corazón joven es, y mi pasión derrite amores por donde quiera que este.
Pero lo dejare así, pues de amores disfrute, y eso nadie nunca me lo robara ni me lo podrá negar jamás, pues solo digo verdad, si no, no sabría como contar mis desventuras y aventuras de amor y pasión sin dudar.
Cuando pasen diez años más, me imagino que mi llama se apagara sin remedio, y niño volveré a ser, mis recuerdos se borraran de mi ser, y nada comprenderé, y a mi corazón la juventud se le ira y la llama apagada dejara su huella y cenizas de un viejo amor, que solo esperara su muerte, para terminar ya con este triste y viejo corazón.
Araciel Abaddon.
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Autor de esta Prosa Fogosa.
