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La sonrisa del mediodía


La sonrisa del mediodía



Él la veía pasar desde la pequeña ventana
con los viejos marcos pintados de amarillo.
Siempre a la misma hora, ensimismada...
Él intentaba adivinarle los pensamientos,
las emociones, los sueños, en fin... su vida.

¿qué secretos escondía tras aquellos ojos de almendra,
de aquella mirada siempre perdida... divagando?
Por las noches se dedicaba a escribirle poemas,
en aquella pequeña habitación, en su ordenador.

Le había escrito en un día lluvioso y de mucho aire,
cuando ella había pasado: calzaba unos botines rojos
de goma y luchaba por sostener su paraguas color ocre.

Le había escrito en un caluroso día estival:
ella llevaba un ligero vestido floreado,
hecho de una tela muy fina y suave;
parecía sudorosa, pero eso no le quitaba la gracia.

Era pálida, exageradamente pálida y frágil.
Él seguía allí, en la pequeña ventana
de un primer piso, oculto por el gran platanero.

La miraba y le escribía, desde su vieja silla de ruedas.
Siempre la amaría en el silencio de su vacía vida.
Un día ella lo vio y le sonrió y, a partir de ese día,
él la esperaba con ansiedad y todo su mundo giraba
alrededor de la sonrisa del mediodía.


Encarna Romero (España - 08/2013)
derechos reservados de autor
imagen: platanero


platanero.jpg
 
¡ Qué hermoso Encarna!, ilusión que lleva a esperar cada mediodía a veces pasa, vivir pendiente de una llamada, una sonrisa o mirada, eso amiga, alarga la vida y la hace más feliz.
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO

La sonrisa del mediodía



Él la veía pasar desde la pequeña ventana
con los viejos marcos pintados de amarillo.
Siempre a la misma hora, ensimismada...
Él intentaba adivinarle los pensamientos,
las emociones, los sueños, en fin... su vida.

¿qué secretos escondía tras aquellos ojos de almendra,
de aquella mirada siempre perdida... divagando?
Por las noches se dedicaba a escribirle poemas,
en aquella pequeña habitación, en su ordenador.

Le había escrito en un día lluvioso y de mucho aire,
cuando ella había pasado: calzaba unos botines rojos
de goma y luchaba por sostener su paraguas color ocre.

Le había escrito en un caluroso día estival:
ella llevaba un ligero vestido floreado,
hecho de una tela muy fina y suave;
parecía sudorosa, pero eso no le quitaba la gracia.

Era pálida, exageradamente pálida y frágil.
Él seguía allí, en la pequeña ventana
de un primer piso, oculto por el gran platanero.

La miraba y le escribía, desde su vieja silla de ruedas.
Siempre la amaría en el silencio de su vacía vida.
Un día ella lo vio y le sonrió y, a partir de ese día,
él la esperaba con ansiedad y todo su mundo giraba
alrededor de la sonrisa del mediodía.


Encarna Romero (España - 08/2013)
derechos reservados de autor
imagen: platanero


Ver el archivo adjunto 1203


Hermosos versos que se bañan de dulzura en la espera de esa mirada ,mucha realidad en este poema cuantas personas viven a la espera de un gesto tan simple para otros pero que les significa la felicidad de ellos,hermosísimos versos,gracias por compartir,un beso grande.
 
El tiempo es esa cuarta dimensión que con la espera nos dice mucho, querida poeta. Bellos y sentidos versos. Placer haber estado en tu espacio. Saludos.
 
¡Simplemente Bellisimo! ¿queternura! unos versos que administran la dulzura de esa vida solitaria hasta el final donde un rayo de sol la viene a iluminar. Felicitaciones Encarna Romero por esta maravillosa obra, reputación y saludos poeta
 

Tony_Drüms

Miembro Conocido

La sonrisa del mediodía



Él la veía pasar desde la pequeña ventana
con los viejos marcos pintados de amarillo.
Siempre a la misma hora, ensimismada...
Él intentaba adivinarle los pensamientos,
las emociones, los sueños, en fin... su vida.

¿qué secretos escondía tras aquellos ojos de almendra,
de aquella mirada siempre perdida... divagando?
Por las noches se dedicaba a escribirle poemas,
en aquella pequeña habitación, en su ordenador.

Le había escrito en un día lluvioso y de mucho aire,
cuando ella había pasado: calzaba unos botines rojos
de goma y luchaba por sostener su paraguas color ocre.

Le había escrito en un caluroso día estival:
ella llevaba un ligero vestido floreado,
hecho de una tela muy fina y suave;
parecía sudorosa, pero eso no le quitaba la gracia.

Era pálida, exageradamente pálida y frágil.
Él seguía allí, en la pequeña ventana
de un primer piso, oculto por el gran platanero.

La miraba y le escribía, desde su vieja silla de ruedas.
Siempre la amaría en el silencio de su vacía vida.
Un día ella lo vio y le sonrió y, a partir de ese día,
él la esperaba con ansiedad y todo su mundo giraba
alrededor de la sonrisa del mediodía.

La terneza abunda tus escritos querida, un cómoda sonrisa de mediodía, tan necesaria, como tu poema. Felicidades, y todos mis reconocimientos. Te saluda desde Santiago de Chile, Tony.
 

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