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La sonrisa del mediodía


La sonrisa del mediodía


Él la veía pasar desde la pequeña ventana
con los viejos marcos pintados de amarillo.
Siempre a la misma hora, ensimismada...
Él intentaba adivinarle los pensamientos,
las emociones, los sueños, en fin... su vida.

¿qué secretos escondía tras aquellos ojos de almendra,
de aquella mirada siempre perdida... divagando?
Por las noches se dedicaba a escribirle poemas,
en aquella pequeña habitación, en su ordenador.

Le había escrito en un día lluvioso y de mucho aire,
cuando ella había pasado: calzaba unos botines rojos
de goma y luchaba por sostener su paraguas color ocre.

Le había escrito en un caluroso día estival:
ella llevaba un ligero vestido floreado,
hecho de una tela muy fina y suave;
parecía sudorosa, pero eso no le quitaba la gracia.

Era pálida, exageradamente pálida y frágil.
Él seguía allí, en la pequeña ventana
de un primer piso, oculto por el gran platanero.

La miraba y le escribía, desde su vieja silla de ruedas.
Siempre la amaría en el silencio de su vacía vida.
Un día ella lo vio y le sonrió y, a partir de ese día,
él la esperaba con ansiedad y todo su mundo giraba
alrededor de la sonrisa del mediodía.

Encarna Romero (España - 12/2013)
derechos reservados de autor
imagen: imagenesyfotosde


Personas lluvia 22 - imagenesyfotosde.jpg
 
Una bellisima historia absolutamente tierna y romántica, plasmada con esa pausa de los que saben escribir obras bellas como esta. Felicitaciones Encarna Romero por esta exquisitez de letras, reputación y saludos poeta
 

La sonrisa del mediodía


Él la veía pasar desde la pequeña ventana
con los viejos marcos pintados de amarillo.
Siempre a la misma hora, ensimismada...
Él intentaba adivinarle los pensamientos,
las emociones, los sueños, en fin... su vida.

¿qué secretos escondía tras aquellos ojos de almendra,
de aquella mirada siempre perdida... divagando?
Por las noches se dedicaba a escribirle poemas,
en aquella pequeña habitación, en su ordenador.

Le había escrito en un día lluvioso y de mucho aire,
cuando ella había pasado: calzaba unos botines rojos
de goma y luchaba por sostener su paraguas color ocre.

Le había escrito en un caluroso día estival:
ella llevaba un ligero vestido floreado,
hecho de una tela muy fina y suave;
parecía sudorosa, pero eso no le quitaba la gracia.

Era pálida, exageradamente pálida y frágil.
Él seguía allí, en la pequeña ventana
de un primer piso, oculto por el gran platanero.

La miraba y le escribía, desde su vieja silla de ruedas.
Siempre la amaría en el silencio de su vacía vida.
Un día ella lo vio y le sonrió y, a partir de ese día,
él la esperaba con ansiedad y todo su mundo giraba
alrededor de la sonrisa del mediodía.

Encarna Romero (España - 12/2013)
derechos reservados de autor
imagen: imagenesyfotosde


Ver el archivo adjunto 2609
Me encantó, inevitable fue arrancarme un susupiro.
Felicitaciones a tu gran pluma mi querida poeta.
Te dejo todo mi cariño con un gran super remuacsssss.
 

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