Jorge Toro
Miembro Conocido
Ayer volví por el barrio,
le vi dispar, diferente,
cambiaron el escenario,
y por supuesto a su gente.
Se ven quizás similares
colegio, plaza e iglesia,
de resto en todos lugares
un cambio inmenso se aprecia.
Variaron muchos colores:
los árboles se talaron
y los jardines con flores
bajo cemento quedaron.
Las grandes casas cayeron,
suplidas por edificios,
los veteranos murieron
o viven hoy en hospicios.
Se fueron ya mis abuelos
y su casona al igual
los dos partieron al cielo
y aquella,…al historial.
Esa amadísima quinta
de mis vivencias de infante,
es otra cosa distinta,
ni rastro de la de antes.
Apenas quedan de ella
nostalgias en mi memoria,
de aquella época bella
que fue feliz en mi historia.
Habría amado volver
a visitar sus salones
y sin afán recorrer
sus amplias habitaciones.
Los cuartos en galería,
el comedor principal,
sus sepias fotografías,
la porcelana, el cristal.
El patio con sus bifloras,
la alberca de sumersión
el reloj dando las horas,
el gran salón de reunión.
Que tiempos tan singulares
a fecha de los abuelos,
patricios más que ejemplares
detrás de sus espejuelos.
Virtuosa voz al hablar
amables tacto y modales,
maneras al discrepar
y tino con los rivales.
Brilló la abuela por dama,
de lúcida distinción
y en casa cálida llama
de familiar comunión.
Aglutinaba a los suyos
alrededor de sus manos
tan suaves como capullos,
tan tiernas como manzanos.
Mi abuelo, gran caballero,
atento en todo momento,
con entereza de acero
y apuntalado argumento.
Aquél, mandaba su hogar
con un lenguaje correcto,
fundamentando su actuar
en un espíritu recto.
Quedaron en el atrás
mis viejos años de infancia,
sus experiencias y más
perdidos en la distancia.
Cambió ese mundo un montón,
perdió mi barrio su encanto
y su moderna versión
me incita un lúgubre llanto.
II
Partí con rumbo a mi casa,
atribulado, dolido,
pero cruzando la plaza
choqué con un conocido.
Lo reparé avejentado,
ni sombra de ese de ayer,
con su espinazo encorvado
y lánguido proceder.
Su frágil mano tendió
y me dejó sofocado
cuando sutil peguntó:
¿Por qué estás tan cambiado?
De entrada yo no le vi
razones a su pregunta
mas enseguida entreví
una verdad que me apunta.
Pensé mohíno y callado:
¡A muchos vi diferentes
pero no había escuchado
que ven en mí otras gentes!
Sentí mi barrio cambiado,
el de antes es espejismo,
mas hoy quedó develado
que me ha pasado lo mismo…
le vi dispar, diferente,
cambiaron el escenario,
y por supuesto a su gente.
Se ven quizás similares
colegio, plaza e iglesia,
de resto en todos lugares
un cambio inmenso se aprecia.
Variaron muchos colores:
los árboles se talaron
y los jardines con flores
bajo cemento quedaron.
Las grandes casas cayeron,
suplidas por edificios,
los veteranos murieron
o viven hoy en hospicios.
Se fueron ya mis abuelos
y su casona al igual
los dos partieron al cielo
y aquella,…al historial.
Esa amadísima quinta
de mis vivencias de infante,
es otra cosa distinta,
ni rastro de la de antes.
Apenas quedan de ella
nostalgias en mi memoria,
de aquella época bella
que fue feliz en mi historia.
Habría amado volver
a visitar sus salones
y sin afán recorrer
sus amplias habitaciones.
Los cuartos en galería,
el comedor principal,
sus sepias fotografías,
la porcelana, el cristal.
El patio con sus bifloras,
la alberca de sumersión
el reloj dando las horas,
el gran salón de reunión.
Que tiempos tan singulares
a fecha de los abuelos,
patricios más que ejemplares
detrás de sus espejuelos.
Virtuosa voz al hablar
amables tacto y modales,
maneras al discrepar
y tino con los rivales.
Brilló la abuela por dama,
de lúcida distinción
y en casa cálida llama
de familiar comunión.
Aglutinaba a los suyos
alrededor de sus manos
tan suaves como capullos,
tan tiernas como manzanos.
Mi abuelo, gran caballero,
atento en todo momento,
con entereza de acero
y apuntalado argumento.
Aquél, mandaba su hogar
con un lenguaje correcto,
fundamentando su actuar
en un espíritu recto.
Quedaron en el atrás
mis viejos años de infancia,
sus experiencias y más
perdidos en la distancia.
Cambió ese mundo un montón,
perdió mi barrio su encanto
y su moderna versión
me incita un lúgubre llanto.
II
Partí con rumbo a mi casa,
atribulado, dolido,
pero cruzando la plaza
choqué con un conocido.
Lo reparé avejentado,
ni sombra de ese de ayer,
con su espinazo encorvado
y lánguido proceder.
Su frágil mano tendió
y me dejó sofocado
cuando sutil peguntó:
¿Por qué estás tan cambiado?
De entrada yo no le vi
razones a su pregunta
mas enseguida entreví
una verdad que me apunta.
Pensé mohíno y callado:
¡A muchos vi diferentes
pero no había escuchado
que ven en mí otras gentes!
Sentí mi barrio cambiado,
el de antes es espejismo,
mas hoy quedó develado
que me ha pasado lo mismo…