Jorge Toro
Miembro Conocido
Eres tú mi esperanza de alegría,
la mujer que vislumbro en mi mañana,
el afán que me anima todavía
a pensar que la dicha está cercana.
Si florece este sueño aún naciente
volverán a mi vida huidos gozos
y tendrán mis arrestos aliciente
para izarse mayúsculos y briosos.
Tornarán remozados los afectos
los abrazos, los besos, la pasión,
de la mano andarán nuestros trayectos
siempre al frente con firme convicción.
Marcharemos unidos por el mundo,
con los rostros altivos, decididos;
y conscientes los dos, cada segundo,
que a la par nos resuenan los latidos.
Me figuro a tu lado en los ocasos
retozando a la sombra de alamedas,
nuestras bocas fundidas; y mis brazos
recorriendo tu tez de leves sedas.
Ya sospecho tus lúbricas pasiones
de apetitos llenándome la piel;
y ardorosa mi boca en tus rincones,
embriagada con íntegra tu miel.
Imagino los nítidos albores
con su tenue fulgor en nuestra cama,
mientras ambos, carentes de pudores,
nuestros cuerpos hacemos amalgama.
Lograremos los dos crear un cielo
con el cual eludamos este infierno
y se sacie por fin el viejo anhelo
de un amor manifiesto y sempiterno.
la mujer que vislumbro en mi mañana,
el afán que me anima todavía
a pensar que la dicha está cercana.
Si florece este sueño aún naciente
volverán a mi vida huidos gozos
y tendrán mis arrestos aliciente
para izarse mayúsculos y briosos.
Tornarán remozados los afectos
los abrazos, los besos, la pasión,
de la mano andarán nuestros trayectos
siempre al frente con firme convicción.
Marcharemos unidos por el mundo,
con los rostros altivos, decididos;
y conscientes los dos, cada segundo,
que a la par nos resuenan los latidos.
Me figuro a tu lado en los ocasos
retozando a la sombra de alamedas,
nuestras bocas fundidas; y mis brazos
recorriendo tu tez de leves sedas.
Ya sospecho tus lúbricas pasiones
de apetitos llenándome la piel;
y ardorosa mi boca en tus rincones,
embriagada con íntegra tu miel.
Imagino los nítidos albores
con su tenue fulgor en nuestra cama,
mientras ambos, carentes de pudores,
nuestros cuerpos hacemos amalgama.
Lograremos los dos crear un cielo
con el cual eludamos este infierno
y se sacie por fin el viejo anhelo
de un amor manifiesto y sempiterno.
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