David Vulpes Vulpes
Miembro Conocido
En los templos de un pueblo,
viejo como el vicio,
en las ruinas amenazadas,
en los caminos polvorientos,
en la vida olvidada:
Una flor crece sin darle motivo al tiempo,
son verdes sus sombras,
sus hojas, tanto así la esmeralda;
es el color de sus muchos pétalos:
uno como la energía que se escapa de otros mundos,
uno que encierra fervientes emociones.
Es la calma de su existencia,
un canto al contraste;
es la verdad de su sombra,
una demostración de fuerza,
la real fuerza que cambia el ánimo,
que abre puertas inciertas,
que es calor ante el frío:
un cruel panorama gris, que seca hasta el orgullo...
Casi sin el rojo,
casi ya sin azul,
alrededor de estas pálidas lápidas;
este triste paisaje, antes edén,
está sometido al plomo, al negro,
al betún hiriente de la noche muerta.
Sin embargo las raíces de la esperanza
tiñen los ojos,
tiñen esta pesada niebla;
aún puede brillar el sol...
¡Estamos obligados a observarla!
Vivamos abrazando el arcoíris como promesa,
el portento de su presente,
la consideración de su imagen,
de su virtud,
de ese espacio que ocupa,
de la tierra que la acoge,
que no tilda las horas,
que no gasta los minutos,
que alimenta lo que parecía perdido...
¿¡Crecerá el color como la oscuridad se hace día...!?
¿Dormirán los ríos ocultos?
¿Reirán finalmente las mañanas?
¡Ven luz la vida espera tu voluntad...!
viejo como el vicio,
en las ruinas amenazadas,
en los caminos polvorientos,
en la vida olvidada:
Una flor crece sin darle motivo al tiempo,
son verdes sus sombras,
sus hojas, tanto así la esmeralda;
es el color de sus muchos pétalos:
uno como la energía que se escapa de otros mundos,
uno que encierra fervientes emociones.
Es la calma de su existencia,
un canto al contraste;
es la verdad de su sombra,
una demostración de fuerza,
la real fuerza que cambia el ánimo,
que abre puertas inciertas,
que es calor ante el frío:
un cruel panorama gris, que seca hasta el orgullo...
Casi sin el rojo,
casi ya sin azul,
alrededor de estas pálidas lápidas;
este triste paisaje, antes edén,
está sometido al plomo, al negro,
al betún hiriente de la noche muerta.
Sin embargo las raíces de la esperanza
tiñen los ojos,
tiñen esta pesada niebla;
aún puede brillar el sol...
¡Estamos obligados a observarla!
Vivamos abrazando el arcoíris como promesa,
el portento de su presente,
la consideración de su imagen,
de su virtud,
de ese espacio que ocupa,
de la tierra que la acoge,
que no tilda las horas,
que no gasta los minutos,
que alimenta lo que parecía perdido...
¿¡Crecerá el color como la oscuridad se hace día...!?
¿Dormirán los ríos ocultos?
¿Reirán finalmente las mañanas?
¡Ven luz la vida espera tu voluntad...!
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