Encarna Romero
Miembro Conocido
LA MENTE PRÓDIGA
La mente ansía nuevos horizontes... nuevos rumbos... nuevas direcciones;
cuanto más campo alcanza, más desea conocer.
Su deseo es crecer... crecer en todas las direcciones.
Robustecer el pensamiento; pasear de la mano con la reflexión,
haciendo incursiones incansables y curiosas.
Llegar adonde otros jamás llegaron, pensar lo impensado;
descubrir lo “indescubierto", inventar lo inexistente.
A veces quiere saltar fuera de la cabeza y,
separada del cuerpo, finito y limitado, expandirse...
volar hacia el infinito del Universo, conocer las nuevas
estrellas en formación... saciarse de colores y de sensaciones.
Escalar los picos suizos, las cumbres del Himalaya, subir al límite de los Andes
y allí, hartarse de frío, de blanco y de azul;
saltar a lo más profundo de los mares y allí, en silencio mortal,
en oscuridad aterradora, donde existen formas y vida informes
completamente ajenas a la claridad y calor del sol, al soplo de la
brisa y a los conflictos de los hombres, descansar y flotar.
Caminar en pleno desierto abrasador; llenarse de amarillos y de ocres...
envolverse en la inmensidad del polvo y del cielo.
Descansar en plena selva virgen, oyendo el arrullar
de las aves y el sisear de las serpientes.
Llenarse de verdes y más verdes: verde musgo, verde mar,
verde malva, verde caña, verde esmeralda, verde esperanza.
Recorrer claros y bosques y cuando, en fin, fatigada de todas
esas maravillas de la creación, la mente descansa en la selva de
piedra, de la cual el hombre es el constructor y ella el arquitecto,
su corazón disgustado se entristece; su creación tan deprisa
se corrompe, su selva no se renueva, sino que se desgasta
poco a poco... irremediablemente.
Los propios constructores la destruyen y corrompen...
y después se destruyen a si mismos y, también unos a otros; y
la mente se recluye desilusionada consigo misma, con otras mentes.
Mas, no... ella no se corromperá; más bien buscará identificarse
con la Suprema Mente Infinita, Creadora, que concibió el Universo,
lo generó, lo sustenta y alimenta.
Ella reconoce que esa Mente es su Padre y vuelve, se reestructura,
se reencuentra y se reinventa una y otra vez.
Es la mente pródiga siempre retornando al hogar del Padre.
Encarna Romero (España - 2012)
Derechos de Autor Reservados
imagen: elartedelaestrategia
La mente ansía nuevos horizontes... nuevos rumbos... nuevas direcciones;
cuanto más campo alcanza, más desea conocer.
Su deseo es crecer... crecer en todas las direcciones.
Robustecer el pensamiento; pasear de la mano con la reflexión,
haciendo incursiones incansables y curiosas.
Llegar adonde otros jamás llegaron, pensar lo impensado;
descubrir lo “indescubierto", inventar lo inexistente.
A veces quiere saltar fuera de la cabeza y,
separada del cuerpo, finito y limitado, expandirse...
volar hacia el infinito del Universo, conocer las nuevas
estrellas en formación... saciarse de colores y de sensaciones.
Escalar los picos suizos, las cumbres del Himalaya, subir al límite de los Andes
y allí, hartarse de frío, de blanco y de azul;
saltar a lo más profundo de los mares y allí, en silencio mortal,
en oscuridad aterradora, donde existen formas y vida informes
completamente ajenas a la claridad y calor del sol, al soplo de la
brisa y a los conflictos de los hombres, descansar y flotar.
Caminar en pleno desierto abrasador; llenarse de amarillos y de ocres...
envolverse en la inmensidad del polvo y del cielo.
Descansar en plena selva virgen, oyendo el arrullar
de las aves y el sisear de las serpientes.
Llenarse de verdes y más verdes: verde musgo, verde mar,
verde malva, verde caña, verde esmeralda, verde esperanza.
Recorrer claros y bosques y cuando, en fin, fatigada de todas
esas maravillas de la creación, la mente descansa en la selva de
piedra, de la cual el hombre es el constructor y ella el arquitecto,
su corazón disgustado se entristece; su creación tan deprisa
se corrompe, su selva no se renueva, sino que se desgasta
poco a poco... irremediablemente.
Los propios constructores la destruyen y corrompen...
y después se destruyen a si mismos y, también unos a otros; y
la mente se recluye desilusionada consigo misma, con otras mentes.
Mas, no... ella no se corromperá; más bien buscará identificarse
con la Suprema Mente Infinita, Creadora, que concibió el Universo,
lo generó, lo sustenta y alimenta.
Ella reconoce que esa Mente es su Padre y vuelve, se reestructura,
se reencuentra y se reinventa una y otra vez.
Es la mente pródiga siempre retornando al hogar del Padre.
Encarna Romero (España - 2012)
Derechos de Autor Reservados
imagen: elartedelaestrategia