María del Mar Ponce López
Moderadora de Prosas Compartiendo Tristezas
La niña camina despacio por un lugar oscuro, ha comprendido que llorar no sirve de nada, solo sirve buscar la luz del sol, pero la luna no se esconde, la luna se queda casi estática detrás de las nubes. Nadie sabe que anda perdida, porque vivía debajo de un puente junto a su madre, enferma terminal. Junto a su madre había sido feliz, aunque siempre se sentía atacada por las ratas y la oscuridad, pero Cándida, su madre la abrazaba muy fuerte y mientras tanto mataba a estos bichos antes de que atacaran. Su madre murió hace dos días, y solo recuerda lo ultimo que le dijo:"yo me voy hija mía, pero recuerda que aunque no me veas tú siempre vas de mi mano, yo siempre te cuido".
Es tan complicado creer en aquello que no vemos como sentirnos sanos si no tenemos salud. La niña solo sabe una cosa que ante el mundo está sola, y luego otra que la soledad y la oscuridad la envuelven y, otra mas que la mano de su madre no la siente en su mano. Su caminar es lento, sigiloso, lleno de pánico. No sabe donde ir, no sabe qué hacer, solo sabe que tiene que seguir caminando sin su madre, sin luces y rodeada de miedos.
A lo lejos la niña ve una pequeña luz, un resplandor leve pero claro. La luna empezó a perder su brillo y el cielo se inundó de unos tonos rojizos y anaranjados preciosos. Se paró un momento a contemplar el espectáculo del amanecer, la resurrección de un nuevo día, y entonces entendió todo. Cuando todo parece mentira, cuando la oscuridad nos atrapa, cuando la fe se va de nuestros sentimientos, otra vez amanece como un nuevo milagro, un milagro que se repite todos los días. Entonces la niña pensó:" Lo mismo mi madre abre los ojos, vuelve a mirarme y me da su mano". El pétalo de una rosa acarició sus mejillas, una mariposa le rozó los dedos, y volvió a entender que la soledad puede dañar solo si creemos en ella.
Maria del Mar Ponce Lopez
Es tan complicado creer en aquello que no vemos como sentirnos sanos si no tenemos salud. La niña solo sabe una cosa que ante el mundo está sola, y luego otra que la soledad y la oscuridad la envuelven y, otra mas que la mano de su madre no la siente en su mano. Su caminar es lento, sigiloso, lleno de pánico. No sabe donde ir, no sabe qué hacer, solo sabe que tiene que seguir caminando sin su madre, sin luces y rodeada de miedos.
A lo lejos la niña ve una pequeña luz, un resplandor leve pero claro. La luna empezó a perder su brillo y el cielo se inundó de unos tonos rojizos y anaranjados preciosos. Se paró un momento a contemplar el espectáculo del amanecer, la resurrección de un nuevo día, y entonces entendió todo. Cuando todo parece mentira, cuando la oscuridad nos atrapa, cuando la fe se va de nuestros sentimientos, otra vez amanece como un nuevo milagro, un milagro que se repite todos los días. Entonces la niña pensó:" Lo mismo mi madre abre los ojos, vuelve a mirarme y me da su mano". El pétalo de una rosa acarició sus mejillas, una mariposa le rozó los dedos, y volvió a entender que la soledad puede dañar solo si creemos en ella.
Maria del Mar Ponce Lopez
