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La mantis

LA MANTIS


A veces, las cosas mas dulces de la vida te dejan un sabor amargo.
Nunca creí en las casualidades, o mejor dicho, en el destino, pero la vida te fuerza a romper con todo aquello que das por sentado.
Hace ya unos meses, por carnaval, decidí pasar unos días en Sevilla. Mi trabajo de guardaespaldas, al contrario de lo que puede parecer, es tremendamente aburrido y de vez en cuando hay que buscarse distracciones. Largas jornadas de espera, en la puerta de un restaurante o de un teatro, en el coche a que termine una reunión o escarceo amoroso, y en el mejor de los casos en un sillón pendiente del móvil. Había pedido la cuenta a mi jefe, un joven banquero. Le costó mucho soltarme, me tenia en aprecio y el intimo deseo de que pasara por su cama, pero después de tres años estaba harto de él.
Me dejé llevar por el ambiente distendido de la ciudad, solo quería tener tiempo para mí, perderme sin preocuparme de nada ni de nadie,y sobre todo del teléfono y del reloj.
Paseaba sin rumbo, disfrutando de la belleza de esta ciudad, bebiéndola. Entre en una tienda de regalos donde compré un pequeño detalle, no sabía si tendría destinataria, pero me gusta estar preparado. El dependiente, con arduo esmero, me preparó un laborioso envoltorio, en un papel con motivos carnavalescos en un llamativo rojo.
En una concurrida calle me entretenía con una graciosa comparsa, al moverse la gente quedo a mi vista una mujer en la acera de enfrente, era preciosa, sus ojos me miraban y era incapaz de apartar la vista a pesar de ser bastante vergonzoso con las féminas. Me bañaba en esos hermosos luceros que me querían hablar, chillándome en silencio. Me fui acercando poco a poco, entre la intriga, que me levantaba en el animo, y el temor a estar equivocado. En el momento que conseguí llegar a su lado terminaba la función y la gente empezó a salir por la bocacalle, en busca de otras atracciones, arrastrándome. Me apreté contra la pared pero la perdí de vista. Me puse de puntillas, alzando mi cuello como una avestruz, agudizando la vista, buscando por toda la calle sin éxito, cuando sentí una mano que me tocaba. Bajé la mirada y allí estaba ella, sin apartar sus ojos de mí. Me quedé paralizado, mi vergüenza me tenia agarrado, parando el corazón y la garganta, cuando alguien la empujó contra mi cuerpo. Sentí sus turgentes pechos, cálidos, palpitantes, y un deseo intenso me arrancó de mi estado, surgió de mi interior.Respiraba con precaución, temía que si lo hacía demasiado fuerte se fuera como una hoja en un vendaval, el aire salía ardiendo por mi boca, mientras todo desaparecía alrededor. Otra oleada de espectadores amenazaba con separarnos y ella se agarro a mi cuello, clavando sus uñas en mi nuca, como una pantera sobre su presa. Mis brazos rodearon su cintura con suficiente fuerza para romperla una costilla, y nos besamos.
Perdí toda noción del tiempo. Sin apenas intercambiar más que algún monosílabo estábamos en su habitación del hotel. Eramos dos fieras en celo cuyo único objetivo era saciar lo insaciable. Devoraba el hermoso cuerpo de ella sin llegar a rebajar mi pasión, sin cansarme, sin desfallecer. La habitación era un hervidero, un polvorín, un mar de jadeos y sensaciones. No había conocido ninguna mujer como ella, su sexualidad me arrastraba impidiéndome tener un solo pensamiento racional, no existía nada, salvo nosotros.
No sé cuantas horas pasaron, nos quedamos un rato exhaustos, estaba tan excitado que no conseguí dormirme. Me levante y abrí las espesas cortinas, hacía una mañana preciosa. Nos habíamos pasado casi un día entero encerrados en la habitación. Me fui al servicio a refrescarme y al salir me acerqué a mi cazadora. En su bolsillo interior tenia el paquetito que compré la mañana anterior y me acerque a la cama para dárselo. Retire las sábanas y solo estaba la almohada. Me abrazo por detrás y me puso de rodillas pasándome una media por el cuello. ¡Otro jueguecito!, que mujer. ¡Que Mujer!. Le dio una vuelta rodeándome la garganta y la agarró fuertemente con ambas manos. Empezó apretando sin violencia, pero de repente clavó su rodilla en mi espalda y pegó un tirón. No podía respirar y me quemaba el cuello, intentaba zafarme, pero tenia una fuerza increíble y yo estaba agotado. La cabeza se me iba, un intenso mareo se apoderaba de mí, ni tan siquiera se me ocurrió soltar el regalo que sujetaba sin sentido en mi mano derecha. En mis últimos momentos de consciencia conseguí poner un pie en el borde de la cama e impulsarme con ímpetu hacia atrás. Por suerte la cama estaba anclada al suelo. No fuimos sin control contra la ventana, cayendo sobre ella. No aguanto el enviste y cedió. En medio del vacío ella soltó la presión y pude respirar, con ansia, con rabia, con avaricia, llené mis pulmones sin ser consciente de que podría ser la última vez que lo hiciera en la vida. La caída fue rápida, desde un segundo piso no te da tiempo a pensar. Noté un doloroso crujido en el impacto. Salí rebotado, ella me hizo de colchón. La boca me sabía a sangre y notaba que las fuerzas me abandonaban. En un desesperado intento me arrastre unos metros hasta hacia un canalón de desagüe del tejado del hotel. Encajé el regalo ,que todavía sujetaba en mi mano, en el interior, todo lo profundo que pude, y la oscuridad me invadió.
Desperté en el hospital. Me llevó un tiempo darme cuenta de donde estaba y recordar lo vivido anteriormente. Tenía un traumatismo craneal,parece ser que destrocé la cara de mi amante con mi coronilla al chocar con el suelo. También me partí un hombro, algunas costillas y una pierna. Le tengo que agradecer a ella que amortiguara el golpe contra el duro empedrado. Cuando puede pensar con claridad ,unos policías me interrogaron. Parece ser que Alicia, que a si se llamaba, era una asesina en serie, la denominaban La Mantis, por que primero hacia el amor con sus victimas y luego las asfixiaba. Nunca oí hablar de ella. Un detective, demasiado charlatán para su profesión, me comentó que no habían dado información a la prensa para que no pasara como en el asesino del Abrecartas, un caso de hacía cuatro años. Como no conseguían ninguna pista clara le dieron publicidad, con la esperanza de que saliera algún testigo. No solo no los hubo, si no que una legión de imitadores les volvieron locos. Ellos sabían quienes eran los falsos, por que no filtraron uno de los detalles, los abrecartas no eran normales, en su empuñadura siempre había la imagen de una virgen,
Tarde varias semanas en recuperarme, cuando me recompuse volví a Sevilla.La primavera estaba en su apogeo, hacía una mañana radiante. Me perdí por sus calles, como en aquel día, oliendo las fragancias que ofrecían esas preciosas balconadas. Llegué hasta la calle donde caímos. Recordaba el intenso día que pasé con Alicia, aun me excitaba al pensarlo. Acerque mi mano al cuello, la cicatriz que me dejó la media no dejaba de escocerme. Era extraña la sensación que recorría mi cuerpo al ver la ventana desde donde volé, al bajar la mirada me topé con el canalón. No lo había olvidado. Di unos pasos y metí la mano. Allí estaba, donde le deje. El envoltorio era una pasta de papel, lo retiré y abrí la alargada cajita de terciopelo,en su interior se encontraba un precioso abrecartas con una filigrana en su empuñadura,la Virgen de la Macarena. Lo guardaré en la caja de seguridad del banco, con el resto de la colección, Alicia se merece ese recuerdo; entre depredadores siempre nos respetamos.
Desde luego las casualidades de la vida son sorprendentes, nunca sabe uno a quién tiene enfrente.
Creo que me iré otro fin de semana de descanso.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
Javier precioso relato muy bien llevado y atrapante,me encanto el final que le diste totalmente inesperado,felicitacionesssss,gracias por compartir,un beso grande.
 
Me mataste maestro, ahora como publico mi prosa de misterio, eres un asesino en serie con la pluma y el versar, tienes toda mi admiración.
Javier debes seguir haciendo lo que te guste, es fantástico, un placer pasar.
 

Yan

Miembro Conocido
Hermosa obra mi querido Javier, me encantan las mantis, les encuentro enigmaticas. Bella pluma. Besos con cariño. Saludos.
 

Esperanzapaz

Miembro Conocido
Wow, wow, vaya relato , increible, espero no cruzarme en tu camino jajajaja. Aplausos poeta.
Saludos y estrellitas.
Esperanzapaz
 
Facsinante relato que atrapa desde el principio hasta el final, manteniendo al lector expectante de lo que pasará, nunca se sabe al frente de quien estamos, ni lo que pasará pero lo importante es vivir el momento y encriptar aquellas aventuras en el recuerdo, me encanto ser testigo de un episodio tan cautivante, saludos cordiales para ti JAVIER TOMAS :)
 
Woowwwww me sigue encantando la manera que tienes de plasmar este estilo de prosas, mostrando hasta minimo detalle, haciendo que la historia "te trague" y atrape haciendonos viajar por mil misterios para luego terminar de manera natural, sarcástica y humoristica. Felicitaciones Javier por estas maravillosas letras, aplausos y saludos amigo poeta



 
Yo tampoco creo en las casualidades Javier... Interesante prosa con esa mujer que te ha engañado como aun niño. La explicas y desarrollas con fluidez y la haces de facil lectura por lo atrapante de la trama.
Y lo de las casualidades mira: Recién escuché tu acento sevillano y te cuento que mi padre cuando fue a la Expo en la época de pascuas, me trajo un retrato de la Macarena que ahora tiene mi hijo en su pieza. me hiciste recordar a sus historias de los cofradies y en fin, lindos recuerdos de mi amado padre que ya no está conmigo. Asi que Gracias también!!!
Besoss
 

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