Francisco Escobar Bravo
Miembro Conocido
Anécdotas de un poeta
Igual que hace un gran amigo mío, de mi total confianza, Isidro Bruna Gallego, dándonos todas las mañanas los buenos días de su tierra aragonesa, voy a intentar comenzar y proseguir esta nueva serie en la que relataré pequeñas curiosidades de la vida de un poeta que ha trabajado en todo lo que ha sido necesario y ha realizado infinidad de “hazañas” y corrido mil aventuras en una gran capital como es Madrid – en la cual la única aventura posible parece ser evitar que un miembro de las Fuerzas de Seguridad del mismo Estado te meta seis tiros en la cabeza por una simple discusión de tráfico – donde parece que no sucede nunca nada fuera de lo normal aparte de que un anciano de 80 y pico de años viole a su suegra de 101.
¡Vamos allá!
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El regalo con la cajetilla de tabaco
El regalo con la cajetilla de tabaco
Desde hace algún tiempo los propios estanqueros o las marcas de tabaco tienen por costumbre, no todas las veces, regalar un encendedor recargable con cada cajetilla que se compra o con cada cartón.
Últimamente, donde suelo comprar – perdonen, pero es que considero indispensable que un escritor fume mientras escribe, me han curado un cáncer de próstata y lo mismo muero de uno de pulmón o de garganta aunque les aseguro que el tabaco mata menos que el alcohol y que la cocaína – en determinados días suele acudir una muchacha a ofrecer una determinada marca de cigarrillos ofreciendo a cambio diversos regalos: Encendedores, como he dicho, gafas de sol, mochilas, etc. Hasta un Iphone ofrecían hoy, pero eso ya era mediante un sorteo. Es decir, el timo de la estampita.
Pues llego al estanco, me acerco a la ventanilla y antes de llegar a ella una bellísima muchacha me dice:
- Caballero, ¿es usted fumador? -.
- Pues no suelo venir al estanco a por galletas... -.
Reconozco que mi respuesta es bastante agria, pero aparte de que pueda estar de mejor o peor humor por causas que no vienen a cuento es que considero que es una pregunta estúpida. A un estanco puede acudirse a comprar sellos de Correos, de acuerdo, pero el 90% de los clientes van a comprar tabaco porque sí que fuman. Son las nuevas tácticas de ventas que detesto y que los pobres chavales, universitarios incluso muchos de ellos, son obligados a aplicar por sus Jefes de Ventas. Como la llamada de ayer de YOIGO, una empresa de telefonía: - Hola, MIRA, TE llamo de Yoigo. ¿TE interesa la oferta que voy a HACERTE? -.
Mi voz de antiguo barítono lírico, hoy ya muy cascada, no deja lugar a dudas de que soy un hombre ya con unos cuantos años.
– Señorita, mire USTED cuando necesite algo suyo ya les llamaré yo. ¿Me entiende USTED? -. Y colgué sin más, como acostumbran a hacer ellos cuando perciben que “han pinchado en hueso” con ese posible cliente.
- Dame cinco paquetes de Rothmans largo, por favor. -. Solicitó a la estanquera, a la cual conozco desde que llevaba pañales casi, su padre y su tío eran quienes regentaban el negocio siendo yo mozuelo.
Esta marca de tabaco es la que fumo en los últimos meses desde que descubrí que aparte de ser la más barata me agrada su sabor. Con una de las cajetillas venía pegado un mechero.
- ¿Y esto, Susana? -. Pregunto.
- Venía así. – Me responde.
Me encojo de hombros y entonces la gentil azafata me dice: - ¿Ve usted?, con mi marca se hubiera llevado usted cinco mecheros.-.
A mí es que me encanta cuando en la farmacia donde habitualmente compro las múltiples pastillas que tomo cada día escucho que cuando te cobran dicen: - Son ocho euros, POR FAVOR. -. Esa música celestial de la buena educación me suena mejor que la del mismísimo Mozart, se lo aseguro.
Perdonen el inciso, vamos al estanco y concluyo para no fatigarles.
Me vuelvo a la bella muchacha y le suelto, lo más amablemente que puedo que vuelvo a confesar que ha sido poco:
- Mire, señorita, muchas gracias por su amable oferta. Pero en mi vida las mujeres, el vino y la ropa las he elegido siempre yo y no por lo que me diesen a cambio o de regalo, como hacen los políticos, sino porque eran los que me gustaban. Sobre todo, las mujeres, ¡fíjese! Que más vale una buena en la cama que ciento en la alcoba. -.
Ignoro si mi alusión a las golfadas y al “intercambio de cromos” de nuestros politiquillos, corruptos la mayoría de ellos, ha gustado a las cuatro o cinco personas que se encontraban en el local pero su ovación me ha sonado casi mejor que cuando interpretaba Di Provenza il mar, il suol... de TRAVIATA, que no se me daba mal del todo con su fa sostenido.
¡Hasta pronto!