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Jose luis y el nomo burlón 1ª parte

JOSÉ LUIS Y EL NOMO BURLÓN



José Luis vivía en una bonita casa en el gran bosque de Calandor, lleno de altos pinos, robles, encinas y hayas, junto a sus padres, José María y Maribel, y su hermano pequeño Alvaro.
A finales del verano recogían manzanas y peras de los frutales que plantaron frente a su casa muchos años antes y que daban muy buenas cosechas. También moras silvestres con las que hacían ricas mermeladas y tartas. Al entrar el otoño recolectaban setas, castañas, y bellotas para hacer harina. Y en la primavera fresas y cerezas. A lo largo del año el padre cortaba y almacenaba leña para hacer carbón vegetal, labor en la que José Luis, con su pequeña hacha, ayudaba. Todos tenían que ayudar en la casa.
De todo esto vivía la familia. Lo vendían en el pueblo cuando ponían el mercadillo. A su vez, con lo que sacaban, compraban lo que les faltaban. Les iba bien y eran felices. Después de unos años buenos, donde las cosechas fueron generosas, consiguieron guardar algo de dinero, y decidieron comprar unas cabras que les proporcionaran leche, queso y lana, la llegada del pequeño suponía más gastos y los animales eran una buena inversión. Para ello enviaron a José Luis con el señor Marcos, un cabrero del valle de al lado, que era amigo de la familia desde hacía muchos años y que se prestó encantado para enseñarle. Durante unos días le acompañó para aprender todo lo que pudiera de los animales, lo que podían comer y lo que no, como curarlos o limpiarlos y como manejarlos por el monte, pues sería José Luis el que lo hiciera a partir de entonces. Para que le ayudara con la docena de cabras y un chivo de retorcidos cuernos y larga barba, le regaló un perro, Pelusa, pequeño, de mucho pelo, blanco y canela, vivo, nervioso y muy inteligente. Rápido hicieron buenas migas y la amistad surgió sin dificultad entre los dos. Se lo agradeció mucho a su mentor, ya que se imaginaba muy solitaria la vida del pastor. También le regaló una navaja de mango de madera y remaches de metal muy afilada, el chico la miró con ilusión como símbolo de que estaba creciendo, pues si no sus padres nunca le dejarían llevarla, y una flauta de pastor, tallada por las manos del señor Marcos con bonitas imágenes de pájaros.
-La navaja te servirá para cortar la fuerte lana de la cabra si se enredase en un zarzal, cosa que pasa a menudo, o para sacarla alguna espina que se clavara, si cojean debes parar y usarla, nunca la pierdas, te será de mucha utilidad. La flauta te hará compañíacuando te encuentres solo en mitad del monte, tranquilizará a las ovejas si están nerviosas, y espantará tus miedos. Con el tiempo sacarás dulces melodías a este trozo de madera que con tanto cariño te he fabricado.
-¿De que tengo que tener miedo? Con mi padre he ido muchas veces al bosque y nada nos pasó nunca. No creo que sea diferente a pesar de ir solo.
-Pero tu padre es un hombre grande y fuerte, sabe defenderse, pero tú eres un pequeño niño, que pocas cosas sabe de lo que puede deparar un bosque. Dos peligros te acecharán principalmente. Los lobos, que olerán las cabras desde muy lejos e intentarán darse un festín a costa de ellas. Pelusa te avisará con tiempo con sus ladridos, no se le escapa una, confía en sus instintos, recoge las cabras y utiliza la honda para mantenerlos alejados, has aprendido muy bien a usarla. Dispara tus piedras sobre las rocas con fuerza, el fuerte ruido les asusta y se lo pensaran antes de acercarse.
-Me ha dicho que eran dos, ¿cual es el otro?. No se me ocurre ninguno.
-Los nomos burlones.
-¿Nomos burlones? Es la primera vez que oigo hablar de ellos. ¿No estará tomándome el pelo?, mire que ya soy mayorcito para creer en cuentos.
E lseñor Marcos dio un suspiro, “estos jóvenes siempre tan incrédulos”. Movió la cabeza y continuó hablando.
-Viven en lo más profundo del bosque y es difícil verlos, se esconden donde nadie los puede encontrar. Jamás se ha descubierto su escondrijo. Solo los ves si son ellos los que quieren encontrarte.
-¿Y por qué son peligrosos?
-Porque son muy traviesos...bueno, mucho más que traviesos, y se divierten hechizando a la gente sin compasión alguna. Conozco a uno que no pudo hablar en meses, pues todo lo que salía por su boca eranladridos por más que intentaba evitarlo, se dedicaba a la venta de telas,así que imagínate el desastre. A otro que era incapaz de mantenerse despierto más de diez minutos, se despertaba como cualquier mañana, pero al poco se le empezaban a cerrar los ojos, y en el primer sitio que se apoyaba se dormía. O a un maestro que cuando empezaba a darla lección olvidaba todo lo que sabía provocando la risa de sus alumnos y su desesperación, el pobre hombre tuvo que dejar la enseñanza y dedicarse a plantar boniatos.
-¡Pobrecitos! ¿Y como te libras de su hechizo?, no estarían así toda la vida, algún remedio o cura habrá.
-O se cansa por que ya no le divierte y olvida mantener el hechizo, o la familia le da alguna pieza de oro para que lo suprima. El oro les fascina, el problema es que la mayoría de la gente carece de él.
-¿Y no hay manera de no caer en el encantamiento?
-Cuando te encuentres con alguno te hará tres preguntas, debes decir NO a las tres, hablan cambiando las sílabas de sitio y no hay quién les entienda, pero es una trampa seguro. Si contestas SI a una de ellas caerás en el encantamiento que esconda.
-¿Y si no le contestas?
-Se enfadará y mudo te quedarás.
-¿Y como son?, no me gustaría encontrarme con ellos y no saber lo queson.
-No te preocupes, cuando lo veas lo reconocerás, no te quepa la meno rduda, no habrás visto a nadie así. Se sabe muy pocas cosas de ellos. Que la magia esta en su barba, cuando son jóvenes y su podera un débil apenas tiene un par de centimetros, pero según van adquiriendo más, les crece y les crece. Se dice que el más poderoso de ellos fue uno que era muy anciano y se pisaba la barba al andar. Otra cosa que se comenta es que duermen muy profundamente, como si estuvieran invernando, y roncan exageradamente fuerte, hay quien los ha confundido con un jabalí; y no se te ocurra despertarlo, se levanta de mal genio. ¡Ah!, y les vuelve locos la miel, es su alimento principal, son golosos por naturaleza.
Poco tiempo después regresó a casa con los animales. Sus padres ,mientras tanto, habían preparado un pequeño establo para las cabras, con paja y bebedero, donde pasar las noches y los días malos. También, preocupados por su nueva dedicación, le compraron una gruesa pelliza con el cuello muy alto para el frío, así como un gorro y botas altas de lana, y para las caminatas un zurrón donde meter la comida y sus cosas, que se colgaba del hombro y dejaba una bolsa por delante y otra por detrás. Así fue como José Luis se convirtió en pastor. Día tras día, salía con su rebaño junto a su amigo Pelusa.
E ltiempo pasaba y las cabras daban una rica leche que ayudó mucho a la familia, con ella preparaban queso, requesón y yogur. Con la lana hicieron los primeros jerséis, calentitos y cómodos, aunque a lprincipio picaban por la dureza de la lana. Salía muy temprano con el rebaño, ya tenía varias rutas por donde había fresca hierba y jugosas plantas para que comieran, y regresaba a media tarde, por el camino almorzaba lo que su madre le había preparado. Los días que caían tormentas o nevaba les daban forraje en el establo a los animales y no salía evitando que se pudiera perder alguno.
Una mañana de primavera el cielo amaneció despejado, nada dejaba intuir que cambiara, pero para la hora de comer, unas negras nubes cubrieron todo el cielo sin darle tiempo a regresar, se preparaba una fuerte tormenta. Reunió a su rebaño lo más rápido que fue capaz, pero antes de que pudiera buscar refugio en una pequeña cueva que había en el cerro, una lluvia torrencial, de gruesas gotas, acompañada de terribles truenos estalló sobre sus cabezas. En la loca carrera para llegar a la cueva, perdió el zurrón y con él su comida. Llegaron empapados y asustados, los rayos parecían caer por todos lados. Encendió una pequeña hoguera con su chispero que siempre llevaba en el bolsillo de su pantalón y la poca leña que había dentro de la cueva que se mantenía seca. La tormenta parecía no tener fin, y las cabras se movían nerviosas. Sacó su flauta, que por suerte mantenía en un bolsillo de su pelliza, y tocó una dulce melodía con la que espantar el miedo y olvidar el frío y el hambre. Cuando parecía que la música cumplía su cometido, pegó un bote al ver delante de él a un ser extraño al que no había oído entrar. ¡Era un nomo! Razón tenía el señor Marcos cuando le dijo que lo reconocería nada más verle. Medía medio metro poco más o menos, llevaba un gorro rojo que parecía más de dormir que de ir por la calle con una borla en su punta, una camisa azul de grandes botones de madera, haciendo juego con sus zapatos, y un pantalón tan rojo como el gorro, sujeto con un enorme cinturón que reposaba sobre su prominente barriga, donde se clavaba una gruesa hebilla. Hasta allí llegaba su barba, blanca y espesa, encima de la cual sobresalía unas narices, que si midiera dos metros, ya serían grandes. José Luis no salía de su asombro y mantenía la boca abierta, pero muy prudente, no dijo niuna sola palabra, estaba esperando oír alguna de esas preguntas mágicas.
-Espero que no te importe que entrara. Pasaba cerca escapando de la tormenta y oí la deliciosa melodía que salía de tu flauta; dijo con una voz algo ronca pero suave.
José Luis negó con la cabeza y siguió tocando. Estaba aleccionado por elseñor Marcos, y no quería caer en las redes del travieso personaje, aunque el miedo le hacía equivocarse en algunas notas.
¿Resquie mirdor chesno y asdi sin rarpa?
El niño dudó un rato, pues nada entendía, pero recordó las leccione srecibidas, y sin intentarentenderlo contesto.
-¡NO!
El nomo puso cara de disgusto, y siguió hablando, contando cosas sin parar, sobre el bosque y sus animales, los ríos, las plantas y un montón de cosas más que al pastor nada importaba, hasta que soltó otra pregunta.
-¿Resquie derper el blaha y loso drarla?
La pregunta le cogió de improvisto, pero igual que la otra vez contestó.
-¡NO!
La enorme nariz del nomo se puso colorada, y su mirada se endureció, pero siguió hablando como si nada ocurriera, José Luis ya se encontraba algo mareado.
-¿Tienes hambre?
No supo que decir, pues entendió perfectamente las palabras. En ese momento sacó el nomo de su bolsa un enorme y jugoso trozo de jamón que desprendía un olor capaz de despertar cualquier apetito. El estómago del muchacho sonó reclamando una parte y recordando su vacío, su boca se hizo agua de inmediato. Le acercó el trozo delante de su cara.
-¿Te rasdeper y el nomica no rastraconen?
Se le nubló la vista, era tanto su hambre después de un largo día de caminata y del frío que su mente no pensó con claridad. ¿Cuantas preguntas me hizo antes? Tres ¿verdad?. Si creo que ya fueron sus tres preguntas.
-¡SI!

CONTINUA EN LA SEGUNDA PARTE.
 

Maese Josman

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Javier, muy buen cuento es este en su primera parte, la verdad muy elaborado y bien plasmado desde un inicio, bien descrito y de gran soltura y buen leer, para mi de lo mejor que hasta ahora e leído en este bonito genero, me encanto, luego pasaré a leer la segunda parte de momento CHAPÓ.
Un abrazote amigo mío, el tuyo José Manuel.
 
El nomo puso cara de disgusto, y siguió hablando, contando cosas sin parar, sobre el bosque y sus animales, los ríos, las plantas y un montón de cosas más que al pastor nada importaba, hasta que soltó otra pregunta.
-¿Resquie derper el blaha y loso drarla?
La pregunta le cogió de improvisto, pero igual que la otra vez contestó.
-¡NO!
La enorme nariz del nomo se puso colorada, y su mirada se endureció, pero siguió hablando como si nada ocurriera, José Luis ya se encontraba algo mareado.
-¿Tienes hambre?


Yo creo que el problema del gnomo era...que estaba hambriento.
Un bonito relato que leo y disfruto. Saludos estimado poeta
 

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