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Humor negro ( tan, tan…)

HUMOR NEGRO ( TAN, TAN…)
Feliciano, vivía con su familia cerca del centro de la ciudad. Hombre sano y bueno. No tenía vicios. Era educado, trabajador, caballeroso y dedicado a su familia. No faltó quien dijera que era “mandilón, regañado y hasta marica”; ---nunca respondió a provocaciones, era enemigo de problemas---. No mal parecido. No faltó quien por ahí le hiciera ojitos, pero él amaba a su esposa, Ludivina, ---que de cariño le decía “Luvi”, y ella le decía “Chano”---.

La principal característica que tenía, Chano, incluso, antes de casarse, además de optimista, es que a todo le acondicionaba una canción, hallaba letra para toda ocasión, aunque no rimara, pero el momento tenía que ser cantando.

Desde que amanecía, Chano, le cantaba al despertar: “… Gracias Señor por darme este nuevo día, quien lo diría, lara Lara laaaa…” después, llegaba con su esposa a la cocina, quien ya estaba de pie, pues tenía que preparar el desayuno para los niños y él, cantaba: ”… Buenos días amor, amor, amor, hoy me siento feliz… y tengo que apuraaarme, para llegaaaar a tiempo al trabaaajo, la, la, la, la, la, la…” Al marcharse :”…Adiós amorcito de mi viiiida, me tengo que marchaaaar, pues hay que trabajaaar, lara, lara, la. la...”

El caso es que mañana, tarde o noche, Chano, siempre tendría motivo para improvisar o acoplar el momento cantando o con un trozo de canción popular, conocida o de moda.
Si tenían algún ligerillo altercado, ---que era muy, pero muy de vez en cuando---, le cantaba el clásico: “…Perdón vida de mi vida, perdón si es que te he faltado…”, además se echaba la culpa por el mal momento.

Como decíamos. Chano, al llegar nuevamente a casa, le cantaba, “…Amorcito de mi vida, ya llegó tu enamorado, y ay jajay… y traigo una hambre que hasta el peeerro me puedo comaaerrrr… la la la la…” Por la noche, más serio, le cantaba una canción que dice: “... Buenas noches mi amor, buenas noches vida mía, en tus sueños al dormir, sabrás que yo sin ti no puedo vivir…” ---era la rutina diaria, a toda hora cantaba---. También le cantaba a sus hijos, a los animalillos y a todo lo que veía y se le ocurría.


Una mañana, como cualquier otra, Chano, se levantó, al llegar con su esposa le cantó: “…Hooola mi amor, daaame mi juguito, para estar más despiertito… “…Y me tengo que bañaaar para irme a trabajaaaar, larala la la, larala la la…” salió del baño, se vistió y le cantó al despedirse: “… Adiós mi amooor, porque tengo que partiiir y a la chamba hay que llegaaar, lara, la, lara, la, la...”

Habían transcurrido unos quince minutos, aproximadamente, que Chano, había salido, cuando llegó una vecina y le dijo:


--- ¡Córrale Luvi, que al señor Chano, lo acaba de atropellar un carro!!!

Ella, aventó lo que tenía en las manos y salió corriendo detrás de la persona que llevó la noticia y efectivamente, como a tres calles de su casa estaba Chano, tirado. Al mirarlo gritó:

“---¡No, mi Chano, no!! Se arrodillo, lo abrazó y empezó a gritar desesperadamente:

“--- ¡No, no puede ser, tú no puedes hacerme esto, ---¡ Chano, por el amor de Dios.

“--- ¡Tú, que todo me lo dices cantando! “---¡Por favor, no te mueras.

"---¡ Chano, por favor!! ¡Tú, que siempre y por tantos años me has cantado, no puedes morirte.

“---¡Por favor, Chano, di algo, por favor, di algo!!!

Chano, exhalando un último suspiro, se la queda mirando, con tenue voz y mueca, a manera de sonrisa, antes de cerrar los ojos, le dice: “---TAN, TAN…”

NOTA. (NO RECUERDO QUIEN ME LO CONTÓ).
Autor: Rafael Calderón Negrete. (Puebla, México)
Seudónimo: Jurcan Uriarte Pontleca.
24/08/2015 Derechos de Autor Reservados.©
 
Última edición:
HUMOR NEGRO ( TAN, TAN…)
Feliciano, vivía con su familia cerca del centro de la ciudad. Hombre sano y bueno. No tenía vicios. Era educado, trabajador, caballeroso y dedicado a su familia. No faltó quien dijera que era “mandilón, regañado y hasta marica”; ---nunca respondió a provocaciones, era enemigo de problemas---. No mal parecido. No faltó quien por ahí le hiciera ojitos, pero él amaba a su esposa, Ludivina, ---que de cariño le decía “Luvi”, y ella le decía “Chano”---.

La principal característica que tenía, Chano, incluso, antes de casarse, además de optimista, es que a todo le acondicionaba una canción, hallaba letra para toda ocasión, aunque no rimara, pero el momento tenía que ser cantando.

Desde que amanecía, Chano, le cantaba al despertar: “… Gracias Señor por darme este nuevo día, quien lo diría, lara Lara laaaa…” después, llegaba con su esposa a la cocina, quien ya estaba de pie, pues tenía que preparar el desayuno para los niños y él, cantaba: ”… Buenos días amor, amor, amor, hoy me siento feliz… y tengo que apuraaarme, para llegaaaar a tiempo al trabaaajo, la, la, la, la, la, la…” Al marcharse :”…Adiós amorcito de mi viiiida, me tengo que marchaaaar, pues hay que trabajaaar, lara, lara, la. la...”

El caso es que mañana, tarde o noche, Chano, siempre tendría motivo para improvisar o acoplar el momento cantando o con un trozo de canción popular, conocida o de moda.
Si tenían algún ligerillo altercado, ---que era muy, pero muy de vez en cuando---, le cantaba el clásico: “…Perdón vida de mi vida, perdón si es que te he faltado…”, además se echaba la culpa por el mal momento.

Como decíamos. Chano, al llegar nuevamente a casa, le cantaba, “…Amorcito de mi vida, ya llegó tu enamorado, y ay jajay… y traigo una hambre que hasta el peeerro me puedo comaaerrrr… la la la la…” Por la noche, más serio, le cantaba una canción que dice: “... Buenas noches mi amor, buenas noches vida mía, en tus sueños al dormir, sabrás que yo sin ti no puedo vivir…” ---era la rutina diaria, a toda hora cantaba---. También le cantaba a sus hijos, a los animalillos y a todo lo que veía y se le ocurría.


Una mañana, como cualquier otra, Chano, se levantó, al llegar con su esposa le cantó: “…Hooola mi amor, daaame mi juguito, para estar más despiertito… “…Y me tengo que bañaaar para irme a trabajaaaar, larala la la, larala la la…” salió del baño, se vistió y le cantó al despedirse: “… Adiós mi amooor, porque tengo que partiiir y a la chamba hay que llegaaar, lara, la, lara, la, la...”

Habían transcurrido unos quince minutos, aproximadamente, que Chano, había salido, cuando llegó una vecina y le dijo:


--- ¡Córrale Luvi, que al señor Chano, lo acaba de atropellar un carro!!!

Ella, aventó lo que tenía en las manos y salió corriendo detrás de la persona que llevó la noticia y efectivamente, como a tres calles de su casa estaba Chano, tirado. Al mirarlo gritó:

“---¡No, mi Chano, no!! Se arrodillo, lo abrazó y empezó a gritar desesperadamente:

“--- ¡No, no puede ser, tú no puedes hacerme esto, ---¡ Chano, por el amor de Dios.

“--- ¡Tú, que todo me lo dices cantando! “---¡Por favor, no te mueras.

"---¡ Chano, por favor!! ¡Tú, que siempre y por tantos años me has cantado, no puedes morirte.

“---¡Por favor, Chano, di algo, por favor, di algo!!!

Chano, exhalando un último suspiro, se la queda mirando, con tenue voz y mueca, a manera de sonrisa, antes de cerrar los ojos, le dice: “---TAN, TAN…”

NOTA. (NO RECUERDO QUIEN ME LO CONTÓ).
Autor: Rafael Calderón Negrete. (Puebla, México)
Seudónimo: Jurcan Uriarte Pontleca.
24/08/2015 Derechos de Autor Reservados.©
JAJAJAJAJAJARAFAEL

Gracias por compartir alegría.

Un fortísimo abrazo,

Guillermo.

 

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