Yuretzis Garcia
Miembro Activo
El último beso
Dame el último beso,
no porque morirás mañana,
no porque te irás,
no porque me olvidarás,
sino porque ya no me miras, ni me hablas, ni me escuchas, y estamos dejando que la monotonía se nos meta en los huesos como el frío más sangriento en esta película de horror a la que llamamos “tiempo de calidad”.
Dame el último beso,
no porque envejeceremos,
ni porque estamos separados por espacios de tierras, sino por espacios del corazón,
que dejamos que se encogiera y ahora es tan estrecho que sentimos que nos asfixia, nos ahoga,
y todo esto porque nos sentimos tan seguros el uno del otro, al extremo de darnos por sentado e ir perdiendo la importancia de la continua conquista, esa picardía necesaria, la galantería del hombre y la seducción de la mujer que abruma con su belleza y el poder de sus ojos.
Nos sentimos tan imperdibles que no nos revelamos ante lo realmente posesivo de tener el control de vivir en una actitud tan tranquila como agobiante, y todo simplemente porque dejamos de luchar para vivir en la pasividad de perder la capacidad de sorprender y sorprendernos.
Damos el último beso a veces sin saberlo y cuando nos damos cuenta ya el reloj sentencio nuestra hora,
otras veces nos sumergimos en una larga negación creyendo que ignorándolo hará que desaparezca.
Pero hoy te pido ¡Bésame! Y deja que suene el teléfono, que se nos haga tarde para llegar al trabajo, que el semáforo cambie de rojo a verde como cuando éramos novios y nos reíamos de la prisa de la gente diciendo que a nosotros nunca nos pasaría esto.
Y si podemos soportar toda esta presión, y si podemos aceptarnos para vivir en el verdadero amor, y si todavía me río de tu mal sentido del humor, y si todavía piensas que en mis brazos hay un hogar, entonces… entonces…
ya no será, el último beso.
Dame el último beso,
no porque morirás mañana,
no porque te irás,
no porque me olvidarás,
sino porque ya no me miras, ni me hablas, ni me escuchas, y estamos dejando que la monotonía se nos meta en los huesos como el frío más sangriento en esta película de horror a la que llamamos “tiempo de calidad”.
Dame el último beso,
no porque envejeceremos,
ni porque estamos separados por espacios de tierras, sino por espacios del corazón,
que dejamos que se encogiera y ahora es tan estrecho que sentimos que nos asfixia, nos ahoga,
y todo esto porque nos sentimos tan seguros el uno del otro, al extremo de darnos por sentado e ir perdiendo la importancia de la continua conquista, esa picardía necesaria, la galantería del hombre y la seducción de la mujer que abruma con su belleza y el poder de sus ojos.
Nos sentimos tan imperdibles que no nos revelamos ante lo realmente posesivo de tener el control de vivir en una actitud tan tranquila como agobiante, y todo simplemente porque dejamos de luchar para vivir en la pasividad de perder la capacidad de sorprender y sorprendernos.
Damos el último beso a veces sin saberlo y cuando nos damos cuenta ya el reloj sentencio nuestra hora,
otras veces nos sumergimos en una larga negación creyendo que ignorándolo hará que desaparezca.
Pero hoy te pido ¡Bésame! Y deja que suene el teléfono, que se nos haga tarde para llegar al trabajo, que el semáforo cambie de rojo a verde como cuando éramos novios y nos reíamos de la prisa de la gente diciendo que a nosotros nunca nos pasaría esto.
Y si podemos soportar toda esta presión, y si podemos aceptarnos para vivir en el verdadero amor, y si todavía me río de tu mal sentido del humor, y si todavía piensas que en mis brazos hay un hogar, entonces… entonces…
ya no será, el último beso.