Olimpia Era
Miembro Conocido
EL CABALLERO Y LA MOZA
El caballero del sombrero,
se descubrió la cabeza
al entrar en el albero
y ver la destreza
de aquel torero.
Después se paseó por la finca
para ver el verdor de la dehesa
y se encontró con la guardesa,
que le comentó como iba.
Iba con su hija la guardesa
y llamó la atención del caballero,
que, con delicadeza, la invitó al albero
para ver con él el capeo.
La moza, tímida y sonrojada,
le dijo al señor que no podía,
que su madre la tenía ocupada
y, si se dejaba el trabajo, ¿qué diría?.
El caballero insistió a la guardesa,
- deja que lleve a tu hija, mujer –
la guardesa contesta al caballero en la dehesa,
- mi hija no va al albero, caballero –
Ella es de campo y honrada
y con el señor, no pinta nada.
¿Quién dice que no pinta nada?
- Yo lo digo, que la tengo bien enseñada
y no ha de ser para jugar
con señoritos, si no para trabajar
y casar con un hombre y ser honrada –
Honrada será en mi casa,
pues, si ella quiere, la desposaré
y en mi casa será la señora,
el ama, la mimada y le daré
las llaves de mis arcas.
Pregúntale a la joven si quiere
ser la dueña de mi casa.
La joven le contesta: Muy honrada,
caballero, que galopas en tan bello corcel,
pero tengo a mi jornalero con azada
trabajando vuestras tierras del vergel,
y, aunque no me da oro,
ni gran casa, me dará amor y coro
de pajaritos, cantarán al desposarme con él.
El caballero, con ira,
se marcha de la dehesa
sin tener en cuenta, las palabras
de la moza.
Pero pensando iba
y reconoció su amor. Volvió a la dehesa
y le dijo – Amor, sí a tu jornalero
quieres, yo no me interpondré en ello,
pues tu jornalero se lleva, el más bello lucero.
Yo con envidia iré, cuando desposes con él
y como regalo de boda, os daré un corcel.
-Gracias pues caballero, que así lo demostráis
que caballero sois, pues me respetáis.
Yo os lo agradezco, que no quiero ser
como otras mozas que os llegaron a conocer.
Olimpia Era
El caballero del sombrero,
se descubrió la cabeza
al entrar en el albero
y ver la destreza
de aquel torero.
Después se paseó por la finca
para ver el verdor de la dehesa
y se encontró con la guardesa,
que le comentó como iba.
Iba con su hija la guardesa
y llamó la atención del caballero,
que, con delicadeza, la invitó al albero
para ver con él el capeo.
La moza, tímida y sonrojada,
le dijo al señor que no podía,
que su madre la tenía ocupada
y, si se dejaba el trabajo, ¿qué diría?.
El caballero insistió a la guardesa,
- deja que lleve a tu hija, mujer –
la guardesa contesta al caballero en la dehesa,
- mi hija no va al albero, caballero –
Ella es de campo y honrada
y con el señor, no pinta nada.
¿Quién dice que no pinta nada?
- Yo lo digo, que la tengo bien enseñada
y no ha de ser para jugar
con señoritos, si no para trabajar
y casar con un hombre y ser honrada –
Honrada será en mi casa,
pues, si ella quiere, la desposaré
y en mi casa será la señora,
el ama, la mimada y le daré
las llaves de mis arcas.
Pregúntale a la joven si quiere
ser la dueña de mi casa.
La joven le contesta: Muy honrada,
caballero, que galopas en tan bello corcel,
pero tengo a mi jornalero con azada
trabajando vuestras tierras del vergel,
y, aunque no me da oro,
ni gran casa, me dará amor y coro
de pajaritos, cantarán al desposarme con él.
El caballero, con ira,
se marcha de la dehesa
sin tener en cuenta, las palabras
de la moza.
Pero pensando iba
y reconoció su amor. Volvió a la dehesa
y le dijo – Amor, sí a tu jornalero
quieres, yo no me interpondré en ello,
pues tu jornalero se lleva, el más bello lucero.
Yo con envidia iré, cuando desposes con él
y como regalo de boda, os daré un corcel.
-Gracias pues caballero, que así lo demostráis
que caballero sois, pues me respetáis.
Yo os lo agradezco, que no quiero ser
como otras mozas que os llegaron a conocer.
Olimpia Era