Jorge Toro
Miembro Conocido
Hubo mucha desazón y mucho llanto
y sombríos nubarrones en el cielo
cuando cientos de habitantes sin consuelo
arribaron con la paz al camposanto.
Muchas lágrimas mostraban desencanto
por la ruda realidad que puso velo
a esas ansias, que un falsario Maquiavelo
convirtió en cabal angustia y en quebranto.
El optó por recurrir a la falacia
escondiendo sus oscuros intereses
a la sombra de su experta contumacia.
Sus estúpidos borregos, como reses,
se sumieron cabizbajos - que desgracia -
a tragarse la inmundicia de sus heces.
Y se vio la triste patria sin futuro
atascada en un pantano cruel y oscuro
por la treta del falaz y atroz perjuro…
2.
Pero el pueblo caminó con gran arresto
exhortando a que el acuerdo no muriera
y exigiendo en cada plaza, en cada puesto,
esa paz que, esperanzado, pronta espera.
Pues de pronto el ciudadano viose expuesto
a otros años guarecido en la trinchera;
y gritó con gallardía un manifiesto
demandando un no a la guerra y paz certera.
Siempre sueño aquel magnífico mañana
donde sean la concordia y la cultura
los cimientos de una patria que se hermana.
La Colombia donde el odio se clausura
donde todos entendamos que es humana
la ambición de un porvenir sin amargura.
Qué se sumen mansas voces, gratas manos,
que aglutinen a un sinfín de ciudadanos
y apostemos por la patria… ¡Colombianos!
y sombríos nubarrones en el cielo
cuando cientos de habitantes sin consuelo
arribaron con la paz al camposanto.
Muchas lágrimas mostraban desencanto
por la ruda realidad que puso velo
a esas ansias, que un falsario Maquiavelo
convirtió en cabal angustia y en quebranto.
El optó por recurrir a la falacia
escondiendo sus oscuros intereses
a la sombra de su experta contumacia.
Sus estúpidos borregos, como reses,
se sumieron cabizbajos - que desgracia -
a tragarse la inmundicia de sus heces.
Y se vio la triste patria sin futuro
atascada en un pantano cruel y oscuro
por la treta del falaz y atroz perjuro…
2.
Pero el pueblo caminó con gran arresto
exhortando a que el acuerdo no muriera
y exigiendo en cada plaza, en cada puesto,
esa paz que, esperanzado, pronta espera.
Pues de pronto el ciudadano viose expuesto
a otros años guarecido en la trinchera;
y gritó con gallardía un manifiesto
demandando un no a la guerra y paz certera.
Siempre sueño aquel magnífico mañana
donde sean la concordia y la cultura
los cimientos de una patria que se hermana.
La Colombia donde el odio se clausura
donde todos entendamos que es humana
la ambición de un porvenir sin amargura.
Qué se sumen mansas voces, gratas manos,
que aglutinen a un sinfín de ciudadanos
y apostemos por la patria… ¡Colombianos!
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