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El avión

EL AVIÓN


Nada más sonar el despertador supe que sería un mal día. Me desperté con ese sabor amargo y pastoso de las malas digestiones. Con pocas ganas salté de la cama.
Como todas las mañanas, me corté al afeitarme, esta maldita barba cerrada siempre me dio problemas, pero a diferencia de otras veces, no me dolió, miraba impávido como goteaba la sangre, disfrutando de ese estúpido momento.
A pesar de tener para desayunar unas trenzas rellenas de pasas y nueces, que me encantan, no tragué más que el café, ese sabor amargo no salia con nada y me revolvía el estomago.
Cogí un taxi hacia el aeropuerto, como odio montarme, o te toca uno que parece mudo, sin tan siquiera darte los buenos días y con mierda en todos los rincones, o el charlatán, que por no parar de hablar te pregunta hasta si tu madre llegó virgen al matrimonio, con una peste penetrante a flores del ambientador que marea. Hoy me tocó el último.
Ya llegué cabreado a la terminal, la azafata de tierra que me atendía debió pensar que era imbécil, con su sonrisa maquillada me trataba como si fuera un niño perdido, se creé que por tener unos ojos bonitos y unas largas piernas tiene todo permitido. La pegué un berrido que se le debió soltar el sujetador, le arranqué de la mano mi pasaje de vuelo y le solté que pocas veces vi a alguien tan gilipollas.
Tenía que esperar una hora antes de montarme en el puente aéreo hasta Barcelona, me tomé otro café, pero el dichoso amargor no hacia más que aumentar, protesté al camarero por la mierda que me había servido, pero el muy cabrón me miraba fijo con una media sonrisa de cachondeo, no conseguí ponerle nervioso a pesar de mis improperios. El resto de los clientes me miraban de reojo, algo asustados, mientras al capullo le miraban con cierta admiración, eso de muestra que el mundo esta lleno de idiotas; admirar a un simple camarero porque tiene más cuajo que ellos lo demuestra, ni que estuviera salvando el mundo.
Me fui a la sala de espera, cuyo único entretenimiento era mirar a un gordo con cara de bobo como intentaba sacarse un moco. Parece mentira todo lo que entra en las fosas nasales, si se descuida se le pierde la alianza dentro de la nariz. Era listo el jodió; no digo el bobo, si no el moco, en más de media hora de acoso no fue capaz de sacarle.
Cuando entré en el avión recibí un bofetón de olor; seguramente, el pasaje anterior se componía de obreros agrícolas, recién salidos de la recolección, y afectados por la falta de agua. Ahora, con los malditos recortes de las compañías, en vez de asear el avión en cada aterrizaje, le dan un repaso rápido, y después de varios vuelos el olor es insoportable. A una azafata, que intentaba disimular su manojo de años con tres kilos de maquillaje, le pedí una hoja de reclamaciones, me miró con cara de pocos amigos, y le dije que no se preocupara, que si la despedían siempre podría ingresar en una residencia de ancianos, donde seguro encontraría amigas de su edad. No me estampó la bandeja que llevaba en la mano de milagro. El sobrecargo me amenazó con dejarme en tierra, a lo que le respondí que no había cojones.
Después de numerosas protestas de los pasajeros despegamos. Todos me miraban con resentimiento, algo que me encanta. De vez en cuando, los inútiles de mis jefes, me envían la gran solución para la rentabilidad de la empresa, despedir a personal para rebajar el costo; disfruto el momento de decirle a un pobre iluso, que ya se veía jubilado disfrutando en la playa con una casita mona y discutiendo de política laboral por su gran experiencia, que esta despedido. El mundo se le hunde y sus planes se ahogan en el fango.Cuando salgo del despacho paseo despacio por las oficinas, todo el mundo me mira de reojo, con resentimiento y temiendo ser los siguientes, es el mejor momento del día.
A mitad de caminos nos metimos de lleno en una tormenta, el aparato daba tumbos llenando la atmósfera de cierto olor agrio a miedo. En uno de ellos se abrió la puerta del maletero que tenia arriba, un maletín se me estrelló en la cabeza. Dolía y mucho, el anormal del capitán no seria capaz de conducir ni un triciclo sin tener un accidente. Mis alaridos no atrajeron a nadie, a lo lejos del pasillo creí ver a la zorra de la azafata riéndose, ya le daría yo lo suyo cuando aterrizáramos.
De repente un rayo nos alcanzó, el ruido dejo de sonar, solo me zumbaban los oídos, y el fogonazo me dejó deslumbrado, cuando puede ver otra vez el motor de mi derecha ardía como una tea y el avión caía en picado, todo el mundo chillaba y lloraba. Entonces me acordé. ¡ME CAGO EN MI PUTA MADRE!, esto lo había vivido ayer, y antes de ayer, y muchos días más; ya me lo dijo mi madre instantes antes de que la empujara escaleras abajo, “la mala leche te hará eterno”, pero nunca pensé que se refiriese a esto. ¡OTRA VEZ!, con lo que duele cuando me estoy abrasando y se me desprende la piel. Gracias mamá, si lo sé en vez de empujarte te entierro viva. Por lo menos ya no se ríe la zorra de la azafata.




 
vamos!! qué mala leche! jajajajajajaja, precisamente la semana pasada nos decían en misa, que las maldiciones y bendiciones de una madre son muy poderosas, pero ni así se te quita lo remilgoso jajajaja, un enorme placer leerte, besos
 

Maria Jose

Miembro Conocido
La verdad es que la mala sombra que tiene el personaje de este estupendo relato me ha hecho reír, es divertido, pero claro, siempre y cuando no te toque dar con un tipo así... con decir que no aguantaba ni a su madre...Se merecía en el avión eso, o salir eyectado del asiento, por mala persona hala.
Me ha gustado leerte Javi.
Un abrazo.
 
No había visto un relato donde se personifique a un tipo tan detestable (Mejor sería decir Hijo de Puta) como este. Imagino que es simple ficción y no tu personalidad característica.

Fue interesante inmiscuirme en la atmósfera del relato, que carga con toda la bilis del personaje.

Me agradó mucho por la hábil manera de dar vida a la esencia del protagonista y lograr la franca indisposición del lector en su contra (Al menos en mi caso).

Un abrazo.
 

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