MARCELA ROYO LIRA
Miembro
El golpe fue casi certero. Lo vio venir en el viento que produjo el brazo del hombre cuando lo dejó caer. Por eso, se quedó inmóvil. Espera un segundo ataque. Y, a pesar del susto, saborea el olor de la comida en la mesa, pero no tendrá otra oportunidad. El enemigo la acecha. A su vez, él se da cuenta que erró el golpe y aumentan sus deseos de eliminarla. El aroma le abre el apetito. Trabajó duro toda la mañana y quiere almorzar sin la intrusa.
Ella sabe que la atacará otra vez, que no se da por vencido. La noche anterior había comenzado la pelea y uno de los dos debe ganar. Ambos lo saben. Por eso, con un movimiento rápido se esconde detrás de la cortina. El enemigo avanza lentamente, casi no respira. Sabe que ella está allí, agazapada, temerosa.
Levanta el brazo y lo deja caer. Pero vuelve a ser burlado.
E, impotente, ve cómo la mosca se le escapa por la ventana abierta.
Ella sabe que la atacará otra vez, que no se da por vencido. La noche anterior había comenzado la pelea y uno de los dos debe ganar. Ambos lo saben. Por eso, con un movimiento rápido se esconde detrás de la cortina. El enemigo avanza lentamente, casi no respira. Sabe que ella está allí, agazapada, temerosa.
Levanta el brazo y lo deja caer. Pero vuelve a ser burlado.
E, impotente, ve cómo la mosca se le escapa por la ventana abierta.