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Bella dama

Bella dama…Era la noche de Halloween, y en una grandiosa casa se celebraba la fiesta más espectacular de la comarca. Todo estaba listo, con una exquisitez extraordinaria, elegancia, mucho glamour y todo lujo de detalles, previstos para causar sensación entre los invitados. May, el anfitrión, se preocupó hasta del más mínimo detalle. Tenía que ser una fiesta muy distinguida, la ocasión lo requería.

La fiesta estaba cada vez más animada. No dejaban de llegar invitados, con disfraces cada cual más extravagante, acordes con la fiesta. El anfitrión entró al salón vestido de manera chulesca, con un traje ajustado, un sombrero a juego y un pañuelo blanco alrededor del cuello. Miró a su entorno y fue saludando a sus invitados. Enseguida se hizo con las damas más bellas de la sala, ataviada con preciosos y elegantes disfraces. Piropeando a las señoras con dulces palabras, les decía divertidos y burlescos dichos de amor. Usando su pañuelo blanco para no lastimarse, recogió del cesto gigante del centro de la sala varias rosas, las cuales fue regalando a cada mujer de la pista, mientras bailaba con ellas melodías macabras.

May se sentía muy seguro de sí mismo, mucho más de lo habitual. Orgulloso, dijo en voz alta:
”Esta noche podría conquistar hasta a la mismísima muerte”.

De repente, alguien tocó su hombro. May se giró y vio ante sus ojos a una dama muy bella. Tenía la tez blanca y vestía muy elegante, destacando por encima de los demás invitados. Con una dulzura especial en su mirada, la dama le ofreció su mano, invitándole a él que se fuese con ella. Y May, con mirada chulesca, aceptó encantado.
“Lo que tú quieras nena, tú eres nueva. Aquí ya está todo más que mirado y rebuscado y a ti no te conozco… por ahora, iré donde quieras”.

Las señoras, al ver lo que acontecía, se marcharon de la sala ruborizadas. Mientras él, sonriendo, besó cortésmente la mano de la bella dama. Al hacerlo, sintió escalofríos al notarla tan helada, cerró los ojos unos instantes y al volverlos a abrir se encontró delante de él una tumba. La dama sentada encima, señalando el nombre que había grabado en ella, quedando él sorprendido al ver que era el suyo. Ella le invitó a acercarse y al oído le dijo “este es nuestro nicho de amor”. La bella dama lo atrajo hacia ella y le dio un gélido beso.

Él, asombrado, se dio cuenta que ella era la mismísima muerte. “Bella dama cómo me has engañado” dijo antes de caer al suelo fulminado. Ella le puso una rosa en la mano, envuelta con su pañuelo blanco. Al percatarse de la caída, alguien gritó. La música paró. Al chulesco May le acababa de dar un ataque al corazón, quedando inerte en medio de la pista.

Nadie supo de este idilio, pues no tuvo tiempo el chulapo de airear que al final había flirteado con la muerte. El secreto quedó entre May y la bella dama en la eterna oscuridad.

Autora: Carmen Roldán Gutiérrez- España
Reservados los derechos de autor.

 
Un magnífico y bellisimo escrito, muy bien plasmado, por demás fluido y con un final que sorprende. Felicitaciones poeta Carmen Roldán por esta exquisita prosa, se le saluda atte.
 

Cisne

Moderadora del Foro Impresionismo y Expresionismo,
Bella dama…Era la noche de Halloween, y en una grandiosa casa se celebraba la fiesta más espectacular de la comarca. Todo estaba listo, con una exquisitez extraordinaria, elegancia, mucho glamour y todo lujo de detalles, previstos para causar sensación entre los invitados. May, el anfitrión, se preocupó hasta del más mínimo detalle. Tenía que ser una fiesta muy distinguida, la ocasión lo requería.

La fiesta estaba cada vez más animada. No dejaban de llegar invitados, con disfraces cada cual más extravagante, acordes con la fiesta. El anfitrión entró al salón vestido de manera chulesca, con un traje ajustado, un sombrero a juego y un pañuelo blanco alrededor del cuello. Miró a su entorno y fue saludando a sus invitados. Enseguida se hizo con las damas más bellas de la sala, ataviada con preciosos y elegantes disfraces. Piropeando a las señoras con dulces palabras, les decía divertidos y burlescos dichos de amor. Usando su pañuelo blanco para no lastimarse, recogió del cesto gigante del centro de la sala varias rosas, las cuales fue regalando a cada mujer de la pista, mientras bailaba con ellas melodías macabras.

May se sentía muy seguro de sí mismo, mucho más de lo habitual. Orgulloso, dijo en voz alta:
”Esta noche podría conquistar hasta a la mismísima muerte”.

De repente, alguien tocó su hombro. May se giró y vio ante sus ojos a una dama muy bella. Tenía la tez blanca y vestía muy elegante, destacando por encima de los demás invitados. Con una dulzura especial en su mirada, la dama le ofreció su mano, invitándole a él que se fuese con ella. Y May, con mirada chulesca, aceptó encantado.
“Lo que tú quieras nena, tú eres nueva. Aquí ya está todo más que mirado y rebuscado y a ti no te conozco… por ahora, iré donde quieras”.

Las señoras, al ver lo que acontecía, se marcharon de la sala ruborizadas. Mientras él, sonriendo, besó cortésmente la mano de la bella dama. Al hacerlo, sintió escalofríos al notarla tan helada, cerró los ojos unos instantes y al volverlos a abrir se encontró delante de él una tumba. La dama sentada encima, señalando el nombre que había grabado en ella, quedando él sorprendido al ver que era el suyo. Ella le invitó a acercarse y al oído le dijo “este es nuestro nicho de amor”. La bella dama lo atrajo hacia ella y le dio un gélido beso.

Él, asombrado, se dio cuenta que ella era la mismísima muerte. “Bella dama cómo me has engañado” dijo antes de caer al suelo fulminado. Ella le puso una rosa en la mano, envuelta con su pañuelo blanco. Al percatarse de la caída, alguien gritó. La música paró. Al chulesco May le acababa de dar un ataque al corazón, quedando inerte en medio de la pista.

Nadie supo de este idilio, pues no tuvo tiempo el chulapo de airear que al final había flirteado con la muerte. El secreto quedó entre May y la bella dama en la eterna oscuridad.

Autora: Carmen Roldán Gutiérrez- España
Reservados los derechos de autor.


Un disfrute leerte en esta prosa en donde a Mey le llegó el turno. La muerte bella y fría atendió al pedido de tan gentil caballero.
Felicitaciones Carmen.
Un abrazo con cariño.
Ana
 

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