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El angel caido

Alfredo no era ni alto ni bajo, ni gordo ni delgado, ni guapo ni feo. Vestía con discretos trajes de sport comprados en tiendas de barrio. Conducía un discreto utilitario gris sin ningún distintivo. Nada en él llamaba la atención, y eso es precisamente lo que quería. Su profesión lo exigía, era asesino a sueldo.
Hace años llevaba una vida normal. Un matrimonio aceptable, una hija, Kati, una casa con hipoteca, y un trabajo de mecánico de maquinaria industrial, que junto al de secretaria de su mujer, les dejaba una cómoda situación financiera. Pero nada dura eternamente...su mujer se lió con su jefe; él, comido por los celos, le dio una paliza al adúltero. Ella le denunció alegando que la intentó matar, cosa totalmente falsa, y le encarcelaron. Perdió a su mujer y a su hija, teniendo una orden de alejamiento de por vida; su casa, que se vendió mientras estaba entre rejas; su trabajo, y hasta sus amigos, que hicieron oídos a las barbaridades que de él se contaron en el juicio. Cuando salió de la cárcel toda su vida se había derrumbado, no quedaban ni los escombros. Así, hastiado y deprimido, se dedicó al alcohol y las drogas con la vehemencia de los suicidas, durmiendo en cualquier estercolero, rebuscando en la basura, robando cuanto podía para una botella más, para un pico más.
Un día despertó en un piso desconocido, lleno de ratas y porquería, a saber como llegó hasta allí. Las campanas lejanas de una iglesia tocaron las doce. Se levantó entre trompicones, y sin quererlo, vio su reflejo en un espejo. Se dio asco, no era más que un espectro de lo que fue, lleno de mugre, rebozado en su propia inmundicia. Se echó las manos a la cara y lloró un rato. Harto ya de buscar una muerte que no encontraba, buscó una ventana, y sin pensárselo más, en medio de una lluviosa noche, saltó. Por un momento fue feliz, pero solo por escaso tiempo. Cayó sobre unos cubos de basura, la cabeza se le fue ligeramente, pero no perdió la conciencia, notaba las gotas de la lluvia salpicando su rostro. Le dolía todo el cuerpo, crujieron infinidad de huesos, pero se incorporó ligeramentey miró hacia arriba. ¡Que estúpido! Se había lanzado de un segundo piso y los cubos habían amortiguado su caída. Por una vez que se decide lo hace mal.
Un ruido le hizo girar la cabeza. Apenas se veía nada en ese oscuro callejón, pero oyó unos claros pasos. Una figura se situó debajo de una tenue farola que apenas despedía luz. Era alto, muy alto ,aunque desde el suelo podía ser una falsa sensación. Llevaba un gabán con cuello de pelo subido, que cercaba casi todo su rosto. Un sombrero de terciopelo verde con ala ancha bien encajado. Unos botines donde se apreciaba un esmerado trabajo de limpiabotas, y un bastón negro en su mano izquierda, la cual cubría con un guante de cuero. Una voz ronca, profunda, como sacada de un sueño resonó en ese maldito callejón.


-¿Tan poco aprecias la vida?


Durante un rato Alfredo quedó mudo, no sabía que decir ni de donde había salido ese personaje. Pasó un par de minutos hasta que la pregunta penetró en su cabeza, durante ese rato el caballero ni se movió ni preguntó nada más.


-Esto no es vida señor.
-¿Desprecias solo tu vida o también las de los demás?


Lo pensó un momento y recordó como su mujer mintió para quedarse con su amante a pesar de que significara su ruina. Como había perdido a su hija, lo que más quería en este mundo. No sabía donde se habían ido a vivir, y aunque lo supiera no podía acercarse. Como sus amigos, a esos que tanto quiso, le abandonaron cuando más los necesitaba. No lo dudó.


-¡A todo el género humano!, dijo son odio en sus palabras.
-Entonces eres mi hombre.


Se acercó y le tiró a sus pies un sobre. Lo abrió. Contenía algo de dinero, unas llaves y una tarjeta.


-Ves a la dirección que pone en la tarjeta, las llaves pertenecen a ese piso. Dúchate y cámbiate de ropa. Allí recibirás más instrucciones.


Con el mismo paso que apareció se alejó. Alfredo se puso de pie y echó a andar. Conocía la calle. Estuvo tentado de gastarse el dinero en otra botella de bourbon, pasó por varios bazares chinos que lo vendían, pero por una vez fue más fuerte su voluntad que su dependencia. Así empezó todo.
E lpiso estaba bien, limpio y con la nevera llena. En cima de la mesa había una carta que le explicaba lo que querían de él. Una vez al mes recibiría un encargo en una dirección de correos. Le diría a quién tendría que matar, y una vez realizado el encargo, recibiría en la misma dirección un sobre con dinero. En uno de los armarios estaba todo lo necesario: Rifles de precisión, pistolas, silenciadores, explosivos, puñales, prismáticos, dispositivos para seguimientos y escucha, cámaras digitales con potentes zoom, etc. Si estaba de acuerdo solo tendría que quedarse en la casa. No lo dudó.
Se recluyó en el piso. Con nadie hablaba. Los martes y los jueves iba una señora a limpiarle la casa y a reponer la nevera, las únicas palabras que pronunciaban su boca era “Hola” y “Adiós”, y ese era el mayor contacto que tenía con los de su especie.
Un día recibió el primer encargo. Era un viejo usurero. Tenía una tienda de “compro oro”, pero por la puerta de atrás pasaban los ladrones del barrio con las joyas. Les pagaba una miseria por ellas, con la excusa del peligro, pero sacaba cuatro veces más. También prestaba dinero a intereses altísimos a los desesperados. Cuando no pagaban les enviaba a los hermanos Sanchez, dos matones tan brutos como dos mulos, que daban las pertinentes amenazas y palizas. Le siguió meticulosamente, apuntando todo, sin pasar por alto ni un detalle. Le resulto fácil, pues como mecánico era igual de cuidadoso, ningún arreglo suyo necesitaba un retoque.
Despuésde dos semanas sabía a la perfección todos sus movimientos y eligió el momento más oportuno. Todos los mediodías, al cerrar, cogía calle abajo en dirección a una vieja taberna donde comía. Se apostó en la azotea de un edificio de tres plantas con un rifle con telescopio. Le tendría de frente durante un minuto, más que desobra para asegurar el tiro. En el servicio militar pertenecía a la brigada de tiradores de élite, no habría problemas. Cuando llegó la ocasión apuntó al corazón y apretó el gatillo. Vio como se echaba las manos al pecho, cayendo de rodillas, y de inmediato, de bruces. No sintió nada, no le asaltaron remordimientos, no le produjo horror, simplemente recogió y desmonto el rifle, lo metió en la bolsa, y regresó al piso.
El siguiente encargo fue de un policía corrupto, que aceptaba dinero de camellos, a los que avisaba si alguna investigación o redada se les acercaba, deteniendo o acosando a los rivales. Este fue más fácil.Todas las noches se acercaba a la discoteca “Caribe”, donde disfrutaba de los encantos de unas cuantas fulanas atraídas por el olor del dinero del soborno. Un viernes por la noche, cuando el local estaba abarrotado, se cruzó con él y le metió un tiro en el vientre con una pistola con silenciador. Ajustes de cuentas, pensó.
El tiempo fue pasando, y los cadáveres amontonándose. Cuando por fin sus pensamientos se aclararon y empezó a recuperarse de sus excesos, ya estaba acostumbrado a matar. No se planteaba motivos o razones. Todas las caras le parecían igual, y el dinero tampoco le importaba, lo amontonaba en una maleta que ni tan siquiera escondía. Durante las dos semanas que duraba el seguimiento apenas paraba por casa para una ducha o un cambio de ropa, se adormilaba en el cochesin descuidar su vigilancia y comía cualquier cosa en un puesto callejero. Después de hacer su trabajo, se dedicaba a descansar, paseos por el campo, algún museo, y muchas películas en dvd tirado en el sofá de su casa, hasta que otro sobre llegaba a la direcciónde correos.
Ni los meses ni las estaciones tenían ningún sentido para él. Era una rutina, casi una ceremonia, que respetaba escrupulosamente. Un día, al pasar por el apartado de correos, encontró algo raro, no era el sobre habitual. En la intimidad de su casa lo abrió, contenía unas instrucciones diferentes a las habituales. Una foto de una casa con su dirección, un plano del interior de la misma con el lugar exacto del asesitato, la contraseña de la alarma, y una fecha “24 de abril a las 00,13 horas”, ni una foto de la victima, ni su nombre. Después de tres años de encargos era la primera vez que le cambiaban la rutina. Durante un buen rato reflexionó, pero no encontró motivo alguno para rechazar el encargo.
El23 de abril a las 11,00 se encontraba estacionado en frente de la casa. Vio salir una pareja por la puerta principal dando instrucciones a una mujer de mediana edad. Entraron en un lujoso coche y se marcharon. No pudo distinguir sus caras, pero se los imaginó de mediana edad. Seguramente sería una persona mayor su objetivo, el padre o la madre de uno de los dos, y la mujer de la puerta la encargada de cuidarle. El matrimonio que salió iba elegantemente vestidos, para algún espectáculo. Ya entendía porqué ese día, pero no la exactitud de la hora. Espero hasta las 00,00 horas y se acercó a la puerta de atrás. Tecleó el número en la cerradura de seguridad, y un clic le avisó de su abertura. Al fondo, en el salón, una tenue lampara bañaba de luz cálida la estancia. Se oía la televisión. Sigilosamente subió los escalonesa la planta de arriba. Se dirigió hacia la habitación marcada en elplano, la puerta estaba entre abierta. Cuando su reloj digital marcó las 00,12 la empujó sin hacer el más mínimo ruido y encendió su linterna. La habitación no se parecía a la de una persona mayor,mas bien a la de un adolescente. Se sacudió todo pensamiento de la cabeza mientras sacaba la pistola de su funda. Avanzó hasta la cama y apuntó. No pudo reprimir la curiosidad y dirigió la luz a la cabecera de la cama antes de apretar el gatillo. Parecía una chica... ¡KATI! ¡Era su hija Kati! ¿Que pasaba?. Movió la linterna, una foto de su mujer con ella y su novio dejaba fuera toda duda. Las piernas le temblaron. Retrocedió dos pasos chocando contra un taburete, y soltando linterna y pistola, salió de allí como alma que lleva el diablo.
Condució como un loco hasta el piso, sin ver semáforos o señales. Se sentó en su sofá apoyando su cabeza en las manos. ¿Que significaba esto? ¿Por qué le encargó este trabajo? ¿Por qué iba a querer nadie matar a una niña de 14 años?. Las caras de todos los que había matado regresaron a su recuerdo torturándole. Todos tendrían una historia que contar, pero él les arrebató esa posibilidad. ¿Porqué le hacían estos encargos?. Sin saber muy bien lo que hacía recogió un arma y se apostó escondido en frente de la oficina de correos donde le dejaban los encargos. Pasaron unas horas y vio aparecer a la mujer que le iba a limpiar el apartamento. Le resultó muy extraño. Se asomó por una ventana que daba a la calle, estaba metiendo un sobre en su apartado postal. ¡Así que era ella la recadera!. La siguió sin que se percatase de ello. Cuatro calles más abajo entró en una zona residencial, y abrió la verja de un impresionante chalet, con más de 5000m2 de parcela. Corrió de vuelta a la oficina de correos y recogió el sobre. Rasgó la solapa, contenía un periódico de esa mañana, eso le desconcertó. Lo ojeó buscando respuestas, y la encontró en la página de sucesos. Una pequeña noticia se ilustraba con la foto de su hija:


Hijastra del industrial Federico Alvarez aparece muerta de manera incomprensible. La policía aun no ha dado datos, pero se piensa que pudo ser un asesinato”.


Un grito salió de su boca, y un fuego devorador de su pecho. En una carrera alocada llegó al chalet donde antes dejara a la seguida. Saltó la verja sin problemas. Para su sorpresa la puerta principal estaba abierta. Desenfundó y entró, todo parecía tranquilo y en orden, nadie a la vista. Avanzó con cautela, el salón parecía pequeño para esa enorme casa. Una gran puerta ocupaba casi toda la pared oriental, era extraña. Todo el ancho marco estaba decorado configuras tañadas, parecían almas en pena intentando escapar de su sufrimiento. Durante un momento las miró con detalle, un escalofrío recorrió toda su espalda, era como si tuvieran vida. La puerta dedos hojas también estaba labrada, pero en este caso era con la cabeza de un macho cabrío y símbolos que no conocía. Producía una sensación de desasosiego. Se apoyó sobre ella y cedió sin problemas. Los goznes chirriaron y dejaron a la vista una sala llena de telas rojas tapizando sus paredes. En el centro de la sala un trono de madera a la vieja usanza, y sentado sobre él ese hombre, el que le habló ese día en el callejón. Ahora si le podía ver la cara, tenía el pelo negro, muy negro, con gomina, y largo, una corta perilla bien perfilada y unos ojos grandes y profundos, tan negroscomo el pelo. Su nariz afilada denotaba determinación, y unos labios pequeños y bien definidos seriedad. La misma voz ronca y profunda que oyera ese día sonó.


-Te estaba esperando.


Sacó su pistola y con maestría la cargó. Por instinto le apuntó al corazón sin que le temblara el pulso.


-Mi hija ha muerto, y ahora te toca a ti.


La risa resultó atronadora.


-¡JAJA JA JA! ¿Matarme? ¡JA JA JA JA! Veo que eres más estúpido aun de lo que pensaba.

Cinco detonaciones llenaron la sala. Esperó para ver como el cuerpo se desplomaba, pero nada de eso sucedió. Ni tan siquiera brotó una gota de sangre, ni tan siquiera un agujero en su traje.


-¿Quién...quién eres?
-¿Todavía no lo has averiguado? Soy el dueño de tu alma.


Alfredo retrocedió dos pasos. Le empezaron a temblar las piernas, el aire se le hacía difícil de respirar.


-No te entiendo...
-Despreciaste tu vida, y también la de los demás, serás mío por la eternidad. Me llaman de muchas maneras, pero me puedes llamar Belcebú.
-¿El diablo? ¿Me dices que eres el diablo? Yo no creo en el diablo.
-Da igual lo que tú creas. Eres mío.
-¿Y por qué he estado matando gente?
-No eran más que condenados, almas para mi reino, lo único que has hecho es acelerar su viaje a mi regazo.
-¿Pero por qué yo?
-Los suicidas sois muy útiles. Nada más mataros tenéis unos segundos en que vuestra alma no escapa, y la mayoría os arrepentís. Por algo más de vida hacéis el trabajo sucio que yo no puedo.
-¿Y mi hija, no me dirás que mi hija ya era tuya?
-No ,ja ja ja ja, pero tu tiempo se acababa, y quise poner un poco más de desgracia en tu miserable vida. El trabajo lo acabó otro como tú, ja ja ja ja ja.
-¿Mi tiempo?
-Si, tu tiempo.


Un dolor tremendo atravesó la espalda de Alfredo, un grito desgarrador fue la muestra de ello. Gruesas gotas empapaban su cuerpo. Entreabrió los ojos y se encontró en la oscuridad. Un olor a basura resbaló por su nariz, duró poco, una bocanada de sangre lo expulso con eficacia. Consiguió que sus ojos se acostumbrasen a la oscuridad, estaba en el callejón, el mismo de aquella noche maldita. Su espalda estaba retorcida de manera antinatural.


-Todo se acaba, y también tu tiempo. Cada segundo que te quedaba de vidalo transformé en un encargo, en un mes. Aproveché de ti hasta el último instante. No había tiempo para más, y decidí divertirme intentando que matarás a tu hija.
-La...la hora...
-¿Que por qué las 00,13?. Tu último instante. Es la hora de tu muerte.


Se alejó sin decir más, tan silencioso como vino. Alfredo sentía como su vida se escurría por momentos. Fue perdiendo el sentido hasta que un estertor le arrancó el último aliento.
Sintió una brasa dentro de su cuerpo, como si se hubiera comido un carbón.Su pena, su dolor, su rabia y su odio se alojaron en su cabeza. Intentó gritar, pero en su boca había un espeso velo que se lo impedía. Se movía agitando sus brazos, no sentía sus piernas. La más profunda de las desesperaciones hervía dentro de él. Era su destino. Su futuro. Ya era un más de las figuras que adornaban el marco de una gran puerta en un impresionante chalet de una zona residencial.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Muy ´pero muy buen relato Javier,la verdad que atrapa desde el inicio y a medida que se va leyendo uno se va enganchando con la historia,te felicito la verdad que te quedo excelente,gracias por compartir,un beso grande.
 

MARIPOSA NEGRA

********
jajajaja Javiiiiiiii maravilloso relato me tenías al filo del asiento con cada palabra, me encanto tu definitivamente tienes una mente genial, besos
 

Yan

Miembro Conocido
Excelente prosa mi querido Javier, me encantó. Un placer leerte. Brillante pluma. Besos con cariño. Saludos.
 

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