JAVIER TOMAS
Sub Administrador
La vida transcurre por mis pensamientos, como el enorme río bajo mis pies. Allí, subido a la barandilla del puente, todo me parece más lejano, menos importante, pero no puedo dejar de recordar cada una de las cosas que me han llevado allí. Había recibido demasiadas palmadas en la espalda, “hay que continuar para delante” “son pruebas que te manda Dios”, pero a ninguno de ellos parecía quererles probar, solo a mi. El sacerdote que ofició el entierro también intentó consolarme, “Solo Dios sabe el por qué de las cosas”, ¿y?...¿a caso que lo sepa él me sirve a mi de consuelo?. Desde que cumplí los 20 años hasta ahora mi vida se marca solo por desgracias, primero perdí a mis padres, luego a mi hermana, después a mi mujer, y ahora, por último a mi hijo. Estoy solo, solo y enfermo, enfermo de ira, de rabia, de desesperación, en mi sangre solo hay sitio para el veneno que inunda mi corazón. Desde la barandilla, todo parece lejano...pero no lo esta, en mis recuerdos está fresco y reciente; mi dolor es un recién nacido que tiene toda una vida por delante y que no para de berrear. Estoy harto de todo, de ver pasar los minutos, de ver reír a la gente y yo no poder, de ver crecer una flor mientras todo en mí esta muerto. Veo el río, de profundas y negras aguas, y veo en él mi medicina. No necesito ni pensarlo, no dudo, doy mi último paso, abandono este valle de lágrimas. Mientras caigo, una sonrisa se marca en mi cara, otro habrá que recoja mi relevo, pues siempre hay alguien que sufra sin sentido. Las frías aguas me envuelven aliviando este ardor que me consumía.