JAVIER TOMAS
Sub Administrador
Entré en el "Farol Chino". Ese tugurio no había cambiado nada. La luz tenue no aminoraba la porquería que se adueñaba del local año tras año. El olor a tabaco, sudor y pobredumbre eran insoportables. Encendí un puro "El Puerto", sabía a rayos, pero a mi novia le encantaba su olor e intentaba complacerla. En la neblina pude distinguir a Josefina, la vieja meretriz y confidente de Jhony. Los pechos ya le tapaban el ombligo, y los dos kilos de maquillaje no podían disumular las arrugas de su cara, parecía un meandro. Me acerqué, estaba apoyada en la vieja barra de madera y skay. Fui a imitarla, pero temí que si apoyaba allí la gabardina pudiera quedarme pegado. Sujeté el puro con la mano mientras metía la otra en el bolsillo para palpar mi 45. ¡DIOS!, que mal sabía el dichoso habano. Acostumbrado a los tiroteos, el descomunal camarero se puso a mi lado mientras mantenía su brazo debajo de la barra. Le miré con cara desafío, me sopesó, y decidió que no era un tipo al que achantaría.
-Hola Josefina, veo los años no pasan por ti, tu amigo Jhony, ¿donde está?
Me señaló una mesa a mis espaldas. Me giré despacio a la vez que subía el cañon de mi arma. Allí estaba el condenado, con sus botines de tacón cubano y su traje de 5000 euros. Le rodeaban Fernando el dientes y el "rata". Cargué el percutor, antes de que se moviera ninguno terminaría mi trabajo. Pero sentí una fría punzada en mis riñones y una calida humedad bajandome por mis nalgas. De reojo vi a Josefina con una mueca que pretendía ser una sonrisa atractiva, sosteniendo una navaja ensangrentada. La piernas se me doblaron, y caí de rodillas, tenía la sensación de estar meándome. Los ojos se me cerraban mientras ese música cutre machacaba mis oidos. Sin quererlo di una calada ¡MIERDA! si que es mala suerte, no solo me muero apuñalado por una vieja puta, encima mi última bocanada es a este puro asqueroso. La noche guardó mis ojos, y Jhony siguió jugando su partida.
-Hola Josefina, veo los años no pasan por ti, tu amigo Jhony, ¿donde está?
Me señaló una mesa a mis espaldas. Me giré despacio a la vez que subía el cañon de mi arma. Allí estaba el condenado, con sus botines de tacón cubano y su traje de 5000 euros. Le rodeaban Fernando el dientes y el "rata". Cargué el percutor, antes de que se moviera ninguno terminaría mi trabajo. Pero sentí una fría punzada en mis riñones y una calida humedad bajandome por mis nalgas. De reojo vi a Josefina con una mueca que pretendía ser una sonrisa atractiva, sosteniendo una navaja ensangrentada. La piernas se me doblaron, y caí de rodillas, tenía la sensación de estar meándome. Los ojos se me cerraban mientras ese música cutre machacaba mis oidos. Sin quererlo di una calada ¡MIERDA! si que es mala suerte, no solo me muero apuñalado por una vieja puta, encima mi última bocanada es a este puro asqueroso. La noche guardó mis ojos, y Jhony siguió jugando su partida.