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Hombre del campo

Yuretzis Garcia

Miembro Activo
Hombre del campo
¿Qué hago con lo que siento? si es que tengo que hacer algo. Todo el tiempo tengo un nuevo nacimiento en ti ¡Qué sublime! Hermoso humano con ojos de luz. Te amo, simplemente te amo, desesperadamente te amo, irremediablemente te amo, inagotablemente te amo y te sigo amando, más por la mañana, te amo por las noches y al mediodía ¡Qué susto tan valiente! En ti encuentro todo lo que busqué, todo lo que pretendí ignorar y ahora me llama. Voces de gozos, esta libertad de amarte y de ser viento. Me pierdo en tu sonrisa y, al mismo tiempo, me encuentro, amor que usa colonia, corbata y ojos de águila. Esta felicidad grita tu nombre como una consigna, en mi imaginación guardo paisajes creados con los deseos de mi alma ¿Correrás huyendo de mí o aceptarás tu destino?

Libertad absoluta es lo que te ofrezco, tú me elegirás, nuevamente recitarás mi nombre y yo sabré que me has escogido.
Tu amor es como la respiración que recorre mi cuerpo, permitiéndome sentir satisfacción, el control ya no forma parte de mí.
Hemos creado otro lenguaje y otros códigos, solo nosotros nos entendemos y entre claves. La rosa ha dejado ver sus pétalos, orgullosa por la aurora.

Te besaré, prometo que te besaré. Se detendrán las estaciones, florecerá en invierno, que se detenga el mundo porque me he enamorado. No quiero que pierdas nada por mí, quiero que lo encuentres todo ¡Oh, cuántos besos te daré!

Estás lejos y sin embargo te siento, estás en el campo, en la hacienda, junto al río. Seguro me imaginas correr entre las piedras y lanzarme a la aventura, pero me digo: - Ingenua, ingenua ¿Cómo sabes eso? Inexplicablemente lo sé, estás pensando en mí, me añoras, me añoras en el agua, en la montaña, en la cosecha, me añoras comiendo pomarrosa.
Te imagino sentado bajo sombra después de una larga jornada y me digo: estará sudado, cansado y hambriento, pero su terquedad le permite quedarse hasta que el sol se despida. Y yo quiero ser agua ¡Y yo quiero ser agua!… Sé que, a esta hora, tienes sed.


Ya no tengo dieciséis años. Ahora pienso en el trabajo, en la organización, en la disciplina. Todo bajo pautas, la ciudad es absorbente, pero extraño estar allá cuando hay neblina, en la temporada de lluvia y cuando el sol está dispuesto a entregar lo mejor de sí.
Entregar… esa palabra, me he entregado al trabajo y escribo nuevamente las reglas. Sin darme cuenta me voy al pueblo, mis fantasías son tan reales y me veo corriendo por la cascada con los pies congelados. Sé que, después de bañarme, me dará frío, pero no me importa, solo quiero dejar de pensar en los estatutos.

Ya sabes que vine de la ciudad sin que te avisara ¡Qué pueblo tan pequeño! Sé que nos encontraremos, quiero verte, pero no salgo de casa ¿Qué pretendo? ¿Por qué no dejo de sonreír? Y me digo: -¡Ya, para! Mi abuela se dará cuenta, la experiencia la ha hecho perspicaz.
Aún guardo el pañuelo que me diste, intacto el recuerdo, emergente la nostalgia. Cuando sonríes, me siento desvanecer, me derramo ante tu nombre, Hombre de campo. Tus manos están marcadas por el trabajo arduo y, sin embargo, tus caricias son suaves. Tu boca está seca por el sol ardiente, pero encuentro manantiales de sonrisas y tu cuerpo es cada vez más fuerte, más tostado y protector.
Salgo de la casa rumbo a la aldea, parece que nunca me fui, pero sí lo hice. La gente me recibe con palabras de bienvenida, las tomo con amor y… estallo ¡Ya no puedo más! ¿Dónde está Amador? Rompo el silencio, se corta el aire, todos ya lo sabían, me he enamorado y la mayor del grupo señala en dirección al río.
Debí saberlo, fuiste a nuestro lugar de infancia, tomando el primer caballo. Le ordeno buscarte, ahora mi desesperación se ha vuelto la de Chocolate y éste, convirtiéndose en mi cómplice, me revela el misterio…
- Él piensa en ti, me dice el caballo.
- Pero… ¿Cómo lo sabes? Ya no me importa la furia del sol a plena tarde.
- Se lo dijo al turpial y éste, indiscreto, realizó una fiesta en el jardín, convocando a las orquídeas, amapolas y azucenas. El ruiseñor hizo acto de presencia, presumiendo que ya lo sabía, y las rosas disimulaban su alegría. Pero, su color se hacía cada vez más rojo. Mi mirada se adelanta pero no alcanza la forma del hombre que busco. Bajo del caballo, camino al río y me reflejo en el agua. He llegado tarde, me duele saberme así: tardía ¡Oh! Tardía. Solo me quedará imaginarte, cierro los ojos y empiezan las hojas a mecerse con el viento.
Tu mano toca mi cuerpo frío, sé que no estás, sé lo que eres: el más bello producto de mi imaginación, decido continuar entonces, ya no tengo nada que perder. Ahora, tus manos entrelazan mi cuerpo: es el abrazo, pero me detengo. Todo esto me causará dolor, llegué tarde, ya te fuiste, es mejor aceptarlo. Así que abro los ojos para volver al mundo real ¿O será este? Pero mi decisión ya está tomada.
Voy abriendo lentamente los párpados y… de repente… te encuentro. Estás aquí, eres real, y tu sonrisa me dice todo lo que he querido escuchar. No necesito que hables, ni que me expliques, no necesito nada, en este instante, que no seas tú, tú y tú.
Veo como te aproximas, tus ojos me han leído, ahora empiezas a temblar ¿Por qué el temor? Mi mano acaricia tu mejilla, veo como te aproximas. Y, entre el mar de dudas, la dirección está clara: mi boca. Ocurre lo remediable, lo inevitable, lo visible… llega el beso, siento como se rompe todo en mí para volver a construirse. Parece que estuviera empezando a nacer, a conocer el mundo y, por primera vez, despierto.
Mi mano no deja de sujetarte, aunque estoy segura que no te irás, sé que no te irás, si has venido a quedarte, el tiempo se ha detenido, ni el viento se atreve a mover las ramas y el sol que iba bajando se detuvo para observar cómo, de nosotros, se desprendía una luz que lo encandilaba.
Ya no escucho el agua, el río ha detenido su corriente para cambiar de dirección y, en vez de anochecer, se está volviendo de día. Ahora ¿Cómo detenemos esto? Mi respiración cada vez se hace más lenta ¡Tantos testigos!
El campo se va pintando con canciones de niños y, sigue el beso ¡Qué delirio! Ahora ¿Cómo detenemos esto?
Me alejo lentamente solo para mirar tus ojos. Tú sonríes como quien encontró una respuesta, como si hallaras tu propia alma.

Mi vida sin ti no ha sido más que una costumbre, una rutina, un sin fin de normas, adelantadas a los hechos; cuerpo sin alma, ojos sin brillo, río sin agua, nubes sin cielo, voz vacía sin eco.
Te he descubierto, de tus ojos salen lágrimas de alegría y empiezo un camino de besos: uno en la frente, bajo a tu pómulo, otro beso, sigo hasta tu mejilla a la altura del labio y doy otro beso, tú no dejas de verme.
Sí, mi amor, estoy aquí, ahora sí me crees, tomándome de la mano me diriges al araguaney, nos sentamos bajo el árbol. Es curioso, mientras más unida estoy a ti, me siento más libre. Dentro de mí se debaten dos mujeres, una te dejaría ir si fuera necesario. Para la otra eso no es una opción, ella sabe cómo inquietar tu corazón, cómo ruborizarte, cómo dirigir tu mirada sobre mi hombro.
¡Ay! Se mueve la tierra y escucho el crujir de las hojas con la presión de mi cuerpo. Ahora pienso en el futuro, en los que dependen de mí, en las presiones cotidianas, en las miradas de los extraños, en tu paciencia que me deja sin aliento.
-Ya no pienses en eso, me dices. Has escuchado mis pensamientos. Vuelves a pronunciar - yo sé cómo detener los días, cómo desvanecer el frío. Mi alimento es la generosidad del alma y limpio los corazones tristes con el primer rocío. Ese ambiente no es tu realidad, has confundido los mundos.

Tu susurro está conmigo, has dicho las verdades de mi vida. Eso pienso sin dejar de mirarte. Abrazados nos quedamos dormidos y el viento fue generoso, el árbol abrió sus ramas para darnos mayor sombra y los peces repiten en los mares nuestra historia.
Ahora hasta el mar forma parte de nosotros. Yo despierto primero sintiéndome afortunada, tengo el privilegio de observarte soñando, indefenso, apacible, y me dan tantas ganas de cuidarte, de protegerte. Mientras estés conmigo nada te pasará, estás seguro.
Pasa la primera hora, la segunda y la tercera, te sigo viendo. Llega la lechuza y, con ella, la noche. Entonces, tú despiertas al mover tu brazo sin encontrar mi espalda, te levantas exaltado y al mirarme vuelve tu aliento con el color de tu rostro.
- Pensé que todo había sido un sueño, me dices, con alivio de que no fuera así.
Y yo te beso una y otra y otra vez hasta perder la cuenta, para que corrobores que soy tan real como que en tus ojos existe un cielo pintado por un niño morenito comiendo un algodón de azúcar.

Llegó el caballo para indicarnos que es hora de volver. Tomados de la mano, nos remontamos a los recuerdos de niños, yo con mi lazo azul y mi cabello rizado, largo hasta la cintura, y tú con tu gran sombrero y camisa de botones. Recuerdo que siempre te hacía reír, tu sonrisa es la canción más hermosa. Ahora, montados a caballo, nos dirigimos al camino de vuelta.
Yo, dirigiendo a Chocolate, tú detrás con tu cabeza descansando sobre mi hombro, oliendo mi cabello y tus dos manos tocando mi cintura. Mi corazón se torna inquieto con el calor de tus manos ¡Qué olor tan delicioso desprende de tus brazos! Me hipnotiza tu presencia de hombre fuerte, protector y decidido. Cabalgamos y miramos la luna llena, cual princesa provocativa. Ahora entendemos muchas cosas, no dejaré que se consuman las horas, sin buscar tu mirada.
 
Hombre del campo
¿Qué hago con lo que siento? si es que tengo que hacer algo. Todo el tiempo tengo un nuevo nacimiento en ti ¡Qué sublime! Hermoso humano con ojos de luz. Te amo, simplemente te amo, desesperadamente te amo, irremediablemente te amo, inagotablemente te amo y te sigo amando, más por la mañana, te amo por las noches y al mediodía ¡Qué susto tan valiente! En ti encuentro todo lo que busqué, todo lo que pretendí ignorar y ahora me llama. Voces de gozos, esta libertad de amarte y de ser viento. Me pierdo en tu sonrisa y, al mismo tiempo, me encuentro, amor que usa colonia, corbata y ojos de águila. Esta felicidad grita tu nombre como una consigna, en mi imaginación guardo paisajes creados con los deseos de mi alma ¿Correrás huyendo de mí o aceptarás tu destino?

Libertad absoluta es lo que te ofrezco, tú me elegirás, nuevamente recitarás mi nombre y yo sabré que me has escogido.
Tu amor es como la respiración que recorre mi cuerpo, permitiéndome sentir satisfacción, el control ya no forma parte de mí.
Hemos creado otro lenguaje y otros códigos, solo nosotros nos entendemos y entre claves. La rosa ha dejado ver sus pétalos, orgullosa por la aurora.

Te besaré, prometo que te besaré. Se detendrán las estaciones, florecerá en invierno, que se detenga el mundo porque me he enamorado. No quiero que pierdas nada por mí, quiero que lo encuentres todo ¡Oh, cuántos besos te daré!

Estás lejos y sin embargo te siento, estás en el campo, en la hacienda, junto al río. Seguro me imaginas correr entre las piedras y lanzarme a la aventura, pero me digo: - Ingenua, ingenua ¿Cómo sabes eso? Inexplicablemente lo sé, estás pensando en mí, me añoras, me añoras en el agua, en la montaña, en la cosecha, me añoras comiendo pomarrosa.
Te imagino sentado bajo sombra después de una larga jornada y me digo: estará sudado, cansado y hambriento, pero su terquedad le permite quedarse hasta que el sol se despida. Y yo quiero ser agua ¡Y yo quiero ser agua!… Sé que, a esta hora, tienes sed.


Ya no tengo dieciséis años. Ahora pienso en el trabajo, en la organización, en la disciplina. Todo bajo pautas, la ciudad es absorbente, pero extraño estar allá cuando hay neblina, en la temporada de lluvia y cuando el sol está dispuesto a entregar lo mejor de sí.
Entregar… esa palabra, me he entregado al trabajo y escribo nuevamente las reglas. Sin darme cuenta me voy al pueblo, mis fantasías son tan reales y me veo corriendo por la cascada con los pies congelados. Sé que, después de bañarme, me dará frío, pero no me importa, solo quiero dejar de pensar en los estatutos.

Ya sabes que vine de la ciudad sin que te avisara ¡Qué pueblo tan pequeño! Sé que nos encontraremos, quiero verte, pero no salgo de casa ¿Qué pretendo? ¿Por qué no dejo de sonreír? Y me digo: -¡Ya, para! Mi abuela se dará cuenta, la experiencia la ha hecho perspicaz.
Aún guardo el pañuelo que me diste, intacto el recuerdo, emergente la nostalgia. Cuando sonríes, me siento desvanecer, me derramo ante tu nombre, Hombre de campo. Tus manos están marcadas por el trabajo arduo y, sin embargo, tus caricias son suaves. Tu boca está seca por el sol ardiente, pero encuentro manantiales de sonrisas y tu cuerpo es cada vez más fuerte, más tostado y protector.
Salgo de la casa rumbo a la aldea, parece que nunca me fui, pero sí lo hice. La gente me recibe con palabras de bienvenida, las tomo con amor y… estallo ¡Ya no puedo más! ¿Dónde está Amador? Rompo el silencio, se corta el aire, todos ya lo sabían, me he enamorado y la mayor del grupo señala en dirección al río.
Debí saberlo, fuiste a nuestro lugar de infancia, tomando el primer caballo. Le ordeno buscarte, ahora mi desesperación se ha vuelto la de Chocolate y éste, convirtiéndose en mi cómplice, me revela el misterio…
- Él piensa en ti, me dice el caballo.
- Pero… ¿Cómo lo sabes? Ya no me importa la furia del sol a plena tarde.
- Se lo dijo al turpial y éste, indiscreto, realizó una fiesta en el jardín, convocando a las orquídeas, amapolas y azucenas. El ruiseñor hizo acto de presencia, presumiendo que ya lo sabía, y las rosas disimulaban su alegría. Pero, su color se hacía cada vez más rojo. Mi mirada se adelanta pero no alcanza la forma del hombre que busco. Bajo del caballo, camino al río y me reflejo en el agua. He llegado tarde, me duele saberme así: tardía ¡Oh! Tardía. Solo me quedará imaginarte, cierro los ojos y empiezan las hojas a mecerse con el viento.
Tu mano toca mi cuerpo frío, sé que no estás, sé lo que eres: el más bello producto de mi imaginación, decido continuar entonces, ya no tengo nada que perder. Ahora, tus manos entrelazan mi cuerpo: es el abrazo, pero me detengo. Todo esto me causará dolor, llegué tarde, ya te fuiste, es mejor aceptarlo. Así que abro los ojos para volver al mundo real ¿O será este? Pero mi decisión ya está tomada.
Voy abriendo lentamente los párpados y… de repente… te encuentro. Estás aquí, eres real, y tu sonrisa me dice todo lo que he querido escuchar. No necesito que hables, ni que me expliques, no necesito nada, en este instante, que no seas tú, tú y tú.
Veo como te aproximas, tus ojos me han leído, ahora empiezas a temblar ¿Por qué el temor? Mi mano acaricia tu mejilla, veo como te aproximas. Y, entre el mar de dudas, la dirección está clara: mi boca. Ocurre lo remediable, lo inevitable, lo visible… llega el beso, siento como se rompe todo en mí para volver a construirse. Parece que estuviera empezando a nacer, a conocer el mundo y, por primera vez, despierto.
Mi mano no deja de sujetarte, aunque estoy segura que no te irás, sé que no te irás, si has venido a quedarte, el tiempo se ha detenido, ni el viento se atreve a mover las ramas y el sol que iba bajando se detuvo para observar cómo, de nosotros, se desprendía una luz que lo encandilaba.
Ya no escucho el agua, el río ha detenido su corriente para cambiar de dirección y, en vez de anochecer, se está volviendo de día. Ahora ¿Cómo detenemos esto? Mi respiración cada vez se hace más lenta ¡Tantos testigos!
El campo se va pintando con canciones de niños y, sigue el beso ¡Qué delirio! Ahora ¿Cómo detenemos esto?
Me alejo lentamente solo para mirar tus ojos. Tú sonríes como quien encontró una respuesta, como si hallaras tu propia alma.

Mi vida sin ti no ha sido más que una costumbre, una rutina, un sin fin de normas, adelantadas a los hechos; cuerpo sin alma, ojos sin brillo, río sin agua, nubes sin cielo, voz vacía sin eco.
Te he descubierto, de tus ojos salen lágrimas de alegría y empiezo un camino de besos: uno en la frente, bajo a tu pómulo, otro beso, sigo hasta tu mejilla a la altura del labio y doy otro beso, tú no dejas de verme.
Sí, mi amor, estoy aquí, ahora sí me crees, tomándome de la mano me diriges al araguaney, nos sentamos bajo el árbol. Es curioso, mientras más unida estoy a ti, me siento más libre. Dentro de mí se debaten dos mujeres, una te dejaría ir si fuera necesario. Para la otra eso no es una opción, ella sabe cómo inquietar tu corazón, cómo ruborizarte, cómo dirigir tu mirada sobre mi hombro.
¡Ay! Se mueve la tierra y escucho el crujir de las hojas con la presión de mi cuerpo. Ahora pienso en el futuro, en los que dependen de mí, en las presiones cotidianas, en las miradas de los extraños, en tu paciencia que me deja sin aliento.
-Ya no pienses en eso, me dices. Has escuchado mis pensamientos. Vuelves a pronunciar - yo sé cómo detener los días, cómo desvanecer el frío. Mi alimento es la generosidad del alma y limpio los corazones tristes con el primer rocío. Ese ambiente no es tu realidad, has confundido los mundos.

Tu susurro está conmigo, has dicho las verdades de mi vida. Eso pienso sin dejar de mirarte. Abrazados nos quedamos dormidos y el viento fue generoso, el árbol abrió sus ramas para darnos mayor sombra y los peces repiten en los mares nuestra historia.
Ahora hasta el mar forma parte de nosotros. Yo despierto primero sintiéndome afortunada, tengo el privilegio de observarte soñando, indefenso, apacible, y me dan tantas ganas de cuidarte, de protegerte. Mientras estés conmigo nada te pasará, estás seguro.
Pasa la primera hora, la segunda y la tercera, te sigo viendo. Llega la lechuza y, con ella, la noche. Entonces, tú despiertas al mover tu brazo sin encontrar mi espalda, te levantas exaltado y al mirarme vuelve tu aliento con el color de tu rostro.
- Pensé que todo había sido un sueño, me dices, con alivio de que no fuera así.
Y yo te beso una y otra y otra vez hasta perder la cuenta, para que corrobores que soy tan real como que en tus ojos existe un cielo pintado por un niño morenito comiendo un algodón de azúcar.

Llegó el caballo para indicarnos que es hora de volver. Tomados de la mano, nos remontamos a los recuerdos de niños, yo con mi lazo azul y mi cabello rizado, largo hasta la cintura, y tú con tu gran sombrero y camisa de botones. Recuerdo que siempre te hacía reír, tu sonrisa es la canción más hermosa. Ahora, montados a caballo, nos dirigimos al camino de vuelta.
Yo, dirigiendo a Chocolate, tú detrás con tu cabeza descansando sobre mi hombro, oliendo mi cabello y tus dos manos tocando mi cintura. Mi corazón se torna inquieto con el calor de tus manos ¡Qué olor tan delicioso desprende de tus brazos! Me hipnotiza tu presencia de hombre fuerte, protector y decidido. Cabalgamos y miramos la luna llena, cual princesa provocativa. Ahora entendemos muchas cosas, no dejaré que se consuman las horas, sin buscar tu mirada.
YURETZIS

¡Cómo dibujas el ensueño del campo!

¡Extraordinario tu bucólico
e hipnotizante relato!

¡FELICITACIONES!

Abrazos y besos desde mi balcón quiteño,
lleno de geranios multicolores,

Guillermo.

 

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