Brumario
Miembro Conocido
La Memoria de tu Piel
Murmullo de lluvia tenue,
en crepúsculo de otoño,
sobre la alcoba semeja
sensual música de fondo.
Vas recogiendo mi aliento
con las bocas de tus poros,
corolas que, ansiosas, se abren
mientras se cierran tus ojos.
Para volver fértil tu piel
al recuerdo de mis ósculos
derramas, húmeda, el alma
en sutiles abalorios
que te plasman en la carne
de mi amor el desahogo
que, quizás, mañana, a solas,
o con gentes en tu entorno
de súbito rememores
entre placer y…sonrojo.
Mis besos, ahora, buscan
el sur de tu territorio,
cayendo desde tus labios
hasta los trémulos copos;
que erguidos y sonrojados,
tersos y voluptuosos
coronan dos rosas cónicas
que respiran con sofoco
al sentir que las devora
la marea de mis ósculos.
Se prolongan los instantes
hacia un plenilunio en orto
y yo desciendo la comba
que lleva al crisol precioso
donde tu dulce natura,
su cielo cálido y hondo
me abre para que ambos
nos saciemos, uno al otro.
La memoria de tu cuerpo
sentirás cual dulce acoso
cuando, de improviso, te hable
de este atardecer erótico;
a mitad de una reunión
de trabajo y, con asombro,
sentirás mi remembranza
en la boca de tus poros;
entonces, por un cristal,
en recatado abandono,
harás volar tu mirada
por temor a que, de pronto,
de tu piel el pensamiento
algún mirar muy curioso
se percate de que mucho,
se te dibuja… en los ojos.
Murmullo de lluvia tenue,
en crepúsculo de otoño,
sobre la alcoba semeja
sensual música de fondo.
Vas recogiendo mi aliento
con las bocas de tus poros,
corolas que, ansiosas, se abren
mientras se cierran tus ojos.
Para volver fértil tu piel
al recuerdo de mis ósculos
derramas, húmeda, el alma
en sutiles abalorios
que te plasman en la carne
de mi amor el desahogo
que, quizás, mañana, a solas,
o con gentes en tu entorno
de súbito rememores
entre placer y…sonrojo.
Mis besos, ahora, buscan
el sur de tu territorio,
cayendo desde tus labios
hasta los trémulos copos;
que erguidos y sonrojados,
tersos y voluptuosos
coronan dos rosas cónicas
que respiran con sofoco
al sentir que las devora
la marea de mis ósculos.
Se prolongan los instantes
hacia un plenilunio en orto
y yo desciendo la comba
que lleva al crisol precioso
donde tu dulce natura,
su cielo cálido y hondo
me abre para que ambos
nos saciemos, uno al otro.
La memoria de tu cuerpo
sentirás cual dulce acoso
cuando, de improviso, te hable
de este atardecer erótico;
a mitad de una reunión
de trabajo y, con asombro,
sentirás mi remembranza
en la boca de tus poros;
entonces, por un cristal,
en recatado abandono,
harás volar tu mirada
por temor a que, de pronto,
de tu piel el pensamiento
algún mirar muy curioso
se percate de que mucho,
se te dibuja… en los ojos.
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