Miguel Francisco Romero
Nuevo Miembro
EL HOMBRE DEL HACHA DE PIEDRA Archivo: 05/2011
© Derechos Reservados
Autor: Miguel F. Romero 15/05/2013 Argentina
Tardó cientos de años, de esfuerzo y sufrir, hasta que logró enderezar su espalda y ponerse de pié. Y pudo alcanzar el alimento que necesitaba. Y con ese esfuerzo de humano, cambió la historia.
Vivía en cuevas naturales, entre la penumbra del día, en medio de vapores malolientes de una selva plagada de peligros, perdido en la noche de los tiempos, en las inmensidades del planeta.
Era uno de los seres más pequeños, en aquél universo de bestias enormes, descomunales, hambrientas, asesinas. Acosado permanentemente por el medio ambiente y el peligro, golpeado por el hambre y el frio, agudizó su necesidad de supervivencia.
Desarrolló sus sentidos y aprendió a luchar por su vida. Y comprendió que debía pelear fuertemente, sin claudicar nunca, para preservar su especie y su descendencia.
Con fuerza y decisión irguió totalmente su cuerpo y comenzó a caminar, buscando nuevas alternativas. Y así, un día, por casualidad, descubrió el fuego.
Y fue otro gran logro, tuvo luz y calor y aprendió a cocinar sus alimentos.
Comenzó a trasladarse a lugares distantes, desconocidos, que le exigieron un mayor atrevimiento, entre ríos de piedra derretida y montañas tormentosas, en donde conoció y sufrió la nieve y el frio intenso. Pero, cuando mayor era el esfuerzo, más se agudizaba su curiosidad por lo desconocido, y siguió adelante con pasos firmes.
Y conoció a otros seres semejantes a él. Y tomó a la mujer y tuvo hijos, y formó su propia familia.
Asumió riesgos y responsabilidades y siguió caminando, desarrollándose y aprendiendo.
Y aprendió a transmitir, de generación a generación sus conocimientos, a fuerza de golpearse y avanzar, enseñando a su prole, por medio de sonidos guturales. Y con esfuerzo y perseverancia, inventó el lenguaje.
Dejó las cuevas y se trasladó a las llanuras. Llegó al mar y aprendió a navegar, y se alimentó con sus riquezas.
Descubrió y estudió los vegetales, plantó sus semillas y cosechó su siembra.
Fruto del esfuerzo conjunto con sus semejantes, formó tribus, que con el tiempo se hicieron pueblos y luego, ciudades. Compartió su trabajo, sus ideas y su lenguaje, conquistó tierras y trazó fronteras, y descubrió y defendió con su vida el concepto de Patria y Nación, haciéndolas libres y soberanas.
Descubrió e inventó todo lo necesario que necesitaba para el progreso de su pueblo y su comunidad, y finalmente llegó a la Luna, puso su pié sobre ella y siguió y la sobrepasó, viajando a las inmensidades del universo.
Este olvidado ser humano, NUESTRO ANTEPASADO, que con una simple hacha de piedra, pudo vencer enormes dificultades, y forjó con su esfuerzo el destino y progreso de la humanidad, merece nuestro eterno agradecimiento y con su ejemplo, nos indicó el camino a seguir.
Ese formidable esfuerzo de nuestro antepasado, es lo que nos permite disponer de los medios para que nosotros podamos comunicarnos, y estar aquí, ahora.
Pero me pregunto, ¿Dónde se materializa semejante esfuerzo que realizó este gran hombre?.
La cruda realidad de estos tiempos nos golpea con dureza.
Somos y vivimos rodeados por una sub-clase de seres humanos, atrapados en la pobreza y la marginación, viviendo en condiciones miserables, inmersos en la desprotección y la desesperanza, en un mundo donde el hambre y la injusticia es moneda corriente en todos los continentes.
Ya es hora que tomemos esa vieja hacha de piedra, sigamos la voluntad inquebrantable del hombre que la construyó y retomemos, con dedicación, trabajo, honradez, esperanza y amor al prójimo, el compromiso para construir para nuestros semejantes, y nuestras futuras generaciones, un mundo mejor.
© Derechos Reservados
Autor: Miguel F. Romero 15/05/2013 Argentina
Tardó cientos de años, de esfuerzo y sufrir, hasta que logró enderezar su espalda y ponerse de pié. Y pudo alcanzar el alimento que necesitaba. Y con ese esfuerzo de humano, cambió la historia.
Vivía en cuevas naturales, entre la penumbra del día, en medio de vapores malolientes de una selva plagada de peligros, perdido en la noche de los tiempos, en las inmensidades del planeta.
Era uno de los seres más pequeños, en aquél universo de bestias enormes, descomunales, hambrientas, asesinas. Acosado permanentemente por el medio ambiente y el peligro, golpeado por el hambre y el frio, agudizó su necesidad de supervivencia.
Desarrolló sus sentidos y aprendió a luchar por su vida. Y comprendió que debía pelear fuertemente, sin claudicar nunca, para preservar su especie y su descendencia.
Con fuerza y decisión irguió totalmente su cuerpo y comenzó a caminar, buscando nuevas alternativas. Y así, un día, por casualidad, descubrió el fuego.
Y fue otro gran logro, tuvo luz y calor y aprendió a cocinar sus alimentos.
Comenzó a trasladarse a lugares distantes, desconocidos, que le exigieron un mayor atrevimiento, entre ríos de piedra derretida y montañas tormentosas, en donde conoció y sufrió la nieve y el frio intenso. Pero, cuando mayor era el esfuerzo, más se agudizaba su curiosidad por lo desconocido, y siguió adelante con pasos firmes.
Y conoció a otros seres semejantes a él. Y tomó a la mujer y tuvo hijos, y formó su propia familia.
Asumió riesgos y responsabilidades y siguió caminando, desarrollándose y aprendiendo.
Y aprendió a transmitir, de generación a generación sus conocimientos, a fuerza de golpearse y avanzar, enseñando a su prole, por medio de sonidos guturales. Y con esfuerzo y perseverancia, inventó el lenguaje.
Dejó las cuevas y se trasladó a las llanuras. Llegó al mar y aprendió a navegar, y se alimentó con sus riquezas.
Descubrió y estudió los vegetales, plantó sus semillas y cosechó su siembra.
Fruto del esfuerzo conjunto con sus semejantes, formó tribus, que con el tiempo se hicieron pueblos y luego, ciudades. Compartió su trabajo, sus ideas y su lenguaje, conquistó tierras y trazó fronteras, y descubrió y defendió con su vida el concepto de Patria y Nación, haciéndolas libres y soberanas.
Descubrió e inventó todo lo necesario que necesitaba para el progreso de su pueblo y su comunidad, y finalmente llegó a la Luna, puso su pié sobre ella y siguió y la sobrepasó, viajando a las inmensidades del universo.
Este olvidado ser humano, NUESTRO ANTEPASADO, que con una simple hacha de piedra, pudo vencer enormes dificultades, y forjó con su esfuerzo el destino y progreso de la humanidad, merece nuestro eterno agradecimiento y con su ejemplo, nos indicó el camino a seguir.
Ese formidable esfuerzo de nuestro antepasado, es lo que nos permite disponer de los medios para que nosotros podamos comunicarnos, y estar aquí, ahora.
Pero me pregunto, ¿Dónde se materializa semejante esfuerzo que realizó este gran hombre?.
La cruda realidad de estos tiempos nos golpea con dureza.
Somos y vivimos rodeados por una sub-clase de seres humanos, atrapados en la pobreza y la marginación, viviendo en condiciones miserables, inmersos en la desprotección y la desesperanza, en un mundo donde el hambre y la injusticia es moneda corriente en todos los continentes.
Ya es hora que tomemos esa vieja hacha de piedra, sigamos la voluntad inquebrantable del hombre que la construyó y retomemos, con dedicación, trabajo, honradez, esperanza y amor al prójimo, el compromiso para construir para nuestros semejantes, y nuestras futuras generaciones, un mundo mejor.
