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La casa

La casa

Capítulo I

Los pasos comenzaban a escucharse desde la puerta de la calle, pasaban por la sala, atravesaban el comedor y se paraban justamente en la puerta de la alcoba donde dormía el pequeño Sigfried.
La casa donde vivía el infante con su madre y unos familiares estaba ubicada en un barrio de clase humilde cerca de la estación del ferrocarril, lugar donde iba el chico todas las tardes a esperar el tren procedente de "Las Bananeras" en el que llegaba su madre después de una larga y penosa jornada de trabajo en ese verde infinito.
Su madre, que cariñosamente sus amigos llamaban "La Chiqui", era una mujer joven, simpática y muy alegre, que perdió a su progenitora en el momento mismo del parto, siendo criada por unas tías; sintió en carne propia todos los rigores de un sistema injusto, pero lo peor, la carencia absoluta de amor y de un calor verdadero de familia, ya que no solamente perdió a su mamá sin haberla conocido sino que su padre jamás la abrigó en su seno.
Por esa camisa de fuerza social, humana y familiar a que fue sometida, "La Chiqui", sale a edad temprana a probar suerte en un mundo desconocido y dificultoso para una joven mujer en un medio totalmente machista.
Sin muchas herramientas intelectuales, escasamente había ido a la escuela un par de años, para afrontar la vorágine de dificultades de la vida en el comienzo de su edad florida se ve obligada a lavarle los calzoncillos sucios de los ricos.
Cansada de esa moderna esclavitud y aconsejada por sus amigos de juventud se va a trabajar a "La Zona Bananera", trabajo un poco más dignificante para el espíritu aunque no menos fatigoso.


Capítulo II

Lo extenso y plano del área hacía que el ojo humano no alcanzara a delimitar sus confines; el verdor, como símbolo de esperanza y de estabilidad del alma, dominaba el espacio metiéndose en la retina del que se encuentraba en sus predios dejándolo atónito de la belleza que le brindaba la naturaleza.
Toda esa extensión territorial formaba parte de lo que se llamaba "La Zona Bananera", zona explotada por una multinacional, que a pesar de todo ello era un sitio que servía de analgésico laboral de una población heterogénea y fluctuante, con pocas posibilidades de obtener trabajo en la época.
Aprovechando las escasas oportunidades de trabajo que ofrecía el mercado laboral, las directivas de la multinacional abusaban del sudor de los famélicos trabajadores, sometiéndolos a trabajos extenuantes bajo los efectos de químicos agresivos para la maduración prematura de su producto, ocasionándoles con el tiempo a los desprotegidos obreros enfermedades pulmonares y toda clase de cánceres, especialmente el de la piel.
Bajo esas difíciles condiciones laborales, de salubridad y salariales se sometió "La Chiqui" a trabajar, al fin y al cabo, era mucho mejor que lavar ropa ajena; todo ese sacrificio lo hacía para poder educar a su hijo, Sigfried, educación de la que ella careció. Olvidaba decir, que "La Chiqui" era una madre soltera.
Al cabo de un cierto tiempo de estar trabajando como recolectora de bananos, estalló una huelga de parte de los trabajadores, quienes les exigían a las directivas de la multinacional mejores condiciones salariales y recortes en el tiempo de trabajo, así como mejores condiciones en materia de salud.
Como consecuencia de esas justas exigencias de los trabajadores, la multinacional mancomunada con el gobierno central militarizó la zona y una tarde en que se encontraban alrededor de unos 3.000 obreros reunidos en la plazoleta del pueblo para salir rumbo a la plantación, para presionar a las directivas de la multinacional, fueron asesinados cobardemente por el ejército. Entre las víctimas se encontraba "La Chiqui".


Capítulo III

Sigfried, esa tarde, cansado de esperar en la estación a su madre se dirigió triste y lloroso a casa, allí nadie lo esperaba; la casa estaba sola, sus parientes no se encontraban. Se acostó sin comer, pensado en su madre, pidiéndole al Señor que la protegiera; así entre ruegos y sollozos se quedó dormido a tal punto que no sintió la llegada de sus familiares.
Se despertó precisamente en el momento en que comenzó a escuchar los pasos que como de costumbre partían de la puerta de la calle, pasaban por la sala, atravesaban el comedor, pero esta vez no se pararon en la puerta de su alcoba, como todas las noches, sino que penetraron en la alcoba. Sigfried sintió un frío helado que le recorrió todo el cuerpo, temblaba de pies a cabeza; se cubrió totalmente con las sábanas, giró su cuerpo poniendo la cara contra la pared, aguantó la respiración y se puso a rezar; estaba completamente paralizado; sintió la presencia de algo junto a él; inicialmente era algo como denso y sofocante a la vez, luego esa presencia fue tornándose más agradable, más apacible, más placentera y amorosa.
Al día siguiente en vista que Sigfried no se levantaba, cosa no habitual en él, sus parientes preocupados entraron a su habitación donde lo hallaron boca arriba, las manos cruzadas y dibujando en su rostro una sonrisa angelical; Sigfried se había reunido con su madre.


Sigifredo Silva
Lausanne, 13.07.2015
 
Sigifredo: Aunque me dejaste muy triste, tengo que felicitarte por tu prosa, una historia narrada con esos efectos especiales que impactan a través de imágenes sensoriales muy bien transmitidas. Me gustó mucho la conexión entre el título, los sonidos percibidos desde la habitación de Sigfried en dos momentos diferentes, marcando un comienzo y un final en el relato. Saludos
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
La casa

Capítulo I

Los pasos comenzaban a escucharse desde la puerta de la calle, pasaban por la sala, atravesaban el comedor y se paraban justamente en la puerta de la alcoba donde dormía el pequeño Sigfried.
La casa donde vivía el infante con su madre y unos familiares estaba ubicada en un barrio de clase humilde cerca de la estación del ferrocarril, lugar donde iba el chico todas las tardes a esperar el tren procedente de "Las Bananeras" en el que llegaba su madre después de una larga y penosa jornada de trabajo en ese verde infinito.
Su madre, que cariñosamente sus amigos llamaban "La Chiqui", era una mujer joven, simpática y muy alegre, que perdió a su progenitora en el momento mismo del parto, siendo criada por unas tías; sintió en carne propia todos los rigores de un sistema injusto, pero lo peor, la carencia absoluta de amor y de un calor verdadero de familia, ya que no solamente perdió a su mamá sin haberla conocido sino que su padre jamás la abrigó en su seno.
Por esa camisa de fuerza social, humana y familiar a que fue sometida, "La Chiqui", sale a edad temprana a probar suerte en un mundo desconocido y dificultoso para una joven mujer en un medio totalmente machista.
Sin muchas herramientas intelectuales, escasamente había ido a la escuela un par de años, para afrontar la vorágine de dificultades de la vida en el comienzo de su edad florida se ve obligada a lavarle los calzoncillos sucios de los ricos.
Cansada de esa moderna esclavitud y aconsejada por sus amigos de juventud se va a trabajar a "La Zona Bananera", trabajo un poco más dignificante para el espíritu aunque no menos fatigoso.


Capítulo II

Lo extenso y plano del área hacía que el ojo humano no alcanzara a delimitar sus confines; el verdor, como símbolo de esperanza y de estabilidad del alma, dominaba el espacio metiéndose en la retina del que se encuentraba en sus predios dejándolo atónito de la belleza que le brindaba la naturaleza.
Toda esa extensión territorial formaba parte de lo que se llamaba "La Zona Bananera", zona explotada por una multinacional, que a pesar de todo ello era un sitio que servía de analgésico laboral de una población heterogénea y fluctuante, con pocas posibilidades de obtener trabajo en la época.
Aprovechando las escasas oportunidades de trabajo que ofrecía el mercado laboral, las directivas de la multinacional abusaban del sudor de los famélicos trabajadores, sometiéndolos a trabajos extenuantes bajo los efectos de químicos agresivos para la maduración prematura de su producto, ocasionándoles con el tiempo a los desprotegidos obreros enfermedades pulmonares y toda clase de cánceres, especialmente el de la piel.
Bajo esas difíciles condiciones laborales, de salubridad y salariales se sometió "La Chiqui" a trabajar, al fin y al cabo, era mucho mejor que lavar ropa ajena; todo ese sacrificio lo hacía para poder educar a su hijo, Sigfried, educación de la que ella careció. Olvidaba decir, que "La Chiqui" era una madre soltera.
Al cabo de un cierto tiempo de estar trabajando como recolectora de bananos, estalló una huelga de parte de los trabajadores, quienes les exigían a las directivas de la multinacional mejores condiciones salariales y recortes en el tiempo de trabajo, así como mejores condiciones en materia de salud.
Como consecuencia de esas justas exigencias de los trabajadores, la multinacional mancomunada con el gobierno central militarizó la zona y una tarde en que se encontraban alrededor de unos 3.000 obreros reunidos en la plazoleta del pueblo para salir rumbo a la plantación, para presionar a las directivas de la multinacional, fueron asesinados cobardemente por el ejército. Entre las víctimas se encontraba "La Chiqui".


Capítulo III

Sigfried, esa tarde, cansado de esperar en la estación a su madre se dirigió triste y lloroso a casa, allí nadie lo esperaba; la casa estaba sola, sus parientes no se encontraban. Se acostó sin comer, pensado en su madre, pidiéndole al Señor que la protegiera; así entre ruegos y sollozos se quedó dormido a tal punto que no sintió la llegada de sus familiares.
Se despertó precisamente en el momento en que comenzó a escuchar los pasos que como de costumbre partían de la puerta de la calle, pasaban por la sala, atravesaban el comedor, pero esta vez no se pararon en la puerta de su alcoba, como todas las noches, sino que penetraron en la alcoba. Sigfried sintió un frío helado que le recorrió todo el cuerpo, temblaba de pies a cabeza; se cubrió totalmente con las sábanas, giró su cuerpo poniendo la cara contra la pared, aguantó la respiración y se puso a rezar; estaba completamente paralizado; sintió la presencia de algo junto a él; inicialmente era algo como denso y sofocante a la vez, luego esa presencia fue tornándose más agradable, más apacible, más placentera y amorosa.
Al día siguiente en vista que Sigfried no se levantaba, cosa no habitual en él, sus parientes preocupados entraron a su habitación donde lo hallaron boca arriba, las manos cruzadas y dibujando en su rostro una sonrisa angelical; Sigfried se había reunido con su madre.


Sigifredo Silva
Lausanne, 13.07.2015

Triste relato pero muy bien llevado,una historia cargada de dolor en la vida de la madre así como en su muerte,con un desenlace trágico que deja una sensación de paz en la unión de madre e hijo,excelente,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.
 
Sigifredo: Aunque me dejaste muy triste, tengo que felicitarte por tu prosa, una historia narrada con esos efectos especiales que impactan a través de imágenes sensoriales muy bien transmitidas. Me gustó mucho la conexión entre el título, los sonidos percibidos desde la habitación de Sigfried en dos momentos diferentes, marcando un comienzo y un final en el relato. Saludos
¡Hola Reina Mora!

Me es muy grato que estés comentando este trabajo y sobre todo que te haya gustado.

Cuídate.

Sigifredo
 

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