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Jose Luis y el nomo Burlón 2ª y última parte.

En ese instante se oyó una fuerte carcajada, y una pequeña explosión,que con mucho humo hizo, desaparecer al nomo como si nunca hubiera estado allí. José Luis temblaba de miedo. ¿Que había pasado?. Se acurrucó en la esquina rodeado de sus ovejas y se quedó dormido de lcansancio entre pesadillas y sobresaltos.
A la mañana siguiente todo parecía estar bien, nada notó. Saltó, corrió, cantó, he hizo todo lo que se le ocurrió para comprobar que el nomo no le había hecho alguna de sus maldades. Se imaginó que había sido un mal sueño. El cielo estaba despejado y emprendió camino a su casa pensando en la preocupación de sus padres.
Llevaba más de dos horas de viaje, cuando apareció de nuevo en la cueva. ¿Como era posible? ¿Me habré despistado?, que cosa más rara, nunca le había pasado algo parecido. Tomó otro sendero que le llevaría por el río, no tenía perdida, solo tenía que seguir suscurso hasta unas grandes peñas, pero después de bastantes kilómetros ¡Estaba otra vez en la cueva!. Fue entonces cuando comprendió que era obra del nomo y no lo había imaginado. Intentó recordar la frase que le dijo y con un palo la escribió en el suelo, por suerte su memoria era buena. Fue cambiando las silabas hasta que dio con la combinación “Te perderás y el camino no encontraras”. ¿Que haría ahora? ¿como volvería a casas?. Decidió dejar las cabras en la ribera del río, de allí no se moverían, y con Pelusa buscar la forma de regresar. Durante todo el día andó y andó, pero siempre acababa en el mismo sitio de donde partía. Lloraba amargamente pensando en la preocupación de sus padres y en su desgracia. A pesar de estar avisado cayó en la trampa. En ese momento Pelusa estiró sus orejas como si escuchara algo y se dirigió hacía una peña. Le siguió para ver que era, pero solo vio una enorme roca de la que salía un extraño ruido.
Se imaginó que sería agua subterránea o algún animal y se dio media vuelta para irse, pero su amigo seguía allí sin moverse, gruñendo muy bajito.
-Pero Pelusa, ¿no ves que solo es una roca?. No hay nada.
A la vez que lo decía movió su mano para golpearla y demostrarle que era verdad, pero no encontró nada en su trayecto. Dio un salto hacia atrás sorprendido. Comprobó que no era una ilusión, sus ojos veían la roca, pero su mano atravesaba la imagen. Era cosa de magia, ¿magia?. Tomó aire, y con un paso no muy seguro, atravesó la roca. Allí encontró al enano durmiendo, era su guarida. Roncaba como loharía un buey enorme, seguramente lo de la puerta era un encantamiento para protegerse. A su lado tenía una vasija de barro vacía que había contenido miel, seguramente su cena, y un par de cofres al fondo que imaginó sería ese oro que tanto apreciaban.
Se quedó un rato pensando, el sueño del burlón se notaba profundo y sereno, no le importaba nada todo el mal que provocaba. ¿Que podría hacer para librarse de su encantamiento?. Observó su barba, que según le contó el señor Marcos, era la que le dotaba de la magia con la que se divertía tanto. ¿Su barba? ¿de que le sonaba es abarba?. Tuvo una idea. Le hizo una señal a Pelusa, recogió la vasija vacía, y salieron de la cueva en el mayor silencio posible.
Corrió todo lo rápido que las fuerzas le dejaron hasta donde estaban las cabras. Buscó el zurrón y sacó la afilada navaja, y pidiendo perdón al chivo que no se dejaba de buen grado, le afeitó las barbas.
De camino había visto un panal de abejas. Lo derribó con su honda, le costó mucho pues estaba muy alto, y con mucho cuidado de sus moradoras, que no estaban de acuerdo con perder su casa, vació la miel en la vasija. En un pino llenó su cantimplora con la resina que supuraba. Ahora, más cargado, regresó a la cueva.Antes de volver a atravesar la roca tomó aire, seguía teniendo miedo de acercarse a su morador.
El nomo seguía roncando sin parar, parecía que nada pudiera despertarle, y en eso se basaba todo el plan. Con su afilada navaja,y el máximo cuidado, le afeitó las barbas como le hizo al chivo. Aprovechaba cada vez que resoplaba para rasurarle, y al mínimo movimiento paraba deseando que no se diera cuenta. Tardó mucho en hacerlo, quedaba ya poco para que amaneciera, le había ocupado todala noche preparar su plan. Ayudado de la resina, le pegó las barbas del animal, quedando prácticamente igual. Él se pegó las del enano, pero se subió el cuello de la pelliza para esconderlas. Se sentó a esperar a que se despertara. No pasó mucho tiempo cuando abrió un ojo.
-Hum...¡Pero que hacer tú aquí! ¿Como has entrado?
Miró hacía la puerta, comprobando que el hechizo seguía funcionando. Puso cara de sospechar alguna trampa.
-Es que pasaba por aquí y oí tus ronquidos. Pensé que era alguien que necesitaba ayuda. Espero que no te importe.
De inmediato el enano se giró para comprobar que el visitante no le había robado su oro, abrió los cofres para ver su tesoro. Más tranquilo al comprobar que seguía ahí, se dio la vuelta y sin abandonar su cara de sospecha preguntó al niño.
-¿Que es lo que quieres?
Sacó de detrás de su espalda la vasija a rebosar de miel recién cogida. Retiró su tapadera y dejó que su olor invadiera la instancia. Cuando se aseguró que la nariz del nomo lo había captado se la acercó a la cara, e igual que le hizo a él, preguntó:
-¿Rasnabuzre y rasaceco moco un noas?
E lgoloso nomo solo tenía ojos para la vasija. Ni se le ocurrió pensar que le esta diciendo el niño, solo pensaba en el suculento desayuno que se le ofrecía. Confiado en su poder y en su propia maldad contestó.
-¡SI!
De inmediato una pequeña explosión con mucho humo resonó en la cueva,y donde se encontraba el nomo apareció un asno que rebuznaba y coceaba sin cesar. José Luis, después de reírse un buen rato junto a Pelusa, sacó la honda y se la ató al cuello a modo de rienda para poder controlarlo. Cargó todo el oro que pudo en los bolsillos de su zurrón, que acomodo a la espalda de la acémila. Bajó hasta e lrío y recogió sus cabras, y esta vez si, encontró sin dificulta del camino a casa. La divisó a lo lejos no se lo podía creer, por fin. Cuando sus padres le vieron regresar las lágrimas de alegríac orrían por sus caras, estaban muy preocupados por él, no sabíanque había pasado.
El nuevo asno fue de mucha utilidad a su padre para llevar la leña, siempre rebuznaba y coceaba, pero al final llevaba la carga por un poquito de miel . El chivo no andaba muy contento con su nueva imagen, pero le volvió a crecer la barba y se le pasó el enfado. Con el oro encontrado no pasarían más necesidades y vivirían tranquilos muchos años. La barba mágica del enano la escondieron en un profundo pozo, era muy peligrosa, pero quizás alguna vez pudieran necesitarla. Y José Luis se hizo un gran pastor, cuyo rebaño fue el más grande de toda la comarca. Él y Pelusa nunca se separaron.

 
En verdad la fábula es hermosa y muy profunda quizás hasta tenga su moraleja "ten cuidado con las travesuras quizás te las devuelvan y no te guste" Felicitaciones Javier por esta narración, bella, profunda y muy fluida atrapando de gusto al lector, saludos amigo poeta
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Precioso,precioso y precioso ,me encanto ,es una historia muy bonita ,muy bien llevada que engancha que entretiene en la lectura con una historia alucinante digno de un maestro cuentista jajajja,lo último es broma,pero en serio Javi que tenes magia para escribir este tipo de cuentos infantiles,excelente gracias por compartir tu bello arte,un beso grande.
 

MARIPOSA NEGRA

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¡disculpa!, ¿donde dices que escondió Jose Luis la barba del mágica? ocupo unos cuantos favores de ella, jajajajaja genialllllll el cuento señor de los piropos, muy ingenioso el chamaco, como siempre un placer leerte, besos
 
De inmediato una pequeña explosión con mucho humo resonó en la cueva,y donde se encontraba el nomo apareció un asno que rebuznaba y coceaba sin cesar. José Luis, después de reírse un buen rato junto a Pelusa, sacó la honda y se la ató al cuello a modo de rienda para poder controlarlo.

Cómo me gustan los cuentos de los nomos como este que nos compartes, valga que José Luis pudo controlar al nomo.
Ha sido un placer la lectura. Saludos estimado poeta
 

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