Víctor
Moderador de Poesía Jocosa
Cuando el lechero murió,
el abogado Sarmiento,
a la familia leyó
el siguiente testamento:
A Juan le dejo las casas
que se encuentran en las Lomas;
las del sur son para Chona
y a Petra la de las Plazas.
Las del Pedregal a Hernando;
y dejo para Vicente
las que están en el oriente,
y las del centro a Fernando.
A mi mujer Soledad,
que me cuidó en mi suplicio,
le dejo los edificios
que se hallan en la ciudad.
El abogado curioso
le preguntó a la señora
que si era rico su esposo.
Y ella dijo sin demora
y sin caer en deslices
para que nadie sospeche:
“Qué rico ni que narices,
vivimos con estrecheces
en moradas diminutas;
él se refiere a las rutas
para repartir la leche”.