Manuel Sanchez Manzano
Miembro Activo
DULCE AMANECER
Esta mañana desperté, y como todas las mañanas miré hacia mi izquierda, rayos de sol exploraban sus cabellos dorados obnuvilando mis ojos aún adormecidos, ¿que haces? preguntó al verme contemplarla impávido, alimentando mi alma, contesté, duerme amor mio, yo velaré tus sueños.
Tras media hora un bostezo la despertó, y yo cerré mis ojos, entonces la vi, cabalgando a lomos de un corcel alado, hermosa, majestuosa, una invitación a la lujuria, el fruto prohibido de Adán.
Volví a abrir los ojos, y allí estaba ella, abrazada a mi imperfecto cuerpo, Dios mio, murmuraba para mis adentros, tuve que ser santo en otra vida para merecer estos amaneceres.
El sol ya irradiaba sobre su cuerpo, añadiendo a modo de prolongación un halo de resplandor sobre sus hombros.
Entonces desperté y como todas las mañanas miré hacia mi izquierda, y allí estaba ella, majestuoso ser hacedora de vida, maravilloso regalo de Dios, portadora de la esencia divina, musa del poeta que llevo dentro, capaz de arrancarle un quejido a mi alma arrogante, Diosa clarividente que me sacó de la nada, compañera infatigable de hombro prestado para el llanto.
Me quedo inmóvil, no quiero perturbar su sueño, ni adulterar ese dulce olor que desprende su cuerpo impregnando todo el dormitorio, doy gracias a Dios por ser domingo, pues hoy podré retenerla un rato más, en su sueño sonríe, como lo hago yo en mi vigilia, su mano roza mi pecho y mi alma babea henchida de gracia, empieza a moverse, su sueño parece haber acabado, yo respiro despacio, no quiero acelerar su despertar, la luz ya invade todo el cuarto, y todo parece brillar, mientras yo abrazado a mi astro, que es mi luz particular, ya empieza a murmurar, parece querer levantarse, con ello termina mi sueño, para vivir una realidad.
Esta mañana desperté y como todas las mañanas miré hacia mi izquierda.....................................
Esta mañana desperté, y como todas las mañanas miré hacia mi izquierda, rayos de sol exploraban sus cabellos dorados obnuvilando mis ojos aún adormecidos, ¿que haces? preguntó al verme contemplarla impávido, alimentando mi alma, contesté, duerme amor mio, yo velaré tus sueños.
Tras media hora un bostezo la despertó, y yo cerré mis ojos, entonces la vi, cabalgando a lomos de un corcel alado, hermosa, majestuosa, una invitación a la lujuria, el fruto prohibido de Adán.
Volví a abrir los ojos, y allí estaba ella, abrazada a mi imperfecto cuerpo, Dios mio, murmuraba para mis adentros, tuve que ser santo en otra vida para merecer estos amaneceres.
El sol ya irradiaba sobre su cuerpo, añadiendo a modo de prolongación un halo de resplandor sobre sus hombros.
Entonces desperté y como todas las mañanas miré hacia mi izquierda, y allí estaba ella, majestuoso ser hacedora de vida, maravilloso regalo de Dios, portadora de la esencia divina, musa del poeta que llevo dentro, capaz de arrancarle un quejido a mi alma arrogante, Diosa clarividente que me sacó de la nada, compañera infatigable de hombro prestado para el llanto.
Me quedo inmóvil, no quiero perturbar su sueño, ni adulterar ese dulce olor que desprende su cuerpo impregnando todo el dormitorio, doy gracias a Dios por ser domingo, pues hoy podré retenerla un rato más, en su sueño sonríe, como lo hago yo en mi vigilia, su mano roza mi pecho y mi alma babea henchida de gracia, empieza a moverse, su sueño parece haber acabado, yo respiro despacio, no quiero acelerar su despertar, la luz ya invade todo el cuarto, y todo parece brillar, mientras yo abrazado a mi astro, que es mi luz particular, ya empieza a murmurar, parece querer levantarse, con ello termina mi sueño, para vivir una realidad.
Esta mañana desperté y como todas las mañanas miré hacia mi izquierda.....................................
