Jorge Toro
Miembro Conocido
Cuando es la tarde violeta
en el edén de mi tierra,
cualquier tristeza se entierra
virando a feria completa.
La vida vibra coqueta,
ascienden las emociones,
y salen a los balcones
las jóvenes agraciadas
para atraer las miradas
de los apuestos varones.
Prodigan risas discretas
a todos los aldeanos
y agitan, pulcras, sus manos
con intenciones secretas.
Alborozadas, coquetas,
descienden hasta las puertas
y se disponen, expertas,
a recibir los cortejos
de quienes desde lo lejos
hicieron señas abiertas.
Al esperar los mozuelos
descotan algo su trajes
y muestran más los encajes
que emplean como señuelos.
Esgrimen blancos pañuelos
y ponen caras de susto
así levanten su busto
para atrapar la mirada
de aquél que desde su entrada
encuentra todo a su gusto.
De prisa son invitadas
y salen a caminar
hasta que arriban al bar
por la cintura enlazadas.
Al ritmo de unas baladas
y de vinillos costosos
comienzan finos acosos,
con ojos que coquetean,
y en corto lapso acarrean
plurales roces ansiosos.
Las copas suben el tono
con él arriban los besos,
los impetuosos excesos
y asuntos que ni menciono…
A media noche, el patrono,
decide que va a cerrar
y pide a todos marchar
con tino a sus aposentos,
por tantos que en los asientos
no pueden ni mascullar.
Mancebos y sus amadas
se paran tambaleando
y van del brazo hasta cuando
las damas sufren arcadas.
No más llegando a las gradas
el paso de un ventarrón
levanta más de un faldón
que deja desarropadas
sus piernas mal rasuradas
para un mayor papelón.
Acaba el baile en un fiasco
y adiós se dicen de lejos
pues cualesquiera cortejos
les son negados por asco.
Para peor un chubasco
se viene rápido encima
y sin piedades ultima
la gracia de cada dama
que en sus adentros infama
los malos tragos y el clima.
Los hombres van por su lado
limpiándose los zapatos,
los más insólitos “patos”*
del repugnante bocado.
Aparte, con desagrado
observan que en sus bolsillos
no quedan sus ahorrillos
y que esta noche maldita
así pintara bonita
no tuvo triunfos ni brillos.
*Pato: recipiente donde se recogen los excrementos de un enfermo.
en el edén de mi tierra,
cualquier tristeza se entierra
virando a feria completa.
La vida vibra coqueta,
ascienden las emociones,
y salen a los balcones
las jóvenes agraciadas
para atraer las miradas
de los apuestos varones.
Prodigan risas discretas
a todos los aldeanos
y agitan, pulcras, sus manos
con intenciones secretas.
Alborozadas, coquetas,
descienden hasta las puertas
y se disponen, expertas,
a recibir los cortejos
de quienes desde lo lejos
hicieron señas abiertas.
Al esperar los mozuelos
descotan algo su trajes
y muestran más los encajes
que emplean como señuelos.
Esgrimen blancos pañuelos
y ponen caras de susto
así levanten su busto
para atrapar la mirada
de aquél que desde su entrada
encuentra todo a su gusto.
De prisa son invitadas
y salen a caminar
hasta que arriban al bar
por la cintura enlazadas.
Al ritmo de unas baladas
y de vinillos costosos
comienzan finos acosos,
con ojos que coquetean,
y en corto lapso acarrean
plurales roces ansiosos.
Las copas suben el tono
con él arriban los besos,
los impetuosos excesos
y asuntos que ni menciono…
A media noche, el patrono,
decide que va a cerrar
y pide a todos marchar
con tino a sus aposentos,
por tantos que en los asientos
no pueden ni mascullar.
Mancebos y sus amadas
se paran tambaleando
y van del brazo hasta cuando
las damas sufren arcadas.
No más llegando a las gradas
el paso de un ventarrón
levanta más de un faldón
que deja desarropadas
sus piernas mal rasuradas
para un mayor papelón.
Acaba el baile en un fiasco
y adiós se dicen de lejos
pues cualesquiera cortejos
les son negados por asco.
Para peor un chubasco
se viene rápido encima
y sin piedades ultima
la gracia de cada dama
que en sus adentros infama
los malos tragos y el clima.
Los hombres van por su lado
limpiándose los zapatos,
los más insólitos “patos”*
del repugnante bocado.
Aparte, con desagrado
observan que en sus bolsillos
no quedan sus ahorrillos
y que esta noche maldita
así pintara bonita
no tuvo triunfos ni brillos.
*Pato: recipiente donde se recogen los excrementos de un enfermo.