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Jana - Parte II

Su día transcurrió sin mayores novedades, salió a comer como todos los días, a un restaurant cercano a la empresa, varios de sus colegas comían en el mismo sitio, ella se sentó sola como de costumbre, en la mesa de la ventana viendo hacia la calle; ordenó pollo asado con spaghetti, puré de papa, una soda y pan blanco, pero no terminó su comida, no dejaba de darle vueltas al sueño que tuvo, pagó la cuenta y salió del lugar en silencio, aún tenía un cuarto de hora libre antes de volver al trabajo.

Había dejado de fumar hacía un par de meses pero estaba intranquila, así que compró una cajetilla de cigarros y un encendedor; cuando iba a encender el primer cigarrillo se arrepintió, lo partió en dos y lo tiró en el primer bote de basura que encontró en el camino de regreso al trabajo, olfateó el olor a tabaco impregnado en sus dedos y exhaló con un gesto de nostalgia, guardó en su bolsillo la caja de cigarrillos y el encendedor, al llegar, se encerró en su despacho, reanudando sus labores sin más contratiempos.

Esa noche volvió a casa un par de horas más temprano, realizó casi la misma rutina que el día anterior, con excepción de la siesta antes del baño; después de tomar una ducha, tomó un vaso de leche con galletas, revisó las puertas y ventanas, apagó las luces y se retiró a su habitación, apenas estaban por dar las 10:00 p.m., cuando encendió el televisor, transmitían una película de comedia, mientras cepillaba su cabello para secarlo, volvió a tener la sensación de ser observada, pero era imposible, todo estaba cerrado y en silencio, las ventanas del dormitorio daban a la calle, se levantó y vio a través de la cortina, solo logró ver una pareja pasando por la acera de enfrente, la portera de su edificio sacaba la basura, era una mujer mayor, que caminaba lentamente, siempre se quejaba de sus rodillas y lo mucho que le costaba subir escalones, por lo demás era bastante simpática, aunque muy curiosa y parlanchina, se sabía la vida de casi todos los inquilinos incluso de los de los edificios vecinos, era buena observando y mala callando.

Desde ahí podía verse el cielo cubierto con espesas nubes grisáceas, seguramente llovería de un momento a otro, podía sentirse la humedad en el ambiente, permaneció de pie frente a la ventana hasta que escuchó finalizar la película en el televisor, volvió a la cama, apagó la tv y cerró los ojos para dormir.

La lluvia por fin se hizo presente, ligera al principio, se intensificaba poco a poco, una vez más el reloj marcaba las 2:30 a.m., mientras ella se había sumido en un sueño profundo, brotó el brillo en el dije, la bruma volvió a surgir y formar un rostro, pero en está ocasión se distinguía una clara similitud con la cara de Jana, como si fuese un reflejo; sus ojos brillaban posándose en el cuerpo que dormía en el lecho.

Ella visualizó en sus sueños, un lugar oscuro con luces brillantes, música estridente, lleno de gente joven en su mayoría, hombres y mujeres, bailando, bebiendo, sudando; era una discoteca, reconoció las paredes, los muebles y la decoración, incluso a los meseros que danzaban entre la gente, ambientándola y animándoles a beber sin parar, barrió el sitio con la mirada, pudo ver un par de parejas en las mesas cercanas a la humeante pista, unos riendo a carcajadas, otros haciendo muestras de “cariño” con la mano bajo la mesa, al lado opuesto un grupo de amigos compitiendo por ligar con las chicas más guapas y solas, sintió una mirada encima, un hombre que parecía estar solo, al otro lado de la barra; pelo oscuro, piel morena, muy varonil, ojos grandes y expresivos, sus brazos fuertes que se marcaban a través de su chaqueta, no le quitaba la vista de encima, ella llevaba un vestido corto de lentejuela gris, con un pronunciado escote en la espalda y los hombros descubiertos, su pelo ligeramente rizado, suelto y alborotado caía por su espalda, el maquillaje resaltaba y engrandecía sus ojos y sus labios, sus uñas largas y pintadas hicieron una seña al extraño que sin pensarlo dos veces fue tras Jana.

La chica avanzaba entre la gente por un estrecho pasillo frente a la barra, caminaba provocativamente, guiando al atractivo hombre, al llegar a las puertas del baño de mujeres, espero, una vez que lo vio acercarse, le lanzó una coqueta sonrisa y un guiño, entró al tocador, en donde había un cómodo sillón, para que las damas pudieran sentarse a esperar o retocar su maquillaje tranquilamente, él entró detrás y echó seguro a la puerta para que nadie más entrara, ella estaba de pie frente al espejo del lavamanos, él avanzó en silencio hasta allí, la mujer tenía las dos manos posadas en el mueble y lo seguía en el reflejo, sus miradas se encontraron, mientras los dedos inquietos del hombre aterrizaban suavemente en los hombros de Jana, arrastrando los dedos en su piel apartó la tela de su vestido y rozó la piel con sus labios, su cuerpo se apretó contra el de ella, pasando el otro brazo por su cintura para rodearla.

Iniciaron un juego de besos y caricias intensas, la ropa de los dos cayó al suelo y sus cuerpos en el sofá, Jana tumbada boca arriba y él sobre ella, que abrazó la masculina cadera con las piernas, mientras el besaba y mordía sus senos, ardía la pasión en sus cuerpos, las uñas de uno se marcaban en la piel del otro, mientras sus cuerpos se fundían como uno solo, los jadeos y gritos de pasión hicieron cimbrar las paredes del húmedo escondite, sus cuerpos cambiaban de posición provocando cada vez más placer, justo antes de alcanzar el éxtasis, ella ahora estaba montada en el cuerpo del excitado compañero.

Mientras su propio cuerpo se contorsionaba y las manos de él volaban por el pecho de la chica, lo miró fijamente, inclinándose sobre él hasta tocar la piel con sus labios y en un último gesto de pasión enardecida le clavo sus colmillos en el cuello, de manera suave al principio y poco a poco más intensa, bebía la sangre del amante sin que él pusiera resistencia, Jana no se detuvo hasta obtener de él, el último halito de vida y quedar a la vez completamente complacida, sus ojos, su piel y el resto de su cuerpo estaban desbocados, sonrió mientras se levantaba dejando en el mueble, el cadáver de aquel hombre, se inclinó sobre él, que permanecía inmóvil, paso sus dedos sobre su barbilla y la acarició, apretó sus labios contra los del muerto y metió su lengua en su boca, la enredó en la de él y la mordió con tanta fuerza que desprendió un gran trozo, estaba inmersa en el besó apasionado aún sin tener ninguna respuesta, pero quedó satisfecha, se llevó en la boca un recuerdo del encuentro, tomó la camisa de él y envolvió el trozo de lengua en ella, después la colocó sobre el lavamanos.

Volvió a vestirse, antes de retirarse se miró al espejo, pero en esta ocasión, el shock fue devastador, de la unión de sus labios todavía corría una gota de sangre, su rostro sudoroso y despintado, su pelo enmarañado más que antes, de alguna manera tuvo conciencia de lo que acababa de hacer y al voltear al sillón y ver el cadáver se aterrorizó de sí misma, se dejó caer en el piso y lanzó un grito estremecedor, cerró los ojos y apretó las manos contra su rostro.

La interrumpió el sonido del despertador, al abrir los ojos había amanecido y estaba sentada en una esquina de su cama, temblando de miedo y horror, miró sus manos y cascabeleaban sin control al igual que el resto de su cuerpo; fue un mal sueño se decía sin parar, vio hacía la ventana y poco a poco comenzó a percibir los ruidos habituales, abajó la portera del edificio barría la calle, era poca la actividad de transeúntes, a las 6:30 am.

Se levantó y fue directamente al baño, una vez más estaba todo humedecido, la tina de baño, la cortina, las paredes, toallas e incluso el espejo, pasos sus dedos para limpiarlo, veía su rostro buscando rastros de sangre, pero no había nada, solo rastros de dos malas noches, que ya empezaban a delatarse por medio de la inflamación de los párpados y oscuras sombras bajo los ojos, sonrió aliviada de no encontrar algo más.
Se dirigió a la cocina, preparó un par de sándwiches de jamón y queso, con un mostaza y algo de picante, antes de probar nada, notó que tenía un sabor extraño dando vueltas por su lengua, algo metálico, terroso, se dirigió al lavabo del baño, dio un par de sorbos de agua y enjuagó su boca, al expulsar el agua observó que caían diminutos trozos de polvo púrpura, revisó sus dientes y encontró en uno de sus colmillos un poco más de esa misma materia, lavo sus dientes con el cepillo y pasta, al enjuagar pudo ver más residuos, aunque en menor cantidad, tomó el enjuague bucal y continuó aseando su boca, hasta tener solo la quemante sensación de los productos de limpieza en su lengua, casi adormecida por el largo proceso de lavado al que se sometió.

Al terminar ya no tenía hambre, empacó los sándwiches y los guardó en el refrigerador, lavo y recogió todo antes de dejar la cocina, se dirigió a su habitación, al estar lista para salir a trabajar, volvió a notar aquel dije sobre su buró, esta vez, caminó hacia allá y lo tomó, luego de observarlo detenidamente una sensación extraña le recorrió el cuerpo, lo puso en la bolsa de su saco, su mirada se desvió directamente al lugar de donde recogió el dije, una marca había quedado grabada en el mueblecito de madera, parecía una quemadura, similar al rastro que deja un objeto al rojo vivo en la superficie de un objeto de plástico, alargó la mano derecha y rascó la marca con la punta de la uña del dedo índice, aunque le pareció imposible que apareciera sin más explicación, no quiso perder tiempo buscando el origen de la inexplicable huella en la superficie del mueble.

Revisó como de costumbre puertas y ventanas y se encaminó a la salida, cerró tras de sí la puerta y salió del departamento, nunca usaba el elevador, bajó por las escaleras, como todos los días, al cruzar la salida del edificio sintió una mirada sobre ella, giró la cabeza en busca de quién la observaba, vio a la portera, hablaba con otras dos inquilinas del mismo edificio, intentó disimular con una falsa sonrisa a manera de despedida de la chica, quién respondió cortésmente sacudiendo su mano por encima del hombro, diciendo adiós, ella tuvo la seguridad, de que fuera lo que fuera de lo que hablaba aquel parlanchín trío en ese momento, algo tenía que ver con ella.

Las ignoró y siguió su camino, llevaba puestos sus audífonos, escuchaba la radio, mientras iniciaba el noticiero matutino, daban anticipos de los temas del día, entre ellos un nuevo homicidio, cometido en una importante centro nocturno, la policía investigaba la relación entre este homicidio y los otros dos cometidos una noche antes; los dos sueños vinieron de nuevo a su mente, la sensación de verse transformada en algo diferente.

Un ligero dolor de cabeza la acosó desde entonces, en parte por el estrés causado por los sueños y por lo mal que había dormido las dos noches anteriores, al llegar al trabajo, inició sus labores con la mayor normalidad que pudo, un par de compañeras le habían hecho notar su mal aspecto, esas marcadas ojeras, también se veía un poco pálida, cosa rara en ella, que siempre había tenido buena salud, se excusó delante de ellas, diciendo que la carga de trabajo la tenía muy cansada y se recluyó en su despacho, cerrando la puerta con seguro, para asegurarse de no ser molestada con más impertinencias.

Puso música en un volumen agradable, en realidad para entonces tenía bastante avanzado el trabajo, solo un par de expedientes en proceso aguardaban sobre su escritorio, pasaba de las 11:00 a.m., su estómago le hizo recordar que no había desayunado, tomó el teléfono y llamó a un restaurante cercano, encargó un filete con ensalada y papas fritas, una soda y una rebanada de pastel de chocolate; media hora más tarde, el empleado del restaurante tocaba la puerta de la oficina, abrió y recibió su pedido, tomó un par de billetes y le agradeció por el favor, el chico se despidió sonriente cuando ella le pidió que conservara el cambio, alcanzó a ver a espaldas del chico a sus compañeros de oficina, ocupados en sus labores, volvió a cerrar y se sentó a comer.

Al terminar cerca de las 12:00 p.m., se dirigió al baño, para lavar sus dientes y tirar los restos de su comida, lavó su cara, sus manos y volvió a la oficina, se sentía mucho mejor después de haber comido, aunque el dolor de cabeza no había desaparecido, tomó un par de aspirinas que introdujo en su boca y dando un largo trago a la soda, las tragó, el sabor del dentífrico y la soda le hicieron corto circuito en los labios, provocándole un par de graciosas muecas, después continuó con su labor.

Alrededor de la 1:30 el ruido externo comenzó a cesar, era hora de comer y los compañeros de Jana salían de uno por uno, dejando las luces de la oficina apagada y en silencio, entreabrió la puerta y se asomó, para asegurarse, quedaba un par de personas merodeando, pero ya se dirigían a la salida, cerró una vez más la puerta del despacho y aumentó un poco la música, empezó a sentir pesadez en los ojos, un ligero cosquilleo en el cuello, producto del cansancio físico y mental, apagó el monitor de su computadora y las lámparas de techo en su sobre su escritorio, solo dejó encendida una pequeña lámpara de lectura, puso la alarma de su reloj a las 3:30 p.m., para despertar en caso de quedarse dormida, masajeó su cuello intentando liberar tensión y presionó ligeramente sus sienes con las yemas de dos dedos, bajó el nivel de su silla, poniendo sus manos cruzadas sobre el escritorio las hizo servir de almohada, necesitaba dormitar un poco para reponerse del todo.

La música era deliciosa, apacible y poco a poco fue perdiendo percepción del entorno, se sumió en un sueño profundo y vacío, como si estuviera ausente de todas partes. Del bolso de su saco, que colgaba del respaldo de su silla, brotó un destello, con el ritual de siempre emitía un ligero humo, que iba tomando la forma del rostro de Jana.

Vio su cara aparecer frente a una ventana que la reflejaba, llevaba un corto y ajustado vestido blanco de enfermera, con los dos primeros botones abiertos, por los que se asomaban provocadores sus senos, en las piernas apenas cubría lo elemental, tenía puestas unas pantimedias blancas con liguero de encaje, zapatillas altas de charol, tenía una cofia sobre su cabeza, coronando su pelo lacio, recogido en alto, que alargaba la forma de sus ojos y abría camino a sus largas pestañas maquilladas, sus labios rojo escarlata sonreían ligeramente, sus mejillas marcadas con rubor alzadas en una mueca, al igual que su cejas delgadas y definidas, tenía un estetoscopio atravesado por detrás del cuello y una jeringa llena de un líquido azuloso-transparente.

Escuchó ruido proveniente de una habitación cercana, caminó sensual buscando el origen del sonido, escuchó una voz masculina, que llamaba a la enfermera – ¡Cariño!, ven acá que me siento muy solo, me has dejado con ganas de verte, necesito tus mimos – no parecía enfermo, por lo menos no de algún padecimiento físico, era más un caprichoso macho haciendo drama para llamar la atención de una cariñosa fémina.

Continuará...

 
Como la primera parte me quedo con la intriga de esta magnífica y vampirezca hiostoria, XD!!! se me erizaron los pelos, jajajaja. Felicitaciones Ale por esta manera tan belamente misteriosa de escribir que tienes, besos corazón
 

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