Jorge Luis Alava
Miembro Conocido
“Era de nunca habernos prometido
llegar a viejos”, le dijo él a ella
antes de que la hojarasca tocara el suelo.
Sostenía el viejo con la luz apagada:
“habiendo ya crecido, solo se espera
bajar dejando que la carne vuelva al polvo,
como lo hace siempre el viejo mar, con dolor”.
Ella más bien renovaba el vestido
y remendaba los agujereados
meses colgantes, amarillentos
y fugados al recuerdo.
Llegaba hasta el álbum de juventudes,
acariciaba surrealistamente la tersura
de la piel de otras décadas,
parafraseaba los pocos versos
que nunca escribió
por temor de morirse
no haciendo nada mas
que el no oficio del poema.
Y fue bajando la marea por la espalda
arruinando tendones y latidos,
esperando, a que ambos,
sostuvieran el tiempo en las rodillas,
como lo habían hecho con los poros
(de a poquito papel crepe)
saliendo de los treinta.
Se acomodan a la noche
y a la amarga idea de no vivir en el libro,
de no ser viejos en Comala,
aunque alguna vez él sí pensó
que ambos fueron paridos
por la pluma de Juan.