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Fantasma

Cuatro burdas paredes erigidas con fango
eran parco escenario del evento fatal,
en el eco lejano coreaban un tango
y en mi mano temblaba el veneno letal.

Súbita, la memoria - con mezquina cizaña -
de infinitos pesares atestaba mi ser
mientras, ociosamente, pretendía mi entraña
evadir los recuerdos de su trágico ayer.

La vidriosa humedad de mi llanto ahogado
opacaba el entorno del cubículo aquél,
mientras una bujía - en farol desgastado -
daba tétricas sombras a un vetusto anaquel.

Un antiguo reloj anunciaba la hora
con perenne tic tac tan puntual como quedo,
y ese frío punzante que a suicidas azora
se clavó entre mi alma transmitiéndome miedo.

Un camastro de fierro, de frazada roída,
una mesa y banqueta, de madera roñosa,
un antiguo almanaque y una cruz corroída,
observaban pasivas mi figura medrosa.

En mi sangre fluía tórrida adrenalina,
y el latir en mi pecho parecía explotar,
mientras gélidas gotas de una amarga salina,
por mi lánguido rostro se sentían rodar.

Un superfluo sonido escapó de mis labios,
un precario sollozo que no pude ahogar,
el lamento final por los muchos agravios,
un tardío reclamo antes de terminar.

Levantando la copa - insegura mi mano -
observé cautivado, tras su vidrio, el licor;
la fatídica pócima de brebaje malsano
que pondría final a mi horrendo dolor.

Me detuve perplejo ante un fúlgido viso
que chocando el cristal se detuvo en mis ojos;
un contorno siniestro, impalpable, impreciso,
emergiendo de pronto, entre tórridos rojos.

Receloso y helado lo observé transmutarse
en el bárbaro rostro de quien me hizo un idiota;
la mujer desalmada, que en lugar de ausentarse,
contemplaba triunfal mi evidente derrota.

Con un rictus infame, presuntuosa, altanera,
y un reír despectivo de mordaz placidez,
me gritó con desprecio, siempre cínica y fiera:
¡eres un fracasado, mátate de una vez!.

Percibí tanto frío convirtiéndose en fuego
y un encono salvaje inundándome el alma,
arrojé mi brebaje implorando en un ruego
que el mismísimo cielo me otorgara la calma.

Fue plegaria infecunda, no aguanté su impudicia;
un inmenso rencor rebasó mi suplicio
y dejando la silla la busqué con sevicia,
deseando ahogarla, casi ausente de juicio.

Caminando en redondo quise localizarla,
impaciente, brutal, como bestia a su presa,
pretendía atraparla, golpearla y matarla
y acallar esa voz dentro de mi cabeza.

La busqué vanamente hasta por los rincones,
y grité como loco que me diera la cara,
que saliera a la luz, arguyera razones,
y una vez y por siempre su ruindad me aclarara.

Esperaba increparle su talante malvado,
y exigirle explicara su rencor homicida,
si al final me quedé abatido y callado
cuando con su traición acabó con mi vida.

Intentaba decirle que era innoble y canalla,
que llegó a mi vida solo por el dinero,
que me fue desleal y no tuvo la talla,
que era su corazón gélido como acero.

Yo, sincero, quería enrostrarle su trampa
y mirarla a los ojos al oír su respuesta,
que admitiera de frente su quimérica estampa,
su ambición y lujuria, su decencia supuesta.

Nunca obtuve descargos a mi prédica loca,
que furiosa retaba la espectral carcajada,
solo tantas injurias que lanzaba mi boca,
resonaban eternas en aquella morada.

De mi lúgubre estado empecé a reponerme
y mirando la escena razoné los sucesos;
y por fin entendí que era absurdo ofrecerme
a un suicidio insensato por tan pérfidos besos.

Contemplando el recinto me asaltó la sonrisa
al notarme tan frágil ante un vasto perjurio;
y elegí, cauteloso, pero obrando con prisa,
evacuar sin demora el grotesco tugurio.
 
Última edición por un moderador:

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Cuatro burdas paredes erigidas con fango
eran parco escenario del evento fatal,
en el eco lejano coreaban un tango
y en mi mano temblaba el veneno letal.

Súbita, la memoria - con mezquina cizaña -
de infinitos pesares atestaba mi ser
mientras, ociosamente, pretendía mi entraña
evadir los recuerdos de su trágico ayer.

La vidriosa humedad de mi llanto ahogado
opacaba el entorno del cubículo aquél,
mientras una bujía - en farol desgastado -
daba tétricas sombras a un vetusto anaquel.

Un antiguo reloj anunciaba la hora
con perenne tic tac tan puntual como quedo,
y ese frío punzante que a suicidas azora
se clavó entre mi alma transmitiéndome miedo.

Un camastro de fierro, de frazada roída,
una mesa y banqueta, de madera roñosa,
un antiguo almanaque y una cruz corroída,
observaban pasivas mi figura medrosa.

En mi sangre fluía tórrida adrenalina,
y el latir en mi pecho parecía explotar,
mientras gélidas gotas de una amarga salina,
por mi lánguido rostro se sentían rodar.

Un superfluo sonido escapó de mis labios,
un precario sollozo que no pude ahogar,
el lamento final por los muchos agravios,
un tardío reclamo antes de terminar.

Levantando la copa - insegura mi mano -
observé cautivado, tras su vidrio, el licor;
la fatídica pócima de brebaje malsano
que pondría final a mi horrendo dolor.

Me detuve perplejo ante un fúlgido viso
que chocando el cristal se detuvo en mis ojos;
un contorno siniestro, impalpable, impreciso,
emergiendo de pronto, entre tórridos rojos.

Receloso y helado lo observé transmutarse
en el bárbaro rostro de quien me hizo un idiota;
la mujer desalmada, que en lugar de ausentarse,
contemplaba triunfal mi evidente derrota.

Con un rictus infame, presuntuosa, altanera,
y un reír despectivo de mordaz placidez,
me gritó con desprecio, siempre cínica y fiera:
¡eres un fracasado, mátate de una vez!.

Percibí tanto frío convirtiéndose en fuego
y un encono salvaje inundándome el alma,
arrojé mi brebaje implorando en un ruego
que el mismísimo cielo me otorgara la calma.

Fue plegaria infecunda, no aguanté su impudicia;
un inmenso rencor rebasó mi suplicio
y dejando la silla la busqué con sevicia,
deseando ahogarla, casi ausente de juicio.

Caminando en redondo quise localizarla,
impaciente, brutal, como bestia a su presa,
pretendía atraparla, golpearla y matarla
y acallar esa voz dentro de mi cabeza.

La busqué vanamente hasta por los rincones,
y grité como loco que me diera la cara,
que saliera a la luz, arguyera razones,
y una vez y por siempre su ruindad me aclarara.

Esperaba increparle su talante malvado,
y exigirle explicara su rencor homicida,
si al final me quedé abatido y callado
cuando con su traición acabó con mi vida.

Intentaba decirle que era innoble y canalla,
que llegó a mi vida solo por el dinero,
que me fue desleal y no tuvo la talla,
que era su corazón gélido como acero.

Yo, sincero, quería enrostrarle su trampa
y mirarla a los ojos al oír su respuesta,
que admitiera de frente su quimérica estampa,
su ambición y lujuria, su decencia supuesta.

Nunca obtuve descargos a mi prédica loca,
que furiosa retaba la espectral carcajada,
solo tantas injurias que lanzaba mi boca,
resonaban eternas en aquella morada.

De mi lúgubre estado empecé a reponerme
y mirando la escena razoné los sucesos;
y por fin entendí que era absurdo ofrecerme
a un suicidio insensato por tan pérfidos besos.

Contemplando el recinto me asaltó la sonrisa
al notarme tan frágil ante un vasto perjurio;
y elegí, cauteloso, pero obrando con prisa,
evacuar sin demora el grotesco tugurio.

Un profundo poema Jorge con un tema muy profundo en el que se aprecia el dolor y la desesperación,muy bueno tu poema,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.
 
Querido y admirado amigo, me impactaron tus fabulosos versos. Fabulosos, hermosos, bellos, son palabras que se quedan cortas ante este gran poema. Mil gracias por deleitarnos... recibe un fuerte abrazo.
 
antes que nada Jorge, quiero decirte que salgas de tu escondite hombre!, escribes genial y tus versos son indispensables en el portal, excelente poema, con tonos oscuros, lleno de ira y sentimientos encontrados, el amor a veces nos muestra la peor cara, la traición, la ambición y el egoísmo son males reales de este mundo, un enorme placer leerte, besos
 
antes que nada Jorge, quiero decirte que salgas de tu escondite hombre!, escribes genial y tus versos son indispensables en el portal, excelente poema, con tonos oscuros, lleno de ira y sentimientos encontrados, el amor a veces nos muestra la peor cara, la traición, la ambición y el egoísmo son males reales de este mundo, un enorme placer leerte, besos

Hola Alessa.

No estoy escondido, sino muyyy ocupado. Trataré de volver mas a menudo.

Que lindas palabras me regalas! Y también reputación!! Eres adorable... Muchísimas gracias!

Un abrazo.
 
La vidriosa humedad de mi llanto ahogado
opacaba el entorno del cubículo aquél,
mientras una bujía - en farol desgastado -
daba tétricas sombras a un vetusto anaquel. Como siempre mi apreciado Jorge con tu pluma brillante. Un gusto leerte de nuevo. Saludos con cariño.
 
Espectacular soneto donde el desvarío te lleva por caminos
insondables hasta que, cuerdo, reparas en el pasado cruel
que te llevó al desatino.
¡Recibe mi admiración mi estimado Jorge!
De principio a fin una obra maestra.

¡Un abrazo y feliz Año 2016!

 
Espectacular soneto donde el desvarío te lleva por caminos
insondables hasta que, cuerdo, reparas en el pasado cruel
que te llevó al desatino.
¡Recibe mi admiración mi estimado Jorge!
De principio a fin una obra maestra.

¡Un abrazo y feliz Año 2016!

Hola Matilde.

En verdad el texto debió agradarte mucho porque ya me habías comentado.

De todas maneras te reitero mis agradecimientos.

Un feliz 2016 y un abrazo.
 

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