Yaneth Hernández
Miembro Conocido
En una noche escrita por Benedetti, mis lágrimas corrían.
Caminé bajo la luna preñada de luz y me desnudé de melancolía.
Te encontré en un templo llamado estrella parecías lúcida,
como un cristal que gira en el fondo de un joyero dormías.
Abrace el silencio, que en tus ojos agonizaba,
tenias la piel de nácar y una mirada que espantaba el alba,
sentí la lluvia de tu aliento, la tesitura de tus cabellos,
comprendí que era un espejismo, una lastimosa agonía.
Me vacié el alma de aquello que me ahogaba,
y al escuchar el latido del viento en las gárgolas;
y la señal mustia de una sombra en la enredadera
dejé volar el último sonido de mi respiro.
Es de noche de nuevo y Benedetti la conjuga con un verso lejos.
Tú ya no apareces, solo un par de luciérnagas sin dueño.
Aún creo escuchar la octava sinfonía de tu distante beso.
Derechos reservados.
Caminé bajo la luna preñada de luz y me desnudé de melancolía.
Te encontré en un templo llamado estrella parecías lúcida,
como un cristal que gira en el fondo de un joyero dormías.
Abrace el silencio, que en tus ojos agonizaba,
tenias la piel de nácar y una mirada que espantaba el alba,
sentí la lluvia de tu aliento, la tesitura de tus cabellos,
comprendí que era un espejismo, una lastimosa agonía.
Me vacié el alma de aquello que me ahogaba,
y al escuchar el latido del viento en las gárgolas;
y la señal mustia de una sombra en la enredadera
dejé volar el último sonido de mi respiro.
Es de noche de nuevo y Benedetti la conjuga con un verso lejos.
Tú ya no apareces, solo un par de luciérnagas sin dueño.
Aún creo escuchar la octava sinfonía de tu distante beso.
Derechos reservados.