Olía a amanecer
a zapatillas recién estrenadas,
escuchaba el morir de las olas;
pavimento que la noche gastaba.
El aire me sabía a sal
y me recordaba tus besos
el sudor acariciaba mi piel
mientras evocaba tus dedos.
Mi cara, espejo de agua
aludía a tu última mirada;
oro fundido en la fragua.
Renacer en una mágica ciudad...
¿Se podía sentir más?
si, mi imaginación volaba
y aunque tu no estabas...
la felicidad me embargaba.
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