JAVIER TOMAS
Sub Administrador
Este texto ha sido adaptado y filmado en el que es el primer corto de mi hija, Veronica Tomas. Se puede ver en you tube:
https://youtu.be/fcKqNe-Igbk
Era un día tranquilo, uno de esos típicos de primavera en que se respira la deliciosa sensación de que la vida renace, la temperatura es idónea, el sol brilla dando una luz preciosa a la ciudad, y los pájaros trinan y revolotean sin importarles lo más mínimo los inoportunos humanos y sus ruidos. En fin, todo apuntaba a que sería un plácido viernes por la tarde...pero no en todos los rincones de la urbe.
En un apartamento del centro, en un piso alto, una escena escalofriante esta ocurriendo en ese mismo momento. En el salón, detrás del sillón, se observa una mano femenina que sube y baja sujetando una pequeña estatua de bronce, que curiosamente es de cupido, golpeando con saña. Esta llena de sangre, y en cada golpe pequeñas gotas salpican alrededor manchándolo todo, cortinas, la lámpara de la mesilla, la alfombra, el cuadro del fondo. La macabra escena se para, y detrás del respaldo del sofá aparece Marta, una mujer joven, con la camisa, los pantalones y la cara llena de sangre. Se queda mirando al suelo, se observan unos pies inertes calzados con zapatos de hombre que sobresalen del sofá. Se echa la mano libre a la cara, parece que gime. Lentamente va andando hacia atrás sin dejar de mirar un momento. Entonces habla.
-¿Como iba yo a imaginar que él...? ¿Que él se pensaría otra cosa?. Juan era siempre tan atento......
Durante unos momentos sigue pensativa.
-Todos pensarán que ha sido culpa mía. Yo lo invité a subir. Nadie creerá en mi inocencia. Si alguien se entera estaré condenada sin remedio......
Sigue retrocediendo. Aparta por fin su vista del difunto. Se sienta en el sofá que esta cubierto con una funda ligera. Delante tiene una pequeña mesa con un mantelito donde hay varios objetos. Dos vasos que contuvieron hielo y whisky, un móvil, un paquete de tabaco con un cenicero de estos horteras comprado en los chinos, y un cuenco con algunas almendras. Su mirada parecía flotar en ese pequeño mundo.
-Aun recuerdo cuando le conocí, hace tan solo tres meses. Estaba en el bar de la universidad comiendo un bocadillo cuando se sentó a mi lado con un café y los cascos puestos. No pude evitar fijarme que en su teléfono llevaba la misma música que me gusta. Le sonreí y le comenté la coincidencia, soy coleccionista y en mi casa tengo miles de discos
De repente, como si despertara de un sueño, se miró las manos ensangrentadas en las que aun sujetaba la estatua. Una pequeña sacudida de su cabeza la devolvió a la realidad.
-Siempre coincidíamos allí y comentábamos nuestras nuevas adquisiciones.
Su voz suena desgarrada. Vuelve a ponerse de píe. Mira con desprecio el arma del delito y lo lanza encima de la funda del sofá. Su mirada es pensativa mientras hace lo mismo con los objetos que hay encima de la mesilla. Antes de tirar el móvil le saca la batería y la tarjeta.
Se dirige al perchero, donde cuelga un jersey de hombre.
-Una de las cosas que siempre me gustó de él es su olor, tan natural,tan delicado, tan varonil..
Se llevó el jersey a la nariz, lo olió con los ojos cerrados, disfrutando del momento, añorando veces pasadas. Lo apretó con fuerza sobre su pecho, y con pena, lo echó con el restos de objetos.
Durante un momento se quedó parada rememorando felices recuerdos.
-En el cine era más inexperto, pero se dejaba aconsejar y asesorar pormí. Le enseñé el esplendor del cine sueco y su...
No terminó la frase, su voz se sumergió en su garganta sin poder flotar. Empezó a quitarse la camisa, los pantalones y las zapatillas manchadas. Lo tiró con cuidado en la funda del sofá, sin que manchara nada más. Se fue para el baño y se oyó la ducha. Durante un rato una ligera nube de vapor salía por esa puerta, después el silencio. No tardó mucho en salir ataviada con un pantalón de chándal, una camiseta y unas zapatillas de andar por casa. Hizo un atillo con la funda del sofá y todo lo que había dentro. Siguió su camino hacia la cocina, y se oyeron unos cuantos cajones que se abrían y cerraban. Salió con el cubo de la fregona y varias cosas en su otra mano. Paró delante del sofá, sacó un paquete de bolsas de basura de comunidad y arrancó una. Metió el atillo en ella. Se puso unos guantes de cocina y se dirigió donde el muerto yacía.
-También te agradecí mucho que encontraras esas figuritas de búhos para mi colección. Eran preciosas y muy raras.
Su voz sonaba a despedida. Se giró y arrancó la cortina manchada. Abrió otra bolsa. Con la cortina recogió parte de la sangre que había en el suelo y la metió junto a la alfombra. Descolgó el cuadro he hizo lo mismo. Echó el liquido de una botella en el cubo de la fregona y siguió limpiando. Su cara era de tristeza, sus hombros caídos, sus movimientos sin vigor.
-Lo que si hacías bien era bailar, que gran danzarín. Me encantaba perderme entre tus brazos mientas sonaba la música.
Empezó a tararear una canción mientras bailaba con el palo. Su expresión cambió con el agradable recuerdo.
-¡En fin!. Como echaré de menos esos momentos.
Volvió a quedarse sombría. Sacó un plástico grande y empezó a envolveren él el cadáver con gran esfuerzo, se oían los resoplidos al girar el cuerpo manipulándolo. Con un rollo de cinta americana cerró bien el envoltorio. Siguió pasando la fregona recogiendo lo que quedaba. Cuando el suelo estaba bien limpio cogió un trapo y un pulverizador. Empezó a repasar todos los rincones por donde él hubiera tocado meticulosamente, pomos, mesilla, brazos del sofá, repasó a conciencia la lámpara donde había alguna pequeña mancha de sangre. Los cristales de la ventana no quedaron libres de su limpieza.
-¡Que duro es encontrarse sola! ¡Que siempre te defrauden los hombres! ¡No son capaces de satisfacerte!
Ahora la voz sonaba con más rabia que pena. Con todo limpio echó a la segunda bolsa el trapo y el mocho de la fregona. Durante un rato quedó con cara de duda.
-¿Ya hora donde te escondo a ti mientras me deshago de todo esto?.
Se echó un dedo a la boca mientras giraba mirando el salón. Sonrió cuando quedó en frente a un baúl y le señaló con el dedo.
-¡Te pillé!
Arrastró el cuerpo hasta él, pero al abrir la tapa un brazo sin vida se descolgó.
-¡Perdona Ernesto, no me acordaba de ti!
Volvió a girar con su dedo en los labios, y al quedar frente a un armario repitió el gesto. Arrastro de nuevo el cadáver, pero al abrir lapuerta otro paquete envuelto en plástico se le cayó encima.
-Vaya, de este tampoco me acordaba, haber si me acuerdo de hacer limpieza.
Metió el cuerpo como pudo, con mucho esfuerzo. Se apoyó con la espalda en la puerta para poder cerrarla. Se secó el sudor con el antebrazo mientras miraba al techo. Un gesto de convencimiento cruzo su cara.
-Puede ser. Quizás entre.
Salió del salón a la cocina. Se oye abrir la puerta de la nevera y golpes de objetos duros sobre la encimera. Luego ruido de cajones de plástico. Poco después la puerta de aluminio del tendedero y sonidos de herramientas. Por fin aparece de nuevo en el salón.
-Creo que te encontré sitio en el congelador, pero hay un pequeño problema.
Con su mano derecha levanta una sierra mecánica que enciende con gran estruendo. Una expresión de traviesa cruzo su faz.
-¿Me acompañas a la bañera un momento?.
https://youtu.be/fcKqNe-Igbk
Era un día tranquilo, uno de esos típicos de primavera en que se respira la deliciosa sensación de que la vida renace, la temperatura es idónea, el sol brilla dando una luz preciosa a la ciudad, y los pájaros trinan y revolotean sin importarles lo más mínimo los inoportunos humanos y sus ruidos. En fin, todo apuntaba a que sería un plácido viernes por la tarde...pero no en todos los rincones de la urbe.
En un apartamento del centro, en un piso alto, una escena escalofriante esta ocurriendo en ese mismo momento. En el salón, detrás del sillón, se observa una mano femenina que sube y baja sujetando una pequeña estatua de bronce, que curiosamente es de cupido, golpeando con saña. Esta llena de sangre, y en cada golpe pequeñas gotas salpican alrededor manchándolo todo, cortinas, la lámpara de la mesilla, la alfombra, el cuadro del fondo. La macabra escena se para, y detrás del respaldo del sofá aparece Marta, una mujer joven, con la camisa, los pantalones y la cara llena de sangre. Se queda mirando al suelo, se observan unos pies inertes calzados con zapatos de hombre que sobresalen del sofá. Se echa la mano libre a la cara, parece que gime. Lentamente va andando hacia atrás sin dejar de mirar un momento. Entonces habla.
-¿Como iba yo a imaginar que él...? ¿Que él se pensaría otra cosa?. Juan era siempre tan atento......
Durante unos momentos sigue pensativa.
-Todos pensarán que ha sido culpa mía. Yo lo invité a subir. Nadie creerá en mi inocencia. Si alguien se entera estaré condenada sin remedio......
Sigue retrocediendo. Aparta por fin su vista del difunto. Se sienta en el sofá que esta cubierto con una funda ligera. Delante tiene una pequeña mesa con un mantelito donde hay varios objetos. Dos vasos que contuvieron hielo y whisky, un móvil, un paquete de tabaco con un cenicero de estos horteras comprado en los chinos, y un cuenco con algunas almendras. Su mirada parecía flotar en ese pequeño mundo.
-Aun recuerdo cuando le conocí, hace tan solo tres meses. Estaba en el bar de la universidad comiendo un bocadillo cuando se sentó a mi lado con un café y los cascos puestos. No pude evitar fijarme que en su teléfono llevaba la misma música que me gusta. Le sonreí y le comenté la coincidencia, soy coleccionista y en mi casa tengo miles de discos
De repente, como si despertara de un sueño, se miró las manos ensangrentadas en las que aun sujetaba la estatua. Una pequeña sacudida de su cabeza la devolvió a la realidad.
-Siempre coincidíamos allí y comentábamos nuestras nuevas adquisiciones.
Su voz suena desgarrada. Vuelve a ponerse de píe. Mira con desprecio el arma del delito y lo lanza encima de la funda del sofá. Su mirada es pensativa mientras hace lo mismo con los objetos que hay encima de la mesilla. Antes de tirar el móvil le saca la batería y la tarjeta.
Se dirige al perchero, donde cuelga un jersey de hombre.
-Una de las cosas que siempre me gustó de él es su olor, tan natural,tan delicado, tan varonil..
Se llevó el jersey a la nariz, lo olió con los ojos cerrados, disfrutando del momento, añorando veces pasadas. Lo apretó con fuerza sobre su pecho, y con pena, lo echó con el restos de objetos.
Durante un momento se quedó parada rememorando felices recuerdos.
-En el cine era más inexperto, pero se dejaba aconsejar y asesorar pormí. Le enseñé el esplendor del cine sueco y su...
No terminó la frase, su voz se sumergió en su garganta sin poder flotar. Empezó a quitarse la camisa, los pantalones y las zapatillas manchadas. Lo tiró con cuidado en la funda del sofá, sin que manchara nada más. Se fue para el baño y se oyó la ducha. Durante un rato una ligera nube de vapor salía por esa puerta, después el silencio. No tardó mucho en salir ataviada con un pantalón de chándal, una camiseta y unas zapatillas de andar por casa. Hizo un atillo con la funda del sofá y todo lo que había dentro. Siguió su camino hacia la cocina, y se oyeron unos cuantos cajones que se abrían y cerraban. Salió con el cubo de la fregona y varias cosas en su otra mano. Paró delante del sofá, sacó un paquete de bolsas de basura de comunidad y arrancó una. Metió el atillo en ella. Se puso unos guantes de cocina y se dirigió donde el muerto yacía.
-También te agradecí mucho que encontraras esas figuritas de búhos para mi colección. Eran preciosas y muy raras.
Su voz sonaba a despedida. Se giró y arrancó la cortina manchada. Abrió otra bolsa. Con la cortina recogió parte de la sangre que había en el suelo y la metió junto a la alfombra. Descolgó el cuadro he hizo lo mismo. Echó el liquido de una botella en el cubo de la fregona y siguió limpiando. Su cara era de tristeza, sus hombros caídos, sus movimientos sin vigor.
-Lo que si hacías bien era bailar, que gran danzarín. Me encantaba perderme entre tus brazos mientas sonaba la música.
Empezó a tararear una canción mientras bailaba con el palo. Su expresión cambió con el agradable recuerdo.
-¡En fin!. Como echaré de menos esos momentos.
Volvió a quedarse sombría. Sacó un plástico grande y empezó a envolveren él el cadáver con gran esfuerzo, se oían los resoplidos al girar el cuerpo manipulándolo. Con un rollo de cinta americana cerró bien el envoltorio. Siguió pasando la fregona recogiendo lo que quedaba. Cuando el suelo estaba bien limpio cogió un trapo y un pulverizador. Empezó a repasar todos los rincones por donde él hubiera tocado meticulosamente, pomos, mesilla, brazos del sofá, repasó a conciencia la lámpara donde había alguna pequeña mancha de sangre. Los cristales de la ventana no quedaron libres de su limpieza.
-¡Que duro es encontrarse sola! ¡Que siempre te defrauden los hombres! ¡No son capaces de satisfacerte!
Ahora la voz sonaba con más rabia que pena. Con todo limpio echó a la segunda bolsa el trapo y el mocho de la fregona. Durante un rato quedó con cara de duda.
-¿Ya hora donde te escondo a ti mientras me deshago de todo esto?.
Se echó un dedo a la boca mientras giraba mirando el salón. Sonrió cuando quedó en frente a un baúl y le señaló con el dedo.
-¡Te pillé!
Arrastró el cuerpo hasta él, pero al abrir la tapa un brazo sin vida se descolgó.
-¡Perdona Ernesto, no me acordaba de ti!
Volvió a girar con su dedo en los labios, y al quedar frente a un armario repitió el gesto. Arrastro de nuevo el cadáver, pero al abrir lapuerta otro paquete envuelto en plástico se le cayó encima.
-Vaya, de este tampoco me acordaba, haber si me acuerdo de hacer limpieza.
Metió el cuerpo como pudo, con mucho esfuerzo. Se apoyó con la espalda en la puerta para poder cerrarla. Se secó el sudor con el antebrazo mientras miraba al techo. Un gesto de convencimiento cruzo su cara.
-Puede ser. Quizás entre.
Salió del salón a la cocina. Se oye abrir la puerta de la nevera y golpes de objetos duros sobre la encimera. Luego ruido de cajones de plástico. Poco después la puerta de aluminio del tendedero y sonidos de herramientas. Por fin aparece de nuevo en el salón.
-Creo que te encontré sitio en el congelador, pero hay un pequeño problema.
Con su mano derecha levanta una sierra mecánica que enciende con gran estruendo. Una expresión de traviesa cruzo su faz.
-¿Me acompañas a la bañera un momento?.
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