JAVIER TOMAS
Sub Administrador
Horrorizado, vi el infierno.
Áridos montes negrecidos
por la pérfida mano de un cobarde
que prendió lo que era parte de mí.
Y lloré.
Como llora un niño
que pierde la mano de su madre.
Como llora el anciano
recordando las que quedaron por el camino.
Como llora el emigrante
añorando los abrazos pasados.
Las lágrimas afligen mi corazón
recordando cuando chaval
correteaba por esos pinares
arropado por sus sombras.
Y la tristeza me invadió.
Una tristeza honda y profunda,
que huele a oscuridad, a humedad, a moho,
la que enturbia los vientos
y fuerza nuestra vista al suelo
regando de nuestro dolor
la infértil tierra
donde ya solo florecen
las huellas de mis botas.
Áridos montes negrecidos
por la pérfida mano de un cobarde
que prendió lo que era parte de mí.
Y lloré.
Como llora un niño
que pierde la mano de su madre.
Como llora el anciano
recordando las que quedaron por el camino.
Como llora el emigrante
añorando los abrazos pasados.
Las lágrimas afligen mi corazón
recordando cuando chaval
correteaba por esos pinares
arropado por sus sombras.
Y la tristeza me invadió.
Una tristeza honda y profunda,
que huele a oscuridad, a humedad, a moho,
la que enturbia los vientos
y fuerza nuestra vista al suelo
regando de nuestro dolor
la infértil tierra
donde ya solo florecen
las huellas de mis botas.