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Aquella cantina

“AQUELLA CANTINA”
--- Era media noche, me aposté en la esquina, fije la mirada en aquella fachada toda carcomida por causa del tiempo, ahora abandonada y en fría soledad. Por la escasa luz, cerrando los ojos para recordar, retornó a mi mente el grato recuerdo de aquel lugar; populoso barrio de mi gran ciudad.

--- Antes, fue cantina y, dejó honda huella en lo personal; hoy que la recuerdo como entre penumbra, mi pecho se abruma, pero así es la vida que en todo se obstina; es grato recuerdo, pero más hermoso es el recordar:

--- Ya, por empezar los años 60.s., creo recordar tiempos placenteros; tal vez por tranquilos y seguridad; quien quiera que fuere podía deambular. No era necesario, abordar un coche de esos de alquiler para transportarse; era el ruletero que el populacho bien lo conocía, y que era casi un lujo, cuestión de dinero, taxi no existía, aunque con el tiempo todo cambiaría, eso sin dudar.

¡QUÉ TIEMPOS AQUELLOS!

--- Había libertad por todo lugar; toda hora feliz porque se prestaba para caminar. En aquel entonces de aquel mero día ya se ameritaba llegar pronto a casa, pues había realizado todo un trajinar: “estar con la novia, bella mujercita, en el mero barrio de la “Santa Anita”, después con la “flota” ---los grandes amigos---, echando guitarra, puro corazón; armar la bohemia, canción tras canción con Rodolfo (El Negro) y Lara Viveros, el buen Manuelón”.

--- Era ya costumbre pasar por ahí; aquella cantina, la “Noche de Ronda”, más que conocida y lugar de reunión, en el populoso barrio, por nombre “La Unión”. El cual daba asilo a quien apetecía desde copa barata, hasta whisky y ron.

--- Disipar las penas era el objetivo. Olvidar de a “perdis”, parte del “ayer”, ya que para eso siempre había motivo y pretexto de sobra; de todas maneras, rico, triste o pobre, el tiempo lo cobra sin saber como y a todas edades. No había preferencia ni rango social; unos más dolidos, otros, los fregados, de “carrera larga”, y más, sin dudar.

--- Desde el mediodía funcionaba el bar, pero más de noche hasta reventar ---la hora apropiada para disipar y la pena olvidar---. Era un imposible poder discernir, qué mal le aquejaba a cada fulano, ya que cada copa borraba el sufrir.

--- Parado, ahí enfrente lo que fue “cantina” ---época bonita, tal vez algunos recuerden a Don Pepe y Anita---. Pese a escasa luz, vino a mi memoria que en cierta ocasión, uno de esos tantos necios bebedores salía del lugar; todo tambaleante, mirando a los lados y haciendo “eses”, por lo ya ingerido; su andar era torpe y con dificultad; seguía caminando hasta al fin perderse en la oscuridad. También el recuerdo de los que salían a veces cantando, otros profiriendo regias maldiciones o “mentadas de madre”. Era cotidiana, esa variedad. Mientras uno que otro, de “carrera larga”, seguiría la “juerga”, en barrio aledaño, el de San Antonio, muy cerca de ahí y, como corderitos de manso rebaño, iban al oriente de la gran ciudad, porque ahí abundaban bares y cantinas, cabarets, congales y quien sabe que más.

AYERES DEL RECUERDO

--- Pero esta ocasión, grato es recordado, el lugar citado que llamó mi atención; avivó recuerdos muy bien conservados, como esas noches que eran todo un show. Pero más que nada para el parroquiano que tenía por gusto pasar por ahí, la silente noche daba a invitar, como cortinilla, permitía escuchar, a corta distancia, nada estridente, tampoco boruca, aunque provenía de aquella cantina, que a la vez se aunaba al grato sonido de la sinfonola que alegre emitía, porque al parecer, daba a convidar y, participaba musical ambiente, dando colorido al reproducir a todo volumen, canciones de ayer, las que alimentaban alguna ilusión o tal vez decepción; entre muchas más, como: “Amor Perdido”, “Mil Noches”, “El Cafetal”, “Contigo”, “La Gloria eres tú”, Martha o Amorcito Corazón.

--- Con la introducción de una moneda; de grandes artistas teníamos festín ---melodía o canción---. No podían faltar Panchos ni Diamantes, tampoco Los Jaibos, Dandy’s, Tecolines y la inolvidable María Luisa Landín.

--- Tiempos ya pasados ¡Pecado olvidar! Cuando era muy ameno, escuchar la gracia y versatilidad del gran Pedro Infante o Jorge Negrete, de recio cantar o cantando “Martha”, con Nicolás Urcelay, ---gran tenor de antaño que ya no los hay---- También la “Viajera”, con Luis Arcaraz. Era el apogeo de: Fernando Fernández, María Victoria, Pérez Prado y otros tantos más. Y como especiales, esos extranjeros tan excepcionales, que nos conquistaron con esa exquisita musicalidad y sutiles temas como: Nat King Cole, Glenn Miller, entre ellos, Los Platters, aunque había más. Todo era romántico, se hablaba de amor, no había maldad.

--- ¡Qué hermosos tiempos! Grato es recordar. Da la sensación de que fuera un sueño y no despertar. Fue aquella cantina, recinto sagrado, donde tantos, cuántos, ahí nos refugiamos; la copa beber y así disipar la pena o suceso, todo mal recuerdo de tiempo pasado y que ahí quedara al fin sepultado.

--- Ahora, sólo ruinas, por tiempo ensañado. Para unos, olvido, más no para todos. Sólo para aquellos que el tiempo ha dejado; inmensos recuerdos y siempre enamorados.

Autor: Rafael Calderón Negrete. (Puebla, México)
Seudónimo: Jurcan Uriarte Pontleca.
13/10/2018. Derechos de Autor Reservados.©
 
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Muchas gracias mi querido amigo y maestro JAVIER TOMAS. Aprovechando el mensaje, por ahí te pedí de favor me aconsejaras si la cuenta de visitas está fallando en mi equipo o es el Portal Literario, ya que desde hace varios días sigue igual, al parecer desde el 29 de septiembre. Perdona la molestia y gracias nuevamente...
 

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