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Atrapada



De pronto, Clara despertó en medio de una habitación enorme, con paredes grisáceas, un olor a polvo y muebles viejos predominaba en el ambiente, incontables figuras la rodeaban, guardando entre sí una distancia prudente; esas figuras plásticas, inmóviles, con las manos y dedos extendidos, sus rostros completamente inexpresivos, dirigían sus frías e inertes pupilas directamente hacía ella, produciéndole una sensación extraña, como si cada uno de ellos la cuestionara, como si estuviesen pendientes de cada uno de sus movimientos.


Sus piernas temblaban, podía escuchar los latidos de su corazón, desmesurados y nerviosos, le subían por la boca, ahogando cualquier otro sonido que saliera de ella, giró su cabeza en todas direcciones buscando una salida, dio un paso atrás sin medir distancia y un dedo tieso se clavó en su espalda, haciéndola saltar hacia adelante, esto le produjo una exaltación mayor, sus ojos se abrieron reflejando pánico, un sudor frío le escurría entre el pelo y el rostro.

En un intento de ejercer un poco de autocontrol, empezó a recitar para ella misma, una serie de frases sueltas - ¡tranquila! ¡No pasa nada!, ¡Esto no es real!, en cuanto despiertes te reirás de todo esto – las figuras frente a ella permanecían en reposo.

Una vez más revisó la habitación, a su costado derecho había una puerta oscura, se deslizó entre los bultos, procurando no tocarlos, zigzagueando, esquivando, pero en su afán de evadirlos no midió el espacio, su brazo izquierdo se raspó contra los puntiagudos y rígidos dedos de uno de ellos, el cual marcó su paso por la piel de Clara, enrojeciéndola al instante con el arañazo.

Ella apresuró el paso para alcanzar la puerta, giró la perilla y esta se abrió, dejando caer en su rostro un gélido y hediondo golpe de aire, era insoportable aquella pestilencia, olía a animal muerto, a muerte vieja, a carne podrida; tal vez podría soportar el olor pero la oscuridad que se volcó en sus ojos al abrir la puerta, era algo difícil de tolerar, aún así continuó su avance paso a paso, palpaba el aire con sus manos, tenía el vientre entumecido por la ola de emociones que la recorrían, de pronto el piso se volvió inestable y la hacía trastabillar, bajo algo parecido a escalones irregulares, unos más gruesos, otros más cortos, pero ella no se detuvo.

Tocó una pared de textura terrosa, eran bloques de piedra sólida, que se extendían a sus costados, ahora el camino era más angosto, podía palpar ambos lados a la vez con facilidad, fue girando según le guiaba la roca, a medida que descendía aumentaba la fuerza en la corriente de aire, se le colaba entre el pelo, levantando mechones de este a su paso.

A esas alturas ya no podía pensar, se había saturado de tanto sentir, oler y palpar, incluso de tanto temer; a lo lejos un rumor empezó a surgir, al principio era incomprensible, apenas un susurro lejano, lentamente se fue aclarando, sonidos roncos, jadeos, gruñidos se amontonaban escaleras abajo, ella dudo de continuar, dio un paso más y algo en el suelo la hizo caer hacia atrás, sentada en los escalones apoyaba sus brazos a sus espaldas para frenar su cuerpo, de pronto algo atrapó su tobillo, se sentían rígido y húmedo el contacto, ella instintivamente soltó un grito y lanzó un golpe con el otro pie para liberarse, los gruñidos escalaban hacia ella, el pánico se apoderó de su cuerpo, la adrenalina se disparó en su sangre, giró lo más rápido que pudo, contorsionándose para ponerse de pie y comenzó a subir las escaleras, gritando por auxilio, pero nadie la oía.

Apenas cruzó la puerta que había dejado abierta, la cerró con tanta fuerza que hizo cimbrar toda la habitación, las figuras seguían ahí, horriblemente calladas; algo golpeó la puerta en la que ella aún estaba apoyada, le escurrían lágrimas y sudor del rostro, temblaba sin parar, los golpes se sucedieron uno tras otro, Clara sintió que estaba perdida, de seguir así aquello, eso que la seguía, podría entrar, derribaría la puerta sí no hacía algo para evitarlo, buscó con la mirada, a su izquierda un viejo baúl polvoriento parecía la mejor opción, corrió hacia él y lo arrastró, colocándolo contra la puerta, el truco funcionó por lo menos unos momentos, ya que la fuerza de los golpes disminuyó.

Ella recorrió el lugar en busca de otra salida, en el extremo opuesto de la habitación encontró una ventana fija, empotrada en la pared, aunque algo estrecha, seguramente cabría en ella, solo tenía que abrirla, examinó uno de los maniquís a su alrededor, era demasiado pesado para levantarlo sola, intentó quitarle un brazo, al maniobrarlo se desprendió la cabeza, lo cual la hizo lanzar un grito ensordecedor, el ruido que produjo reavivó el intento de “aquello” (fuera lo que fuera) por abrir la puerta.

Clara tomó entre sus manos la cabeza del maniquí y la lanzó con toda la fuerza de que fue capaz contra el vidrio, con ese primer ataque solo logró estrellarle una esquina, repitió un par de veces el golpe, hasta romperlo por completo, trepó a unas cajas que yacían bajo la ventana para poder trepar, todavía no terminaba de escalar cuando un contundente golpe en la puerta hizo saltar un trozo de madera, dejando al descubierto varias manos horrendas, con la carne corrompida, se asomaban también un par de ojos que se amontonaban unos contra otros, los gruñidos y jadeos llenaron la habitación.

Espantada más que antes salió por la ventana, se deslizó hasta que sus pies tocaron el piso, pero con sorpresa descubrió que se encontraba en un edificio demasiado alto para brincar; la agitación atrás de ella iba creciendo porque la parte superior de la puerta había cedido a la presión y se desplomó por encima del baúl, aquellos entes se arrastraron sobre los restos de madera y avanzaban hacia ella siguiendo su olor.

Ella gritó con todas sus fuerzas pidiendo auxilio, pero a su alrededor solo se veía un interminable y tupido bosque, sus gritos resonaban a través de él, pero nadie acudía en su auxilio, lloraba histérica, aferrada a la pared del edificio, cuando sintió un jalón, su pelo estaba atrapado en las manos de una de esas criaturas, gritó con más fuerza y terror del que había sentido en toda su vida.

Había entrado en una crisis nerviosa y de la nada aún entre lágrimas comenzó a reír, con tremendas carcajadas, gritaba – ¡sáquenme de aquí, tengo mucho por vivir!, ¡yo no he hecho nada!, ¡no merezco morir así! – cuando estaba a punto de perder el sentido, en un momento en el que sentía que toda fuerza la había abandonado y que si no se tiraba por el precipicio, moriría de una forma todavía más espantosa, intentó controlarse, un paso solamente la separaba del abismo, así que tomó la decisión.

Recordó su vida en instantes, la gente que amó, sus errores, sus triunfos, sus planes, tenía fe mucha fe, pero no tenía opciones, como pudo torció los dedos que la anclaban a la ventana, dándoles la espalda abrió sus brazos y se impulsó hacia atrás…

En el momento justo, una mano salió de la ventana y la sostuvo, diciéndole,- Clara, solo era una broma mujer, ¿te quieres casar conmigo? -

Sergio sabía que Clara amaba las historias de terror y entre sus favoritas estaban las de “zombis”, así que con ayuda de sus amigos y familiares, armó un escenario propicio para enmarcar su propuesta; por supuesto ella respondió que, si, pero esto lo hizo cuando él salió de la sala de urgencias, por la paliza que su amada le regaló.


 

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