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La Celda 14

Estaba Lorenzo tirado en su celda sucia y con herrumbres por todos lados. Su cuerpo estaba todo golpeado y lleno de moretones producidos por los palos de la policía. En dos días iba a tener la audiencia con el juez, todo fue por una reacción violenta en la calle contra un transeúnte.
Ahora estaba arrepentido y sus lagrimas rodaban por su rostro en un rincón del calabozo de la camisería.
Su cuerpo pedía un cigarrillo se había fumado el paquete que tenia en su pantalón y que le dejaron tener. Eran las siete de la tarde y dentro de una hora le traerían la comida.
Le habían quitado los cordones de sus zapatillas. Detrás de la puerta se escuchaban gritos de otros presos. Los policías les gritaban y les pegaban.
Le habían dejado tener su libro que llevaba en la calle cuando ocurrió el incidente.
Trataba de leer pero le costaba concentrarse, se acordaba de su novia Lorena. Se preguntaba si todavía estaría en el trabajo. Se recordaba con melancolía cuando la noche anterior habían hecho el amor, el penetrándola con toda pasión y sus cuerpos entrelazados, el besando sus pechos.
Pensaba que ella no estaría enterada de que el estaba preso. Se abrió la puerta del calabozo, lo hizo volver a la realidad, era el policía de guardia que le tría un plato con algo que se parecía a una sopa insulsa y un pedazo de pan viejo.
-Espero que te guste “gatito”- dijo el guardia riéndose sarcásticamente.
-mas que tu cara seguro-dijo con aire desafiante.
-No te hagas el “piola”, escuchaste “tiernito”-espeto con desprecio el guardia.
Lorenzo no le saco la mirada. El carcelero cerró la puerta y la celda quedó en una semipenumbra solo entraba la luz del pasillo de unos tubos fluorescentes. Lorenzo comió como si fuera un perro hambriento la grasosa y cruda sopa, y se guardo el pan para más tarde.
Hacia frio en el calabozo y la humedad calaba los huesos. Agarró el libro y se puso a leer. Cada tanto paraba y se decía que tenia que aguantar. Dejo el libro y se puso a hacer flexiones de brazo para descargar la ausencia de sexo y la furia de estar encerrado, su torso se movía arriba y abajo como una máquina, hasta que quedo exhausto en el piso sudando a pesar de la baja temperatura de la celda.
Su torso estaba desnudo y agitado. El sueño lo atrapó y se quedó dormido en el suelo.

El segundo día amaneció con gritos de los presos tempranamente, le habían traído un “mate cocido” con un pan duro, le pidió un cigarrillo a el guardia de la mañana, este hombre era mas humano que el guardia de la noche, sacó de su bolsillo un atado de cigarrillos a medio terminar y se lo dió, sabiendo que nadie lo había venido a visitar. Después de comer, encendió un cigarrillo, con una fuerte calada que lleno su interior triste y desolado.
Mientras fumaba se preguntaba ¿Por qué? había tenido esa reacción en la calle, si con solo apartarse de delante de esa persona y seguir su camino todo hubiese terminado de mejor forma, ahora estaría con Lorena compartiendo el desayuno de la mañana. No encontraba explicación, solo sabia que había salido una furia interna de su interior por culpa de haber perdido el trabajo.
Ahora estaba en un calabozo de dos metros por tres. Se dijo tengo que hacer algo con el tiempo y se hizo una serie de cosas para hacer. Pidió al policía un par de hojas para escribir, todavía tenia su lapicera. Al rato se puso a escribir una carta a su novia, en ella le explicaba el incidente, cuanto la extrañaba y dejaba saludos para su madre. Luego hizo ejercicios físicos, y leyó su libro. No le habían traído nada para comer en todo el día.
Cayó la noche y tomo la guardia “el bravo” Gutierrez. Mientras Lorenzo se preguntaba el ¿Por qué de su agresividad? Si el es un persona tranquila, ¿que? Lo llevo a agredir a esa persona, no lo entendía si su vida estaba bien, excepto el episodio con su jefe que terminó en su despido.
Sentía una angustia al solo saber que había causado un daño a otra persona, encima que estaba lleno de interrogantes, tenia que soportar al “vigilante” de la noche. Quedaba un día para ir al tribunal. Le parecía todo una pesadilla, si un mes atrás todo esta bien en su vida, trabajaba, escribía, leía, y estaba con su novia.
Pensó que tendría que acostumbrarse que ahora era un ser violento y eso le causó un gran tristeza.
Ya eran las diez de la noche y no sabia nada de Lorena ni de su madre, no le habían traído comida, solo le quedaba el pan duro que se guardó. Lo comió de apoco sin mucha hambre pero sabia que tenia que mantenerse fuerte. Cuando termino el pan se recostó y trato de pensar en algún recuerdo agradable. Se durmió en unos minutos pensando que mañana tenía que ver al juez. El murmullo de las otras celdas fue callando y se apagaron las luces de los pasillos.
 

MARIPOSA NEGRA

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buen relato Gerardo, un segundo de furia puede cegar al más apacible y llevarle a situaciones extremas, un placer leerte, besos
 
Un excelente y muy profundo escrito en el que vemos donde las pasiones humanas pueden arruinar la vida de una persona cuando la furia se hace presente, dejando tristeza y dolor en unos y otros. Felicitaciones poeta Poeta Errante por su fluida prosa y un relato muy bien escrito, se le saluda atte.
 

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