ruben el loco
Miembro Conocido
Mirando por la pequeña ventana de mis aposentos la noche fría y gris, que pareciera que me acompaña en mi sufrimiento, nubes de tormenta, como si el cielo quisiera llorar junto conmigo.
Pensando en ti y lo sucedido me pregunto que fue lo qué pasó. No lo alcanzo a comprender. Más que a mi mismo te amo.
Recuerdo aquella tarde maldita. ¡Dios! No quiero ni pensarlo, pero los recuerdos se acumulan en mi mente,
Llegué, y al abrir la puerta ¡Dios que cosa tan angustiante! Sobre la alfombra de la sala ¡estabas tú! Desnuda, gimiendo y lanzado pequeños ayes de pasión.
Sobre de ti, mi mejor amigo, empujando su cuerpo y pronunciando palabras obscenas al acariciar tu cuerpo. Sentí que mi mundo se hundía, mi mente se nublo al sentir un gran dolor en mi pecho.
Loco de celos y rencor, corrí hacia la consola, mientras ustedes dos llenos de miedo y prisa intentaban vestirse. Y me imagino, salir huyendo antes que alcanzara mi objetivo.
Saqué mi pistola y perdido el juicio, cuando iba a jalar del gatillo, se escucho un pequeño llanto infantil.
Los tres nos quedamos pasmados. Ustedes llenos de terror al mirar el arma apuntarles, y yo al escuchar el llanto de nuestro pequeño hijo.
En un segundo pasaron por mi mente muchas cosas, que me inmovilizaron.
Pensé en la seguridad del pequeño, mi hijo. Asimismo recordé nuestras noches de pasión, tus caricias y palabra amorosas, el amor que me jurabas.
También pensé que no podía dejarlo sin su madre, pues demasiado lo amo.
¿Qué sería de él con su madre muerta y su padre en la cárcel? ¿Era necesario proporcionarle una vida llena de sufrimiento a cambio de preservar mi dignidad y orgullo?
También pensé que te amaba demasiado como para quitarte la vida. ¡Me acobardé!
No sé si fue por lo mucho que aún te amo, o el gran amor que siento por mi hijo que impidió que los matara, a tu amante y a ti en ese mismo instante.
Mi supuesto amigo se hinco de rodillas y comenzó a llorar cuando dije. ¡Vístete y vete! Tù, te desmayaste y caíste casi en el mismo lugar en el que estabas cuando yo llegue.
Yo, con la mente echa un caos, me dirigí hacia la recamara de nuestro hijo, que había dejado de llorar y se había vuelto a dormir. Como si supiera que al recordarme que él existía, salvaría la vida de su madre. Sintiendo que el llanto me ahogaba, deposite un beso en su mejilla bañándole el pequeño rostro de lágrimas. Después salí.
Al pasar junto a tu cuerpo desnudo sobre la alfombra y mirarte, sentí el impulso de tomarte en mis brazos y posarte sobre nuestro lecho, para con mis besos volvieras en si, y después hacer el amor, creyendo que todo había sido una pesadilla.
No lo pude hacer, y sintiéndome un despreciable y cobarde salí.
¡Dios, no soporto mi sufrimiento! ¿Para qué vivir si no los tengo?
Tú, cuida mucho a nuestro hijo. Si él te debe la vida, piensa que tu se la debes a él.
Yo, con esta misma arma que no fui capaz de descargar sobre ti y tu amante, ¡voy a quitarme la vida!
Pensando en ti y lo sucedido me pregunto que fue lo qué pasó. No lo alcanzo a comprender. Más que a mi mismo te amo.
Recuerdo aquella tarde maldita. ¡Dios! No quiero ni pensarlo, pero los recuerdos se acumulan en mi mente,
Llegué, y al abrir la puerta ¡Dios que cosa tan angustiante! Sobre la alfombra de la sala ¡estabas tú! Desnuda, gimiendo y lanzado pequeños ayes de pasión.
Sobre de ti, mi mejor amigo, empujando su cuerpo y pronunciando palabras obscenas al acariciar tu cuerpo. Sentí que mi mundo se hundía, mi mente se nublo al sentir un gran dolor en mi pecho.
Loco de celos y rencor, corrí hacia la consola, mientras ustedes dos llenos de miedo y prisa intentaban vestirse. Y me imagino, salir huyendo antes que alcanzara mi objetivo.
Saqué mi pistola y perdido el juicio, cuando iba a jalar del gatillo, se escucho un pequeño llanto infantil.
Los tres nos quedamos pasmados. Ustedes llenos de terror al mirar el arma apuntarles, y yo al escuchar el llanto de nuestro pequeño hijo.
En un segundo pasaron por mi mente muchas cosas, que me inmovilizaron.
Pensé en la seguridad del pequeño, mi hijo. Asimismo recordé nuestras noches de pasión, tus caricias y palabra amorosas, el amor que me jurabas.
También pensé que no podía dejarlo sin su madre, pues demasiado lo amo.
¿Qué sería de él con su madre muerta y su padre en la cárcel? ¿Era necesario proporcionarle una vida llena de sufrimiento a cambio de preservar mi dignidad y orgullo?
También pensé que te amaba demasiado como para quitarte la vida. ¡Me acobardé!
No sé si fue por lo mucho que aún te amo, o el gran amor que siento por mi hijo que impidió que los matara, a tu amante y a ti en ese mismo instante.
Mi supuesto amigo se hinco de rodillas y comenzó a llorar cuando dije. ¡Vístete y vete! Tù, te desmayaste y caíste casi en el mismo lugar en el que estabas cuando yo llegue.
Yo, con la mente echa un caos, me dirigí hacia la recamara de nuestro hijo, que había dejado de llorar y se había vuelto a dormir. Como si supiera que al recordarme que él existía, salvaría la vida de su madre. Sintiendo que el llanto me ahogaba, deposite un beso en su mejilla bañándole el pequeño rostro de lágrimas. Después salí.
Al pasar junto a tu cuerpo desnudo sobre la alfombra y mirarte, sentí el impulso de tomarte en mis brazos y posarte sobre nuestro lecho, para con mis besos volvieras en si, y después hacer el amor, creyendo que todo había sido una pesadilla.
No lo pude hacer, y sintiéndome un despreciable y cobarde salí.
¡Dios, no soporto mi sufrimiento! ¿Para qué vivir si no los tengo?
Tú, cuida mucho a nuestro hijo. Si él te debe la vida, piensa que tu se la debes a él.
Yo, con esta misma arma que no fui capaz de descargar sobre ti y tu amante, ¡voy a quitarme la vida!
