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ALMA OSCURA 3ª parte y última

Cinco horas llevaba de plantón esperando a Lucía dándole vueltas a lo que debía hacer. Sabía que tenía que evitar que fuera al sitio concertado, por las buenas o por las malas, pero dudaba donde llevármela. En mi casa o el despacho seguro que no, pues con el poder que tenía esta gente ya sabrían donde localizarme, no soy tonto, y de seguro que ellos sabían de sobra que la seguía. Dudaba si en un hotel o conducir sin parar hasta que se acabara la gasolina o la noche. En cualquier caso, lo más probable, es que me estuvieran vigilando. Un ruido me despertó de mi pensamiento, la verja estaba sonando. Como otras veces la seguí en sigilo, hasta que tomó una pequeña carretera, entonces la adelanté de manera temeraria y crucé mi coche obligándola a parar.


-¿Pero que hace? ¿Esta loco?
-Perdone Lucía.
-¿Como sabe mi nombre?
-Su marido me contrato para protegerla.
-¿De qué?
-De lo que va a pasar esta noche, la van a matar.
-¿A matarme? ¿Quién?
-Sus amigos, esos con los que iba esta noche a una de sus ceremonias.


Se quedó lívida y sin palabras, me miraba con los ojos muy abiertos, seguro que esperaba una explicación.


-Esta noche es el solsticio de invierno, y sus compañeros de bacanales planean arrancarle el corazón. Si quiere salvar la vida deje el coche en la cuneta y suba al mio ¡YA!.


Hizo lo que le dije sin rechistar. Me metí por un camino de tierra con la esperanza que despistar a mis posibles vigilantes, las piedras chocaban contra los bajos y las ruedas derrapaban en cada pequeña curva, pero tenía que asegurarme la huida. Mi corazón palpitaba y no era precisamente por la velocidad, tenía a mi lado la mujer que había ocupado tantas y tantas noches de deseo. Parecía intranquila,pero su semblante reflejaba serenidad. Salí del camino y tomé una carretera secundaria.


-¿Donde vamos?
-No lo sé.
-¿Y tu me tenías que salvar?
-Es que me he enterado hace unas horas de que la querían asesinar esta noche. Me imagino que nos estarán siguiendo, y que mi casa y despacho estará vigilado. No me dio tiempo a preparar nada.
-Tengo una casa en Valdeolmos, es un pequeño pueblo de Avila.
-¿Conoce alguien su existencia?
-Nadie. Suelo venir sola cuando necesito desconectar, dos o tres días nada más. Ha nadie le he comentado jamás su existencia, ni a mi marido, y hace muchos meses que no voy.
-Podrá valer. ¿Por donde se va?


Tomamos dirección a la casa sin que yo despegara los ojos de los retrovisores. De vez en cuando tenía la impresión que nos seguían,como una sensación de que estuviera en peligro, pero no vi a nadie tras nosotros. Llegamos a la casa en poco más de una hora, era vieja, aunque bien conservada. Su estructura era rara, demasiado cuadrada y alta, no parecía hecha para una vivienda.


-Pertenecía a un antepasado mio, era un tratante de telas y este era su almacén. Por eso tiene esos techos tan altos y esa forma.


Parecía que me hubiera leído el pensamiento. Recogió una llave de debajo de una piedra del jardín y abrió la puerta. La casa estaba desangelada, contenía muy pocos muebles, todos ellos de madera, y un olor a cerrado.


-¿Le gusta la vida simple? Nadie lo diría.
-Después de vivir en la enorme mansión de mi marido estar aquí es maravilloso.


No podía quitarla la razón. Me aseguré de que todo estuviera bien cerrado y me preguntó si tenía hambre. Ante mi afirmación abrió una botella de buen vino, me sirvió una copa mientras me invitaba asentarme a la mesa, y se puso a preparar algo. Puso a cocer unos espaguetis y abrió unas latas, haciendo un sofrito de tomate para aderezarlos. Se movía por la cocina y era incapaz de dejar de mirarla, su cuerpo se bamboleaba al son de una melodía que rebotaba en mi cabeza. Su fino y ajustado vestido resaltaba esas curvas y esa turgencia que soñé poseer, parece mentira lo que te puedes encontrar bajo un buen abrigo. A pesar del frío que reinaba en la casa, sudaba copiosamente ayudado por una excitación que me preocupaba no poder disimular. El vino me duró muy poco, ella me miró y sonrió mientras acercaba la botella. Que sonrisa ¡Dios mio!para derretir un iceberg.


-Parece que tienes sed. ¿Eh? ¿Que es ese ruido?

Me levanté de un salto y me asomé por la ventana, al final del camino se veía una fila de coches dirigiéndose hacia allí. Nos habían descubierto y ni tan siquiera había preparado una salida, estaba tan atontado con Lucía que no hice bien mi trabajo.


-¿Hay algún sitio donde ocultarnos?
-Bueno,la bodega. Está en el sótano y tiene una puerta antigua de madera maciza con refuerzos de metal, es la única entrada.


Sin pensarlo más cogimos los abrigos y bajamos corriendo. La puerta pesaba un quintal y los herrajes estaban en perfecto estado, mucho les iba a costar derribarla. Cerré bien la puerta, y con dos tablones la apuntalé por si las moscas. En una de las paredes encontré el cuadro de luces.


-¿Hay por aquí alguna linterna?
-No, están arriba, solo guardo algunas velas aquí abajo, se va la luz encuanto hay tormenta.
-¡Sáquelas!


En cuanto las encendió apagué la luz del cuadro de luces, al menos eso les dificultaría. Se oyeron voces y ruidos arriba, Lucía me abrazó temblorosa mientras notaba sus pechos contra mí, creí que me desmayaba. Poco a poco los ruidos cesaron.


-Tenemos que aguantar hasta que amanezca, una vez pasada la noche nada tienes que temer.
-Estoy muy cansada de tantos nervios. Me voy a tumbar un rato.


Echó su abrigo en el centro de la sala y se tumbó boca arriba en él con las piernas dobladas, la falda se escurrió y dejó sus muslos al aire, esa piel fina y sedosa hizo que mi pecho me doliese hasta casi ahogarme. Mi virilidad luchaba por salirse de mis pantalones. Me arrodillé a su lado y se incorporó sobre sus codos dejando que su melena danzara al aire. No pude aguantar más, la aferré con fuerza hacia mí mientras mis labios recorrían su cuello. La ropa apenas nos duró un instante puesta, la furia que desencadenamos los dos no tenía fin. No puedo asegurar cuanto tiempo estuvimos, pero en cada orgasmo sentía como si el cielo se inclinara a mis pies, eran intensos y largos, como nunca los tuve. Mis pensamientos solo la tenían a ella como centro, me sentía fuera de toda realidad que no fuese ese instante tantas veces soñado. La tenue luz de las velas ayudaba a crear una atmósfera mágica, espiritual. En mis oídos empezó a sonar una música cansina, pero no era capaz de prestar laatención, tan solo me recreaba en ese cuerpo y en esas sensaciones. Volvía a llegar al clímax, me agitaba convulso mientras me abrazaba a ella sintiendo como si su piel fuera parte de mí. Cuando el cielo se acercó una fuerza irrefrenable me sujetó contra el suelo. Noté un frío metal que rodeaba mis tobillos y mis muñecas, pero fui incapaz de intentar zafarme, estaba exhausto, mis sentidos todavía estaban perdidos en una nube y el olor de Lucía embotaba toda mi consciencia. Poco a poco fui volviendo a la realidad. Se habían encendido más velas y pude ver las argollas que me aprisionaban contra el suelo y que antes no había visto. Un apóstol con su túnica retiró el abrigo, de bajo estaba pintado el circulo con los caracteres arameos. Otro corrió la estantería que tenía de frente y apareció el Pórtico del alma negra dibujado, entonces me di cuenta de que llevaba mucho tiempo escuchando los rezos que los Jacobos. ¿Donde estaba Lucía?. Estiraba el cuello sin conseguir verla. La iban a matar, había fallado en mi cometido. ¡No podía perderla!, nunca encontraría una mujer así. Con todas las fuerzas que disponía tiré de las argollas sin conseguir nada. Me vi rodeado de los doce apóstoles que no dejaban de rezar hasta que una voz sonó más fuerte, apareció el Diacono con su túnica roja blandiendo una daga de dorado mango. Levantaba las dos manos gritando frases que yo no entendía mientras el resto bajaba su cara y asentía. Se arrodillo a mi lado y empezó a dibujar extraños símbolos sobre mi cuerpo con un pincel que mojaba en un cuenco con un líquido tibio y rojizo. Cuando se puso a pintar en mi cara pude ver en su mano un sello de oro con un blasón que conocía.


-¡Señor Ballurin!


Se retiró la capucha y allí estaba mi jefe, con una expresión extraviada.


-Hola Señor Tamayo, le doy la bienvenida a está cofradía.
-¿Pero que hace usted aquí?
-¿Que hago aquí? Asegurarme una vida larga y próspera.
-¿Como un hombre como usted cree en esas supercherías?
-Solo hay que remitirse a los hechos amigo. Usted ya me conoce por otronombre.
-¿Cual?
-Arturo Blais.
-¡Imposible!
-Nada es imposible amigo. Yo y mi mujer nos libramos de ese incendio huyendo por un pasadizo secreto. Solo tuvimos que cambiarnos de identidad.
-¿Su mujer?
-Si Lucía, bueno, en aquel entonces se la conocía como Lucrecia.


Miré con desesperación a los encapuchados. A mi izquierda hubo uno que levantó ligeramente la cabeza y pude ver sus ojos, esos ojos que no se me podían olvidar. ¡Era ella!. Miré a Arturo con cara de desconcertado.


-¿Se creía que ella iba a ser la víctima?. No amigo la victima no puede ser uno de los apóstoles, y tiene que venir de manera voluntaria como esta estipulado. Usted vino de manera voluntaria y ha recibido la esencia vital de todos los miembros que antes transmitieron a Lucrecia.
-Pero tiene que hacerse en suelo sagrado y esto no lo es.
-Se equivoca de nuevo. Es mentira que este edificio fuera un almacén de telas, era un mortuorio y aquí abajo se puso la capilla. Además, le prometí un regalo inolvidable si averiguaba que le pasaba a mi mujer.


Alzó la daga y se la clavó en el pecho, tiró de la daga hasta abrírselo entero mientras sus acólitos gritaban con entusiasmo. Le arrancó el corazón cuando aún palpitaba y comió un trozo.




-Buenas tardes. ¿Que desea?
-Me llamo Jorge Lorenzo y tengo una cita con el señor Arturo Ballurin.
-Acompáñeme


Fueron andando por un largo pasillo hasta la puerta de un despacho. El mayordomo abrió la puerta y le invitó a pasar.


-Buenas tardes.
-Buenas tardes, me imagino que le habrá sorprendido que le llame.
-La verdad es que si, me imagino que tendrá un ejercito de abogados que le defiendan.
-Así es, pero no es por eso por lo que le llame, es algo más personal, Andres Tamayo a desaparecido y se que es su amigo.
-¿Desaparecido?
-Si. Le encargué que siguiera a mi mujer, se comportaba de manera muy extraña desde hacía meses. Me dijo que colaboraba con usted, pero desde hace unos días ha desaparecido.
-Le estaba ayudando con una investigación, aunque no sé el trasfondo.
-Le propongo una cosa, que siga usted investigando a mi mujer y a la vez averiguar que le ha pasado a su amigo. Si lo descubre recibirá una compensación como nadie le ha dado jamás. ¿Acepta?
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Cinco horas llevaba de plantón esperando a Lucía dándole vueltas a lo que debía hacer. Sabía que tenía que evitar que fuera al sitio concertado, por las buenas o por las malas, pero dudaba donde llevármela. En mi casa o el despacho seguro que no, pues con el poder que tenía esta gente ya sabrían donde localizarme, no soy tonto, y de seguro que ellos sabían de sobra que la seguía. Dudaba si en un hotel o conducir sin parar hasta que se acabara la gasolina o la noche. En cualquier caso, lo más probable, es que me estuvieran vigilando. Un ruido me despertó de mi pensamiento, la verja estaba sonando. Como otras veces la seguí en sigilo, hasta que tomó una pequeña carretera, entonces la adelanté de manera temeraria y crucé mi coche obligándola a parar.


-¿Pero que hace? ¿Esta loco?
-Perdone Lucía.
-¿Como sabe mi nombre?
-Su marido me contrato para protegerla.
-¿De qué?
-De lo que va a pasar esta noche, la van a matar.
-¿A matarme? ¿Quién?
-Sus amigos, esos con los que iba esta noche a una de sus ceremonias.


Se quedó lívida y sin palabras, me miraba con los ojos muy abiertos, seguro que esperaba una explicación.


-Esta noche es el solsticio de invierno, y sus compañeros de bacanales planean arrancarle el corazón. Si quiere salvar la vida deje el coche en la cuneta y suba al mio ¡YA!.


Hizo lo que le dije sin rechistar. Me metí por un camino de tierra con la esperanza que despistar a mis posibles vigilantes, las piedras chocaban contra los bajos y las ruedas derrapaban en cada pequeña curva, pero tenía que asegurarme la huida. Mi corazón palpitaba y no era precisamente por la velocidad, tenía a mi lado la mujer que había ocupado tantas y tantas noches de deseo. Parecía intranquila,pero su semblante reflejaba serenidad. Salí del camino y tomé una carretera secundaria.


-¿Donde vamos?
-No lo sé.
-¿Y tu me tenías que salvar?
-Es que me he enterado hace unas horas de que la querían asesinar esta noche. Me imagino que nos estarán siguiendo, y que mi casa y despacho estará vigilado. No me dio tiempo a preparar nada.
-Tengo una casa en Valdeolmos, es un pequeño pueblo de Avila.
-¿Conoce alguien su existencia?
-Nadie. Suelo venir sola cuando necesito desconectar, dos o tres días nada más. Ha nadie le he comentado jamás su existencia, ni a mi marido, y hace muchos meses que no voy.
-Podrá valer. ¿Por donde se va?


Tomamos dirección a la casa sin que yo despegara los ojos de los retrovisores. De vez en cuando tenía la impresión que nos seguían,como una sensación de que estuviera en peligro, pero no vi a nadie tras nosotros. Llegamos a la casa en poco más de una hora, era vieja, aunque bien conservada. Su estructura era rara, demasiado cuadrada y alta, no parecía hecha para una vivienda.


-Pertenecía a un antepasado mio, era un tratante de telas y este era su almacén. Por eso tiene esos techos tan altos y esa forma.


Parecía que me hubiera leído el pensamiento. Recogió una llave de debajo de una piedra del jardín y abrió la puerta. La casa estaba desangelada, contenía muy pocos muebles, todos ellos de madera, y un olor a cerrado.


-¿Le gusta la vida simple? Nadie lo diría.
-Después de vivir en la enorme mansión de mi marido estar aquí es maravilloso.


No podía quitarla la razón. Me aseguré de que todo estuviera bien cerrado y me preguntó si tenía hambre. Ante mi afirmación abrió una botella de buen vino, me sirvió una copa mientras me invitaba asentarme a la mesa, y se puso a preparar algo. Puso a cocer unos espaguetis y abrió unas latas, haciendo un sofrito de tomate para aderezarlos. Se movía por la cocina y era incapaz de dejar de mirarla, su cuerpo se bamboleaba al son de una melodía que rebotaba en mi cabeza. Su fino y ajustado vestido resaltaba esas curvas y esa turgencia que soñé poseer, parece mentira lo que te puedes encontrar bajo un buen abrigo. A pesar del frío que reinaba en la casa, sudaba copiosamente ayudado por una excitación que me preocupaba no poder disimular. El vino me duró muy poco, ella me miró y sonrió mientras acercaba la botella. Que sonrisa ¡Dios mio!para derretir un iceberg.


-Parece que tienes sed. ¿Eh? ¿Que es ese ruido?

Me levanté de un salto y me asomé por la ventana, al final del camino se veía una fila de coches dirigiéndose hacia allí. Nos habían descubierto y ni tan siquiera había preparado una salida, estaba tan atontado con Lucía que no hice bien mi trabajo.


-¿Hay algún sitio donde ocultarnos?
-Bueno,la bodega. Está en el sótano y tiene una puerta antigua de madera maciza con refuerzos de metal, es la única entrada.


Sin pensarlo más cogimos los abrigos y bajamos corriendo. La puerta pesaba un quintal y los herrajes estaban en perfecto estado, mucho les iba a costar derribarla. Cerré bien la puerta, y con dos tablones la apuntalé por si las moscas. En una de las paredes encontré el cuadro de luces.


-¿Hay por aquí alguna linterna?
-No, están arriba, solo guardo algunas velas aquí abajo, se va la luz encuanto hay tormenta.
-¡Sáquelas!


En cuanto las encendió apagué la luz del cuadro de luces, al menos eso les dificultaría. Se oyeron voces y ruidos arriba, Lucía me abrazó temblorosa mientras notaba sus pechos contra mí, creí que me desmayaba. Poco a poco los ruidos cesaron.


-Tenemos que aguantar hasta que amanezca, una vez pasada la noche nada tienes que temer.
-Estoy muy cansada de tantos nervios. Me voy a tumbar un rato.


Echó su abrigo en el centro de la sala y se tumbó boca arriba en él con las piernas dobladas, la falda se escurrió y dejó sus muslos al aire, esa piel fina y sedosa hizo que mi pecho me doliese hasta casi ahogarme. Mi virilidad luchaba por salirse de mis pantalones. Me arrodillé a su lado y se incorporó sobre sus codos dejando que su melena danzara al aire. No pude aguantar más, la aferré con fuerza hacia mí mientras mis labios recorrían su cuello. La ropa apenas nos duró un instante puesta, la furia que desencadenamos los dos no tenía fin. No puedo asegurar cuanto tiempo estuvimos, pero en cada orgasmo sentía como si el cielo se inclinara a mis pies, eran intensos y largos, como nunca los tuve. Mis pensamientos solo la tenían a ella como centro, me sentía fuera de toda realidad que no fuese ese instante tantas veces soñado. La tenue luz de las velas ayudaba a crear una atmósfera mágica, espiritual. En mis oídos empezó a sonar una música cansina, pero no era capaz de prestar laatención, tan solo me recreaba en ese cuerpo y en esas sensaciones. Volvía a llegar al clímax, me agitaba convulso mientras me abrazaba a ella sintiendo como si su piel fuera parte de mí. Cuando el cielo se acercó una fuerza irrefrenable me sujetó contra el suelo. Noté un frío metal que rodeaba mis tobillos y mis muñecas, pero fui incapaz de intentar zafarme, estaba exhausto, mis sentidos todavía estaban perdidos en una nube y el olor de Lucía embotaba toda mi consciencia. Poco a poco fui volviendo a la realidad. Se habían encendido más velas y pude ver las argollas que me aprisionaban contra el suelo y que antes no había visto. Un apóstol con su túnica retiró el abrigo, de bajo estaba pintado el circulo con los caracteres arameos. Otro corrió la estantería que tenía de frente y apareció el Pórtico del alma negra dibujado, entonces me di cuenta de que llevaba mucho tiempo escuchando los rezos que los Jacobos. ¿Donde estaba Lucía?. Estiraba el cuello sin conseguir verla. La iban a matar, había fallado en mi cometido. ¡No podía perderla!, nunca encontraría una mujer así. Con todas las fuerzas que disponía tiré de las argollas sin conseguir nada. Me vi rodeado de los doce apóstoles que no dejaban de rezar hasta que una voz sonó más fuerte, apareció el Diacono con su túnica roja blandiendo una daga de dorado mango. Levantaba las dos manos gritando frases que yo no entendía mientras el resto bajaba su cara y asentía. Se arrodillo a mi lado y empezó a dibujar extraños símbolos sobre mi cuerpo con un pincel que mojaba en un cuenco con un líquido tibio y rojizo. Cuando se puso a pintar en mi cara pude ver en su mano un sello de oro con un blasón que conocía.


-¡Señor Ballurin!


Se retiró la capucha y allí estaba mi jefe, con una expresión extraviada.


-Hola Señor Tamayo, le doy la bienvenida a está cofradía.
-¿Pero que hace usted aquí?
-¿Que hago aquí? Asegurarme una vida larga y próspera.
-¿Como un hombre como usted cree en esas supercherías?
-Solo hay que remitirse a los hechos amigo. Usted ya me conoce por otronombre.
-¿Cual?
-Arturo Blais.
-¡Imposible!
-Nada es imposible amigo. Yo y mi mujer nos libramos de ese incendio huyendo por un pasadizo secreto. Solo tuvimos que cambiarnos de identidad.
-¿Su mujer?
-Si Lucía, bueno, en aquel entonces se la conocía como Lucrecia.


Miré con desesperación a los encapuchados. A mi izquierda hubo uno que levantó ligeramente la cabeza y pude ver sus ojos, esos ojos que no se me podían olvidar. ¡Era ella!. Miré a Arturo con cara de desconcertado.


-¿Se creía que ella iba a ser la víctima?. No amigo la victima no puede ser uno de los apóstoles, y tiene que venir de manera voluntaria como esta estipulado. Usted vino de manera voluntaria y ha recibido la esencia vital de todos los miembros que antes transmitieron a Lucrecia.
-Pero tiene que hacerse en suelo sagrado y esto no lo es.
-Se equivoca de nuevo. Es mentira que este edificio fuera un almacén de telas, era un mortuorio y aquí abajo se puso la capilla. Además, le prometí un regalo inolvidable si averiguaba que le pasaba a mi mujer.


Alzó la daga y se la clavó en el pecho, tiró de la daga hasta abrírselo entero mientras sus acólitos gritaban con entusiasmo. Le arrancó el corazón cuando aún palpitaba y comió un trozo.




-Buenas tardes. ¿Que desea?
-Me llamo Jorge Lorenzo y tengo una cita con el señor Arturo Ballurin.
-Acompáñeme


Fueron andando por un largo pasillo hasta la puerta de un despacho. El mayordomo abrió la puerta y le invitó a pasar.


-Buenas tardes.
-Buenas tardes, me imagino que le habrá sorprendido que le llame.
-La verdad es que si, me imagino que tendrá un ejercito de abogados que le defiendan.
-Así es, pero no es por eso por lo que le llame, es algo más personal, Andres Tamayo a desaparecido y se que es su amigo.
-¿Desaparecido?
-Si. Le encargué que siguiera a mi mujer, se comportaba de manera muy extraña desde hacía meses. Me dijo que colaboraba con usted, pero desde hace unos días ha desaparecido.
-Le estaba ayudando con una investigación, aunque no sé el trasfondo.
-Le propongo una cosa, que siga usted investigando a mi mujer y a la vez averiguar que le ha pasado a su amigo. Si lo descubre recibirá una compensación como nadie le ha dado jamás. ¿Acepta?


Wowwwwwwwwwwwwwwwwww hay pasiones que matan literalmente que buen relato ,me encanto ,tiene todos los condimentos necesarios para atrapar en la lectura,te felicito Javier esta muy pero muy bueno y con un desenlace tenebroso y macabro llevado de excelente forma,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.
 

MARIPOSA NEGRA

********
ahhh tremenda historia mi querido Javi, con tus relatos uno nunca sabe como van a terminar, extraordinario jajaja tiene de todo intriga, sexo, engaño, total y rotundamente un pacto con el diablo, un placer enorme pasar por tus geniales creaciones, besos señor de las intrigas
 
Magistral relato poeta, siendo sincera me cuesta un poco de trabajo ver como temas con tanta calidad tengan tan pocas visitas, aunque habrá gente que prefiera los temas románticos, me imagino, es lo único que se me ocurre, ahora pensaba publicar un tema aquí pero no se si tendrá caso, en fin de igual forma lo haré, en verdad lo he disfrutado, final de pelicula, un saludo.
 

Maria Jose

Miembro Conocido
Creo oportuno comentar tu historia en el último capítulo y menuda historia, Javi. Un relato de intriga, misterio...está muy bien llevada y describes muy bien todos los detalles, con eso la haces visual. El final es sorprendente, lo determinas en un bucle.
Es como haber ido al cine.
Bien hecho, un abrazote.
 
Última edición:
Finalizaste muy bien con el relato, muy tenebroso por cierto.

Lo único que me dejó inquieto fue que durante todo el cuento la narración fue en primera persona, pero al momento del sacrificio, pasaste el narrador a tercera persona... no sé si para no narrar el propio sacrificio o qué? Incluso, leído en primera instancia parece que quien se calva la daga es el propio Arturo Blais.

Por todo lo demás, felicitaciones!!

Un abrazo.
 
Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaj. al leer el segundo episodio me imaginé cual sería el fin del detective.Buen relato; seguramente que continuará ya que has dejado esa posibilidad como toda serie que se respete, jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaj.

Sigifredo
 

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