Marcela
Miembro Conocido
Era una tarde celeste,
una tarde soñada en almohadas de plumas;
suave era la brisa y suave el canto de los pájaros.
Delante de mis ojos
se abrazaban tierra y cielo en un celeste interminable.
El campo florecido de linos se acercaba a mi paso,
me invadía la continuidad del color
y era cielo, horizonte, lino florecido…
todo el celeste cabía en mis ojos.
¡Qué satisfacción inmensa ver e impregnarme
de tan delicado tono de la naturaleza!
Mientras lo contemplaba comprendí
que el color caprichoso del paisaje
me brindó una de mis mayores alegrías.
Cuánta magnificencia increíble coronó esa tarde,
incomparable a las demás tardes,
en el campo florecido de linos.
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