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El jardin

Jéssica

Miembro
No me cortes las rosas Braulio!!! gritaba don Leonardo mirando hacia la puerta. Te dije que cortaras solo el césped! No me cortes las rosas!!Don Leonardo era un anciano inválido,que hace un par de años estaba mostrando síntomas de alzheimer,olvidaba cosas, era lento para comprender, cambiaba objetos de lugar sin recordar hacerlo, en fin, señales tempranas que indicaban necesidad de ayuda.


A mi me contrató su hija, una señora de unos 40 años con dos niños y un rutina que le impedía estar al cuidado de su padre. Y aunque vivía a dos cuadras de distancia no pasaba mucho por ahí, por lo que la compañía de día y noche de don Leonardo era yo.


En ese tiempo recuerdo que me había jubilado y mi energía, vigor y falta de dinero no me dejaron disfrutar de mis años dorados así como lo había imaginado.Entonces llegó la propuesta de Dolores, la cual no pude resistir y partí con mi valija a la casa donde me quedaría 6 días a la semana cuidando al anciano.


No faltaba nada en la casa ya que Leonardo había amasado una pequeña fortuna trabajando en un taller de herrería que estaba al fondo del antiguo lugar. Había quedado sordo debido al ruido propio del trabajo, era un hombre grande y tosco, un poco machista y parecía estar constantemente de mal humor.Solo sonreía cuando le preparaba arroz con leche o cuando le ponía su silla mirando hacia la puerta del taller.
Pobre viejo! Pensaba yo..sus años mozos se los pasó trabajando y aún si lo recuerda con amor.



Braulio! Gritaba el viejo, No me cortes las rosas! Cortá solo el césped!! Y apuntaba la cabeza hacia la puerta del taller con la mirada enfocada en la nada.
Que mira Don Leonardo? A quien llama?Le preguntaba yo y el contestaba siempre lo mismo: Braulio no puede con esa máquina, andá a ayudarlo! Y luego con cara de preocupación se dormía en la silla. Yo lo llevaba a su cuarto y con gran técnica digna de una jubilada enfermera trasladaba al gran anciano de la silla a su cama. Luego me iba a mi cuarto, al lado del suyo y luego de leer alguna revista me ganaba el sueño.


Día a día la salud del viejo Leonardo decaía y sus alucinaciones aumentaban, había empezado a tener largas conversaciones solo y llorar sin razón aparente, cosas típicas del alzheimer decía el médico. Así que aumentaron las dosis de medicación. Pobre Leonardo, pensaba yo, era triste ver el ocaso de un gran hombre.
Un sábado, cuando su hija llegó a quedarse con él, le pregunté por Braulio, la persona que nombraba constantemente su padre, ella me miró, suspiró profundo y me contó la historia.


Braulio era su hermano menor, cuando tenía 14 años, su padre, que había comprado una máquina de cortar césped le encargó el cuidado del jardín. El jardín quedaba detrás del taller, un lugar pequeño que oficiaba de descanso para los herreros del taller. Todas las semanas Braulio recortaba el pasto con la gran máquina y su padre le encargaba que no tocara sus flores ya que la falta de experiencia con la máquina lo llevaba a rozar sus tan preciadas rosas de damasco. En ese momento el viejo estallaba en ira lanzándole insultos de toda clase y Braulio comenzaba a reír...se había vuelto una costumbre. Un día comenzando su escena teatral, Braulio no repara en las vigas de hierro apoyadas en la medianera del jardín y sin querer roza una con la máquina, la viga cae sobre la cabeza de Braulio, causándole la muerte inmediata...Desde ese día se cerraron las puertas del taller para evitarle el dolor a don Leonardo. No había en toda la casa una foto de su hijo para no causar el llanto del viejo, no se hablaba del tema.. hasta que su mente dió un giro siniestro, mostrando al mundo su dolor, recordando, conversando y hasta discutiendo con su difunto hijo. Nada mas había en su cabeza, nada mas que su hijo. Parecía que esperaba su muerte para encontrarlo, al menos esa era la impresión que me daba.


Pasaron once meses y el viejo dejó nuestro mundo. Parecía sonreír en el cajón, al fin estaba en paz.
Dos semana luego del funeral Dolores me pidió que acompañara a un cerrajero a la casa para abrir la puerta del taller y así estimar el trabajo a realizar ya que nadie había entrado desde la muerte de Braulio.
Llegamos a la casa, se respiraba paz,la muerte del viejo se llevó todo el dolor pensaba yo.
El cerrajero estuvo 40 minutos tratando de abrir la cerradura, al final el hierro cedió y la puerta se abrió. Le pagué y se fue.
Entré al taller, estaba muy oscuro ya que estaban cerradas todas las ventanas que daban al jardín. Iluminé con la linterna y vi varillas, rejas, yunques y hasta ollas...


Al final del taller estaba la puerta de hierro que daba al jardín, me dirigí hacia ella con la linterna iluminando el picaporte,...abrí la puerta y el corazón se me detuvo cuando mis ojos vieron el lugar, traté de gritar pero mi boca se cerró, traté de correr pero mi cuerpo estaba paralizado...allí en el jardín el tiempo se detuvo, estaba la viga encima de la cortadora y el césped recientemente cortado...luego de 20 años.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
No me cortes las rosas Braulio!!! gritaba don Leonardo mirando hacia la puerta. Te dije que cortaras solo el césped! No me cortes las rosas!!Don Leonardo era un anciano inválido,que hace un par de años estaba mostrando síntomas de alzheimer,olvidaba cosas, era lento para comprender, cambiaba objetos de lugar sin recordar hacerlo, en fin, señales tempranas que indicaban necesidad de ayuda.


A mi me contrató su hija, una señora de unos 40 años con dos niños y un rutina que le impedía estar al cuidado de su padre. Y aunque vivía a dos cuadras de distancia no pasaba mucho por ahí, por lo que la compañía de día y noche de don Leonardo era yo.


En ese tiempo recuerdo que me había jubilado y mi energía, vigor y falta de dinero no me dejaron disfrutar de mis años dorados así como lo había imaginado.Entonces llegó la propuesta de Dolores, la cual no pude resistir y partí con mi valija a la casa donde me quedaría 6 días a la semana cuidando al anciano.


No faltaba nada en la casa ya que Leonardo había amasado una pequeña fortuna trabajando en un taller de herrería que estaba al fondo del antiguo lugar. Había quedado sordo debido al ruido propio del trabajo, era un hombre grande y tosco, un poco machista y parecía estar constantemente de mal humor.Solo sonreía cuando le preparaba arroz con leche o cuando le ponía su silla mirando hacia la puerta del taller.
Pobre viejo! Pensaba yo..sus años mozos se los pasó trabajando y aún si lo recuerda con amor.



Braulio! Gritaba el viejo, No me cortes las rosas! Cortá solo el césped!! Y apuntaba la cabeza hacia la puerta del taller con la mirada enfocada en la nada.
Que mira Don Leonardo? A quien llama?Le preguntaba yo y el contestaba siempre lo mismo: Braulio no puede con esa máquina, andá a ayudarlo! Y luego con cara de preocupación se dormía en la silla. Yo lo llevaba a su cuarto y con gran técnica digna de una jubilada enfermera trasladaba al gran anciano de la silla a su cama. Luego me iba a mi cuarto, al lado del suyo y luego de leer alguna revista me ganaba el sueño.


Día a día la salud del viejo Leonardo decaía y sus alucinaciones aumentaban, había empezado a tener largas conversaciones solo y llorar sin razón aparente, cosas típicas del alzheimer decía el médico. Así que aumentaron las dosis de medicación. Pobre Leonardo, pensaba yo, era triste ver el ocaso de un gran hombre.
Un sábado, cuando su hija llegó a quedarse con él, le pregunté por Braulio, la persona que nombraba constantemente su padre, ella me miró, suspiró profundo y me contó la historia.


Braulio era su hermano menor, cuando tenía 14 años, su padre, que había comprado una máquina de cortar césped le encargó el cuidado del jardín. El jardín quedaba detrás del taller, un lugar pequeño que oficiaba de descanso para los herreros del taller. Todas las semanas Braulio recortaba el pasto con la gran máquina y su padre le encargaba que no tocara sus flores ya que la falta de experiencia con la máquina lo llevaba a rozar sus tan preciadas rosas de damasco. En ese momento el viejo estallaba en ira lanzándole insultos de toda clase y Braulio comenzaba a reír...se había vuelto una costumbre. Un día comenzando su escena teatral, Braulio no repara en las vigas de hierro apoyadas en la medianera del jardín y sin querer roza una con la máquina, la viga cae sobre la cabeza de Braulio, causándole la muerte inmediata...Desde ese día se cerraron las puertas del taller para evitarle el dolor a don Leonardo. No había en toda la casa una foto de su hijo para no causar el llanto del viejo, no se hablaba del tema.. hasta que su mente dió un giro siniestro, mostrando al mundo su dolor, recordando, conversando y hasta discutiendo con su difunto hijo. Nada mas había en su cabeza, nada mas que su hijo. Parecía que esperaba su muerte para encontrarlo, al menos esa era la impresión que me daba.


Pasaron once meses y el viejo dejó nuestro mundo. Parecía sonreír en el cajón, al fin estaba en paz.
Dos semana luego del funeral Dolores me pidió que acompañara a un cerrajero a la casa para abrir la puerta del taller y así estimar el trabajo a realizar ya que nadie había entrado desde la muerte de Braulio.
Llegamos a la casa, se respiraba paz,la muerte del viejo se llevó todo el dolor pensaba yo.
El cerrajero estuvo 40 minutos tratando de abrir la cerradura, al final el hierro cedió y la puerta se abrió. Le pagué y se fue.
Entré al taller, estaba muy oscuro ya que estaban cerradas todas las ventanas que daban al jardín. Iluminé con la linterna y vi varillas, rejas, yunques y hasta ollas...


Al final del taller estaba la puerta de hierro que daba al jardín, me dirigí hacia ella con la linterna iluminando el picaporte,...abrí la puerta y el corazón se me detuvo cuando mis ojos vieron el lugar, traté de gritar pero mi boca se cerró, traté de correr pero mi cuerpo estaba paralizado...allí en el jardín el tiempo se detuvo, estaba la viga encima de la cortadora y el césped recientemente cortado...luego de 20 años.

Ante nada bienvenida Jésica, es un gusto tu presencia en el portal, esperamos te sientas cómoda compartiendo junto a nosotros.
Una historia muy bien llevada, con pinceladas de una triste melancolía en el recuerdo del anciano y con una justa dosis de misterio. La fluidez de tu escritura engancha al lector y lo va llevando por cada una de las situaciones que nos relatas.
Excelente cuento, un gusto leerte, gracias por compartir, un beso grande.
 

Jéssica

Miembro
Gracias por darme la oportunidad de compartir mis humildes letras, espero que esto sea el comienzo de un aprendizaje para así poder ofrecerles una escritura mejor elaborada.
 

Esol

Miembro Conocido
me ha gustado leer tu prosa medio misteriosa e interesante de a media luz,
te doy la Bienvenida también pues,
saludo cordial

Esol
 

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